Gritan, bailan, rapean, se retuercen, se paran con las piernas abiertas en un escenario mientras abajo una multitud de chabones hace un pogo feroz, se ríen y se abrazan, se cuentan cosas, y también hay una que le pone un cabezazo al flaco que “la gede”. También puede pasarles que el mayor elogio que les dediquen sea “tocás bien para ser mujer”. Porque son chicas, sí, en una escena dominada desde siempre por varones y por valores asociados con ellos. Pero eso, ¿qué carajo significa?, unx se podría preguntar al ver la primera película de Marilina Giménez, ex Yilet, que a partir del 2012 empezó a registrar con una cámara la escena del under porteño, esa donde mujeres, lesbianas y trans la rockeaban sin alcanzar muchas veces el mismo nivel de visibilidad que sus pares varones. El móvil de Marilina fue la extrañeza de descubrir que a ella y a sus compañeras de Yilet, en tanto banda de chicas, no las trataban precisamente igual. No importaba si a ellas no les parecía relevante ser una banda de chicas: de mil modos sutiles y no tanto, el mundo se los marcaría una y otra vez. Por eso en los años siguientes Marilina acompañó a Kumbia Queers, Miss Bolivia, Las Kellies, Las Taradas, Lucy Patané, She devils, Sathya, Chocolate Remix, Ibiza Pareo, les preguntó, las escuchó, las registró hablando, recorriendo la ciudad y sobre todo haciendo lo que saben hacer, ponerle el cuerpo a la música que les encanta. El resultado es Una banda de chicas, un documental que ahora se estrena en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata apenas un par de meses después de que se presentara al Congreso un proyecto de ley de cupo femenino en los festivales de música de mayor visibilidad, donde la participación de mujeres, lesbianas y trans ronda el 15%.
–¿Cómo se formó la idea de hacer esta película?
–La idea surgió porque yo tenía una banda que se llamaba Yilet, que primero era de Marina La Grasta y me invitó a tocar a mí, después la sumamos a Ani y ahí se conformó este trío de chicas que hacía una especie de pop rock. El hecho de estar tocando durante varios años me hizo empezar a preguntarme sobre qué tan difíciles se nos hacían ciertas cosas, ciertos lugares, conseguir algunas fechas, por qué nos agrupaban con chicas… Incluso en un momento nos parecía que éramos las únicas chicas haciendo esta clase de pop rock, si bien conocía referentes pero de los ochentas y noventas. A medida que tuvimos más fechas me empezó a llamar la atención que nos agruparan con otras bandas de chicas, ahí empecé a darme cuenta de que éramos un montón y que no teníamos visibilidad. Pero ese agruparnos no tenía un peso político en aquella época, alrededor del 2010. Más bien era una novedad, una rareza. En ese montón había distintos estilos, muchos géneros diferentes, y a veces me preguntaba, ¿nos agrupan solo porque somos mujeres? Porque a veces no teníamos nada que ver, y eso a la hora de llevar gente para una fecha, si bien se podía ver como una estrategia de marketing, nos generaba ciertas dudas porque no compartíamos los públicos. A las bandas de chicos en general se les arman las fechas de acuerdo a los estilos musicales. Y cuando nos agrupaban con chicos pasaban cosas del estilo, ¿quién es la banda que abre? En general yo sentía que siendo bandas con una trayectoria similar nos mandaban primeras, a abrir las fechas. Eso en cuanto a cosas sutiles, y después las que están contadas en el documental por las chicas, como que te digan “ah, tocás re bien para ser mujer”, o “qué buenas que están”. Y también ver que los que manejan las fechas en los lugares más grandes no tienen mucha idea de bandas de chicas, no saben cómo manejar esta situación, o no sabían, por lo menos en esa época.
–¿Y cómo definiste el recorte de tu documental?
–Todo ese descubrimiento y el hecho de empezar a conocer a cada vez más chicas que estaban tocando me llevó a pensar que quería hacer un documental sobre mujeres músicas que cumplieran con una condición: que no respondieran al lugar de la mujer que está establecido en la música. Yo sentía que en el folklore y en el tango, por ejemplo, la mujer ya se había ganado un lugar, aunque esto también es relativo. En cambio el rock y todos los subgéneros, y el under, están bastante manejados por varones. Las figuras a seguir, los ídolos, los que son cancheros, siempre son los varones. Estas bandas de mujeres cumplían con todos estos requisitos, es decir, estaba buena la música, los looks, la perfo arriba del escenario, y la pregunta era bueno, ¿entonces qué pasa que no llegan? Ése fue el disparador para empezar a filmar y luego escribir el documental.
–¿Qué es lo que te interesó captar y mostrar de cada una de las músicas y bandas con las que trabajaste?
–Cada una de las que elegí mostrar está elegida temáticamente, cumple una función en la película. Porque cada una habla de un tema donde para mí hay una ruptura: Pilar de Kumbia Queers, por ser una tomboy y estar embarazada, y al mismo tiempo esta crianza colectiva de una gira, cómo es afrontar una gira ya con niñxs. Cada una de las chicas que aparece me parece que rompe con un estereotipo. Con respecto a Ibiza Pareo y Yilet, para mí la voz de Marina rompe con esa dulzura que se espera de una chica cantando, ella no es dulce y está haciendo electropop. De cada una me interesaba su performance, la fuerza que tienen dentro y fuera del escenario, quería mostrar eso que a veces en los videoclips no está, lo que sustentan esas imágenes. A mí me hubiese gustado seguir a todas las chicas, pero bueno, era una película sin fin. Pero en un momento tuve que cerrar en una cantidad de bandas o de músicas. El caso de Miss Bolivia me parece muy importante porque es alguien que se construyó desde abajo, ella hizo su producto a pulmón, tiene un proceso de trabajo muy groso y es una de las primeras que sale en la tapa de Inrocks, de Rolling Stone, va a almorzar con Mirtha Legrand, me parece que es un poco la que pudo meterse ahí, en la fisura. Igual siempre traté de mantener una horizontalidad en esta película que es coral, o sea: entre todas están contando algo.
–Un tema que se está discutiendo en muchos ámbitos (escritoras, actrices, artistas en general) es si vale la pena hacer énfasis en el género para reclamar un lugar, ¿qué pensás de esto?
–Es difícil separarnos del género, sobre todo en la medida en que se sigan perpetuando las desigualdades. Por ahora me parece importante que se siga subrayando la lucha desde el género. Obviamente me gustaría que consigamos la equidad pero creo que para conseguirla hay que romper un montón de barreras, y si las mismas mujere no son conscientes de que por el solo hecho de serlo nuestro cuerpo se percibe de otro modo en el espacio público, no es lo mismo… No es lo mismo cómo te lee un sonidista, el público mismo… Esas cosas está bueno que se puedan concientizar. Una vez que ya estemos en otro nivel, por ahí no va a hacer falta, porque probablemente ya no seamos una minoría. Ojalá. Aparte también el hecho de hacer énfasis en el género posibilita estas discusiones en torno a los cupos, esta ley que está por salir ahora del cupo en festivales o, en el ámbito audiovisual, esta búsqueda de que haya un 50 por ciento de mujeres en el cine, en la tele.
–Los años en que estuviste haciendo Una banda de chicas coinciden con el momento de eclosión del Ni una menos y el movimiento de mujeres, ¿esto modificó en algo el proceso de hacer tu película?
–Creo que lo más importante de la manera en que me afectó el Ni Una Menos es que antes, estas músicas estaban en la escena pero no se conocían entre sí. Pocas nos conocíamos entre nosotras. Cuando empezaron a surgir las marchas más multitudinarias para el 8M o a favor del aborto, me parece que lo que modificó de la peli es que ahora efectivamente somos una banda. Cuando empecé con la película ya se llamaba Una banda de chicas, en el 2015, pero todavía eso no estaba consolidado así. Yo pensaba bueno, voy a tomar estas músicas y las voy a juntar y esa es la banda de chicas, era como un ideal. Con el tiempo eso empezó a suceder, por ejemplo en la entrevista que yo le hago a Pilar en el 2015 le pregunto si conoce a Chocolate Remix y me dice que no, y ahora ellas no paran de compartir fechas. Todo ese contexto cambió, hay una consciencia de que juntas somos una potencia. Eso antes no estaba.