Boca tenía que ganar en la Bombonera y no ganó. River tenía que sacar un buen resultado y lo sacó. Esa es la conclusión que resume el 2-2 final y que de algún modo presagia lo que puede ocurrir en la revancha. Es cierto que esta historia tiene todavía un final abierto, pero todos saben, empezando por los jugadores, que el equipo que dirige en directo o a control remoto Gallardo quedó mucho mejor parado para lo que se viene. Si los futbolistas de River no se dejaron envolver por el clima y lograron ser protagonistas en un terreno poco favorable, seguramente incrementarán su confianza cuando jueguen en su propia cancha.
La diferencia futbolística entre uno y otro equipo también se puede sintetizar en dos trazos: River busca y Boca encuentra. Es decir, River ocupa mejor los espacios, es más dúctil, elabora juego y tiene la convicción de que no debe apurarse para conseguir su objetivo; Boca, en cambio, no utiliza la mitad de la cancha como zona de transición y juega frontalmente, apostando a las respuestas individuales de los de arriba. El partido, de a ratos acomodado a esos antecedentes, superó las expectativas: fue intenso, abierto, limpio (se cuidaron mucho los que tenían amarilla), emocionante por la incertidumbre en el resultado y electrizante por la variedad de situaciones de gol.
En la previa se especuló con que podían jugar Mayada o Zucculini, pero Gallardo sorprendió con la inclusión de un defensor. River jugó con una línea de tres: Martínez Quarta, Maidana y Pinola y soltó a los laterales con el doble objetivo de atacar por sorpresa abriendo la cancha y obligar a Villa y Pavón a que no se desentiendan de la colaboración en el armado defensivo. La movida ajedrecística dio buenos resultados en el juego hasta la lesión de Pavón. La entrada de Benedetto, que se movió del medio hacia la derecha, y el cambio de carril de Villa, que se fue a la izquierda, coincidieron con la primera llegada en sociedad de Boca que terminó con el remate de Abila, la primera respuesta efectiva de Armani, el nuevo remate, las manos débiles de Armani y el 1 a 0. Con Benedetto en la cancha, Boca tuvo destellos de juego asociado, al tiempo que abría nuevas alertas a la línea de fondo de River.
En la primera mitad del período inicial la superioridad de River fue muy evidente. Tocaba Palacios, se abría Borré, llegaba Pity Martínez, había triangulación, complementada con la subida de los laterales y jugadas de gol que no se concretaron porque Rossi se atajó todo. Esa fue la imagen que dejó el visitante pese a que pudo haber perdido en la última jugada del partido, en el mano de Benedetto con Armani. El otro factor que debe anotarse en su favor fue que tuvo capacidad de reacción para el 1 a 1 cuando Boca festejaba y para alcanzar (con un poco de fortuna) el 2 a 2 cuando ya no tenía muchas fuerzas para llegar.
En otras instancias de la Copa ante rivales argentinos River sacó un empate de visitante (Racing e Independiente) y definió con cierta facilidad de local. Ahora empató otra vez de visitante. Y tiene que definir de local. Pero, eso sí, lo peor que puede hacer es festejar por anticipado. Sobre todo porque históricamente Boca se agranda cuando va de punto.