Yanina Faríaz, una joven con retraso madurativo que estuvo secuestrada, sometida a violaciones, golpes y torturas durante diecisiete días de 2017 en la casilla que habitaba con Alfredo Leguizamón, será juzgada el 19 de diciembre por “homicidio agravado por el vínculo”. El homicidio es el de su hija Xiomara, de dos años, que Leguizamón asesinó porque el 6 de agosto de ese año Yanina se resistió a ser violada. A Juan, el hijo mayor de cuatro años, también lo molió a golpes, pero el niño sobrevivió. Sin embargo la criminalización recayó especialmente sobre Yanina en un proceso judicial plagado de irregularidades desde su inicio, con nula perspectiva de género y un expediente cargado de prejuicios machistas y patriarcales hacia las mujeres, en especial hacia las jóvenes y pobres con familia a cargo. Es posible que Yanina llegue a juicio oral con el beneficio de la prisión domiciliaria si lo aprueban las pericias psicológicas y psiquiátricas que le realizarán la semana próxima y la evaluación ambiental de la vivienda de su padre como sitio de detención, para alejarse del calvario que vive hace casi un año y medio en el penal de Magdalena, donde dejó de caminar por las palizas que recibía y de sostener cosas con las manos por las quemaduras de los cigarrillos con que la torturaron por “asesina y mala madre”.
Su abogado, Alejandro Bois, señala el abordaje alarmante del caso que debería caracterizarse como femicidio vinculado. “Está claro que Leguizamón -preso en Melchor Romero- es el autor material del crimen de Xiomara por su propia decisión. Es un hijo sano del patriarcado. Y es grave la falta de perspectiva de género con la cual se manejaron los diferentes actores de las agencias judiciales. Yanina Faríaz carga con una responsabilidad objetiva medieval: ser la última responsable de la vida de sus hijos, pase lo que pase. Esa es la mirada de una Justicia con características escolásticas medievales palmarias.”
Al juicio en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de Mercedes se llega tras ser rechazado el pedido de nulidad que hizo la defensa al considerar que la acusación estaba mal formulada. “Planteamos que la acusación era una barbaridad; no correspondía que Yanina pasara por esta situación”, dice el abogado. “Era incompatible armar una acusación de un delito de propia mano con una comisión por omisión por no haber hecho lo suficiente para que el otro no matara, cuando ella no pudo detener la violencia inusitada. Es una acusación no razonable y arbitraria. Pero todo esto habrá que discutirlo en el juicio que decidimos no apelar para que todo esto se resuelva lo antes posible. La verdad es que Yanina es la víctima y debería ser la querellante.”
Su hermana, Mayra Humerez, cuenta que Yani no tuvo una vida fácil como para que ahora venga una Justicia patriarcal a acusarla por no haber “resguardado como debía” la integridad de Xiomara. “No pueden detener a una persona que tiene un retraso madurativo importante. En la cárcel fue maltratada y ultrajada, y encima nos trataban de ignorantes, decían que se había caído de una bañera. Si vivió toda su vida en el barrio Santa Brígida -partido de San Miguel- hasta que mi madre le pidió que vaya con sus hijitos a cuidarle la casa en Cuartel V, en Moreno, porque tenía que viajar.” Después apareció Leguizamón. “Ese tipo se metió ahí, clausuró las ventanas con cadenas y puso candados de afuera para que nadie saliera de la casa.”
Fueron diecisiete días en los que sufrió todo tipo de abusos. Como tantas otras tardes, en la del 6 de agosto de 2017 Leguizamón intentó violarla pero Yanina se resistió y en el forcejeo la golpeó a ella y a sus hijos. Cuando se recuperó, vio que la beba se desvanecía y le costaba respirar. Con mucho esfuerzo logró escapar y pedirle ayuda a unos vecinos que las llevaron al centro de salud del barrio, pero los médicos de la sala la denunciaron y quedó detenida. Xiomara falleció al día siguiente, Yanina se enteró ocho meses después. “Este tipo de causas armadas son recurrentes en el aparato estatal”, describe un comunicado de la Comisión de Libertad para Yanina Faríaz y justicia para Xiomara. “Se trata de una forma hostil de violentar a las mujeres, el ensañamiento y la violencia contra sus hijos e hijas, y luego un mecanismo sistemático del aparato judicial que condena primero a la mujer por su rol de madre antes que al femicida por su violencia machista. El caso de Yanina Faríaz no es el primero: su historia repite el recorrido de los casos de Yanina González, Celina Benítez y Victoria Aguirre.”
Una serie de cartas a su familia son prueba clave de las atrocidades que vivieron ella y sus hijos. “Siempre quiso que se supiera que era víctima de la violencia de Leguizamón”, explica Bois. “Testimonios de vecinos hablan de la extrema violencia de este individuo hacia la niña, de los golpes, de las lesiones del hermano en la cara y los brazos. Pero algunos también testifican contra Yanina, por no velar por los niños, cuando en realidad hubo un silencio cómplice de los vecinos, que deberían haber puesto en conocimiento lo que sucedía.”
Mañana habrá un almuerzo solidario por la libertad de Yani en el espacio recuperado Casa Joven Casasco, Moreno Sur, y una charla debate con la participación de víctimas sobrevivientes de violencias judiciales, y de los abogados Sabrina Cartabia, Alejandro Bois y Eduardo Soarez. La lucha se convirtió en desafío para derrotar al patriarcado, remarca la responsable local de la Red de Mujeres y activista feminista popular Carina Leguizamón. “Es muy difícil ser feminista en los barrios, pero vamos de a poco, porque las chicas y las mujeres están atravesadas por el machismo. Los femicidios salen siempre de las barriadas más vulnerables, y la Ley 26.485 de Protección Integral no se aplica como corresponde. En Moreno no contamos con herramientas genuinas para erradicar las violencias. Todos los días soñamos con que se va a acabar, pero se va a caer realmente si nosotras le damos la lucha diaria, siempre en grupas, nunca solas, porque ahí es cuando el patriarcado nos devora: de a una. Si liberamos a Yanina tendremos que hacer una intervención nacional e internacional de que hay muchas pibas presas por haberse defendido de sus violentos y que sus hijxs están huérfanxs. Por defendernos terminamos presas. Y por no defendernos somos una más de las estadísticas.”