La decisión de la CGT de cambiar paro por bono comenzó hace dos semanas cuando se iniciaron las conversaciones informales con miembros del gabinete nacional. Estas charlas derivaron en el acuerdo sellado el martes pasado cuando los gremialistas se reunieron con el ministro Dante Sica y representantes de las cámaras empresariales. La “paz social” no solo beneficia al Gobierno sino también a la conducción de la central obrera que podrá ahora dedicarse, con algo más de tranquilidad, al proceso de unidad que atraviesa el peronismo. Los sindicalistas pretenden romper con lo que definen como la maldición de “ser la fuerza de choque ante la derrota para luego, a la hora de la reconstrucción, convertirse en la rama seca”. Traducido al castellano, es igual a hacer valer su peso a la hora de discutir las candidaturas.
La renuncia de casi una decena de integrantes del Consejo Directivo, donde la mayoría migró hacia el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN), dejó a gordos, independientes y barrionuevistas prácticamente con el control total de la central obrera. Sin embargo, ambos sectores –dialoguistas y combativos– comparten una misma necesidad: no ser la rama seca en la reorganización del peronismo. Es por eso que tanto Héctor Daer como Hugo Moyano y Ricardo Pignanelli del Smata están en la mesa de acción política del PJ.
En todo caso, la diferencia entre ambos grupos sindicales está en que los del Frente Sindical se plantean continuar con las protestas junto a las dos CTA y los movimientos sociales. Enterados del acuerdo firmado entre la CGT y el Gobierno más los empresarios, lo rechazaron de plano por insuficiente pero también por representar una ausencia de compromiso en la resistencia a las políticas económicas que implementa la Casa Rosada.
Los hombres de la CGT juran que escuchan esas críticas como oír llover. Sin embargo, es real que entre los integrantes del Consejo Directivo no hay ni había una pizca de intención de continuar con las dos medidas de fuerza que habían realizado en junio y septiembre pasado. Visualizaron la reunión del G20 como la perfecta oportunidad de hacer lo que más saben: negociar. La simple amenaza de realizar un paro de 36 horas que incluya una movilización representaba la mejor forma de provocar el llamado desde el Gobierno para implementar una mesa de negociación. No se equivocaron porque sabían que Sica iba a reaccionar aunque supiese que ellos ni en el más afiebrado de sus sueños implementarían un paro con movilización.
Una vez alcanzado el acuerdo y con el anuncio de que el paro se había desactivado, el ministro de Producción y Trabajo se congratuló con la decisión de la cúpula de la CGT y aseguró que se ha conseguido “la paz social” que necesita el Gobierno. (ver nota aparte)
Esa paz negociada tuvo también su trámite hacia el interior de la central obrera donde hubo que desactivar algunos supuestos espíritus levantiscos como el del ferroviario Omar Maturano, quien la semana pasada se había mostrado como uno de los impulsores de la medida de fuerza. No está claro qué es lo que lo tranquilizó pero a la reunión del jueves en el histórico edificio de la CGT llegó manso y tranquilo. De todas formas Armando Cavalieri, el titular de comercio, fue el primero en arengar en pos de apostar al diálogo, respaldar el bono y dejar de lado cualquier medida de fuerza. El único que cuestionó fue Julio Piumato, quien consideró que el monto del bono no era suficiente como para justificar el levantamiento del paro. La queja del judicial tiene su grado de razón aunque también es cierto que frente a la crisis cualquier monto de dinero extra siempre será bienvenido por el trabajador promedio.
Para la cúpula de la CGT el acuerdo también terminó con cualquier intento de huelga por parte la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), que dirige Juan Carlos Schmid, porque tanto los ferroviarios pero sobre todo los colectiveros de UTA avalaron el bono. Por lo tanto, esto les despeja el camino de la otra negociación clave que tienen en carpeta y que se trata del proceso de unidad que vive el PJ. Los hombres de la central obrera no quieren otros cuatro años de gobierno macrista, consideran que todavía no está garantizada la derrota del oficialismo pero por nada del mundo quieren ser convidados de piedra en un posible gobierno peronista. Esa es la tarea en la mesa de acción política que tienen Daer y el titular de UPCN, Andrés Rodríguez. El que quedó fuera de esa mesa es Luis Barrionuevo luego de haber sido el interventor del PJ. Sin embargo, el gastronómico está viejo pero no pierde las mañas y su forma de llegar al partido es a través de las 62 Organizaciones que no sólo resucitó sino que sumó a gordos e independientes. De esta manera la CGT se prepara para competir, unidos y organizados, en las elecciones de 2019.