Una elección la gana, especialmente cuando de cargos ejecutivos se trata, la fuerza que logra imponer la consigna dominante de los comicios, la idea que genera el clima de época electoral.
Al día de hoy puede detectarse una fuerte dualidad. Por un lado el oficialismo, que carga con sus fracasos económicos y sus promesas incumplidas, evitará colocar a la economía en el centro de la escena y seguirá transitando la consigna basada en la política. Es decir, erradicar la corrupción y posicionar como parte de ese pasado, como elemento perturbador e indeseado, al gobierno anterior. Su estrategia de campaña se sustentará en la idea de antagonizar con el populismo y el peronismo en general y con la figura simbólica de CFK en particular.
La oposición en su conjunto seguramente pondrá todos sus cañones en criticar a la economía en la gestión de Cambiemos. La oportunidad transita por antagonizar poniendo sobre el tapete dos modelos económicos diferentes, a partir de la instalación de la idea que el actual no posee una solución estructural para los problemas que desvelan y hasta enojan a los argentinos.
Hasta el momento la gente prioriza la economía frente a la corrupción, por una relación de alrededor dos y medio a uno. Una relación que no solo contiene al segmento de los abiertamente opositores, sino que también incluye a los independientes, que en los últimos tiempos son decisivos.
La campaña de Cambiemos seguramente centrará su estrategia en seguir apostando al cambio, en instalar que solo ellos representan la nueva política y la lucha contra la corrupción.
Pero eso solo ya no alcanza. Muchas promesas que ya se hicieron cayeron en saco roto. Deberán lograr, especialmente en los meses previos a las PASO, mejoras económicas que la mayor parte de los argentinos esperan: que baje la inflación, que haya más trabajo, que termine la recesión.
Con respecto a la lucha contra la corrupción, también dependerán en gran medida de lo que pase con las causas en manos del Poder Judicial, pero también se reclama que se termine la doble vara y se juzgue también los casos del actual gobierno.
El peronismo también deberá esmerarse. La mayor parte de los argentinos desea que sus dirigentes comiencen a instalar un proyecto económico alternativo para dejar atrás la crisis actual. Solo con criticar no alcanza: se debe mostrar un camino distinto, que incluya la posibilidad de otro modelo económico y social para enfrentar las consecuencias que hoy abaten y tensan a la sociedad.
Es lógico, entonces, que CFK hasta el momento se convierta, casi sin hablar siquiera, en la dirigente que tiene más intención de voto. La explicación es sencilla: no necesita plantear cuál es su proyecto alternativo.
La posibilidad de la construcción de una unidad con el objetivo de ganarle a Cambiemos, seduce a la mayor parte de los que optan por votar a peronistas. Sin embargo, quedan muchos interrogantes por resolver: ¿CFK candidata? ¿Cristina no candidata pero apoyando el espacio de unidad?¿Instalar nuevos dirigentes? ¿Potenciar los que existen?
Como puede verse muchos interrogantes y aún demasiadas cosas por resolver.