Patricia Malanca es de esas artistas a las que puede caberles bien un adjetivo como el de “inquieta”. Es que ha sabido abrir paso desde el tango hacia territorios tan diversos como el de la música griega, con su proyecto Grecotango, o el de Silvio Rodríguez, a quien no solo llevó al tango en su disco Tangueando a Silvio, también teloneó en su reciente y multitudinario concierto en Avellaneda. Ella elige otros adjetivos para definirse: “curiosa”, por ejemplo. O mejor, “exploradora”. Ahora, junto a su quinteto –“bien, bien tanguero”, aclara, por si hiciera falta– ocupará el ciclo de los domingos con el que La Usina del Arte abre paso a nuevas y diversas expresiones. Será hoy a las 20, compartiendo escenario con la joven orquesta típica La Martino (ver aparte), en el auditorio principal de este espacio cultural, y con entrada gratuita.
“Sí, lo mío es la curiosidad”, reafirma Malanca en su charla con Página/12. “Pero además me parece que hoy el tango tiene la obligación de ser rupturista: hay muy buenos intérpretes haciendo misa, pero hay muy pocos haciendo procesión”, titula. Y concluye: “Las propuestas que yo transito tienen que ver con explorar. Me pongo el casco, me cuelgo la cantimplora... y allá voy”.
–¿“Exploradora” podría caberle, entonces?
–¡Totalmente! Dentro del “conventillo tanguero”, como dice Gustavo Varela, mi pequeña habitación es la de la exploradora. Es que no me gusta la endogamia. El tango tiene su público, desde ya, pero yo prefiero salir a buscar otro público, e introducirlos al tango desde otras propuestas. Con ese espíritu surgieron Tangueando a Silvio o Grecotango. Me animo a hacer otras cosas porque me interesa aportar al tango no solo desde lo artístico o lo estético, sino sumándole nuevos públicos. Lo han hecho antes otros, desde ya, pero es un recorrido que nunca se acaba.
–Tangueando a Silvio ya tiene sus años, pero quedó como una marca fuerte y la gente sigue pidiéndolo en sus conciertos. ¿Por qué cree que ocurre?
–Cuatro años después de transitarlo, se convirtió en un clásico, y eso es a pesar mío, porque sigo haciendo otras cosas y quiero mostrarlas. Hice Bucles: 4 historias de amor y 11 tangos desesperados, mi disco más criollo, nominado a los Grammy... Pero sí, la gente sigue pidiendo que “tanguee a Silvio”. Y es muy entendible que necesitemos en este contexto a Silvio, en todos los lugares en que se pueda, con la suerte de poder verlo a él en Avellaneda, como fue la semana pasada, o con mi humilde aporte desde el tango. La gente necesita escuchar a Silvio hoy. Y después de esa presencia suya tan contundente, que fue histórica, es como que el perfume de Silvio no se evapora.
–Usted fue una de las teloneras de ese concierto. ¿Cómo lo vivió?
–¡Telonear a Silvio, explicame! (risas). Y al Silvio gratuito, al militante: eso me conmueve mucho más. El tiene una personalidad muy hermética y hasta tímida, pero ese día estaba luminoso. Creo que se dio cuenta de la envergadura del acto, con cien mil personas reunidas, en el momento en que Bolsonaro estaba ganando Brasil... Esa emoción lo envolvía, más allá de su timidez. Y nos envolvió a todos. Yo pensaba: “si hay cien mil personas acá, hay cien mil historias de amor con Silvio, porque todos la tenemos, y cada una es peculiar”. Ese día viví la mía, porque nací a tres cuadras de donde fue el concierto y allí escuché a Silvio por primera vez. Era como que, treinta años atrás, Silvio fuera a tocarme la puerta de mi casa y me dijera: “Vení, te comparto esto”. Tan mágico como eso.