La suerte del retorno suele ser una de las condiciones determinantes para cualquier aspirante al mito. Es en el regreso donde se cumple la promesa que todo relato legendario de alguna manera insinúa. El retorno es como una epifanía, una forma de justicia que por mítica resulta superior. Hoy a las 20.30, en Espacio Tucumán (Suipacha 140) se presentará la reedición de un disco de Lois Blue, por varias razones una de las cantantes de jazz más extraordinarias que dio el género en este lado del mundo. Tanta hormona irrepetible se llama el álbum editado por el sello Melopea, que recoge un disco grabado en 1972 para el sello Redondel e incluye además el registro de una actuación en vivo. Serán parte de la presentación Litto Nebbia, Fernando Noy, Leopoldo Deza, Sergio Pujol y Lucía Montero, hija de la cantante. La entrada es libre y gratuita.
“Siempre tuve la idea de que había que reeditar aquel disco de mi madre y finalmente ahora se da la oportunidad, de manera casi inesperada”, comenta Lucía Montero y relata cómo se fueron dando las cosas. “Una vez, unos amigos me invitaron a un almuerzo con un cantante cubano. El cantante ni apareció, pero ese día conocí a Leopoldo Deza, un músico de gran sensibilidad con el que enseguida nos hicimos muy amigos. Leopoldo se interesó por la música y la vida de Lois Blue, al punto que le comentó a Litto (Nebbia) de la existencia de aquel disco. Litto enseguida se interesó para reeditarlo con su sello, Melopea, y redobló la apuesta: le sumó una grabación de un concierto en vivo”, agrega Lucía, que es además hija de Rodrigo Montero, otro personaje peculiar de la música argentina, nombre que también espera un justo redescubrimiento.
Tanta hormona irrepetible suma al disco que Lois Blue grabó en 1972 con Jorge Anders en saxo tenor, Santiago Giaccobe en piano, Jorge González en contrabajo y Néstor Astarita en batería, el registro de una presentación de la cantante sola con su piano en Córdoba, en 1978. Es la grabación en vivo de un concierto en Tonos y Toneles, uno de esos reductos en lo que por esa época encontraban cobijo algunos artistas replegados al margen de un país a la deriva cultural. La grabación la había producido quien por entonces era el sonidista de mucho de lo que sucedía en Córdoba, Mario Palacio (otro personaje de altura mítica). “Como el gran melómano que es, Litto Nebbia insistió en agregar esas cintas, que Mario Sobrino logró limpiar con un paciente trabajo, de manera impecable”, continua Montero, que fue además la que puso nombre al disco. “Pensé que Tanta hormona irrepetible, una frase que escribió Celeste Carballo en 1999, cuando murió mamá, definía cabalmente el estilo y la figura de Lois Blue. Ella era muy visceral y sensual, como buena autodidacta. Tocaba de oído, orejeaba los discos que por entonces no abundaban y los recreaba a su manera”, agrega Lucía, y enseguida destaca las versiones de “Misty”, “Saint Louis Blues”, “Body and Soul” y las dos de “Summertime”, con el cuarteto y sola con el piano.
Bella, talentosa y misteriosa en proporciones insólitas, Lois Blue fue más que una cantante argentina de jazz. Fue la que a fines de los 50 Louis Armstrong invitó a cantar con su orquesta en el Luna Park; la que en 1968 cautivó a Duke Ellington, que la acompañó al piano en “Solitude”; la que actuó con la orquesta de Cab Calloway en Montevideo; la que antes había sido una Lady Crooner en orquestas de jazz, como la Santa Paula Serenaders y la de Héctor Lomuto; la que fue actriz en películas como Días de odio, El cielo en las manos, La voz de la ciudad y Suegra último modelo. Fue también la que supo improvisar, la que acompañándose en el piano desató tormentas de scat. La que había nacido en La Plata en 1912 con el nombre de Lucía Claudia Augusta Bolognini Míguez; la de madre poeta y el padre pintor; la del inglés perfecto; la amiga de Enrique Villegas, Adolfo Ábalos y Bola de Nieve.
Lois Blue fue además la que dejó un disco y se fue. La que murió lejos, en Nueva York. “Fue una mujer que supo abrirse camino en un universo reservado a los hombres, a pesar de haber nacido en una época equivocada, en el lugar equivocado y en la familia equivocada”, ironiza su hija sobre quien cantó con cierto gesto de barroquismo austero que distingue algunos de los grandes estilos en el jazz. Si con su manera de cantar Lois Blue untaba de swing todo lo que encontraba, en el fondo de su voz persistía ese gesto de insatisfacción que la hacía prodigiosamente incongruente. Y la alejaba de la banalidad de la felicidad.