Cumpliendo con el ya tradicional ritual de las grandes capitales veraniegas del espectáculo, Rosario vuelve a apostar desde el lugar de la producción oficial a esa categoría del espectáculo que pareciera ser garante de una diversión refrescante para una gran cantidad de espectadores rosarinos.

"Un verano fresquito" forma parte de esa estrategia que abre la temporada 2017, con Mi vecino es un WiFi, nueva coproducción entre el Teatro Municipal La Comedia y un elenco dirigido por el actor Juan Nemirovsky que puso en escena un texto del dramaturgo Juan Pablo Giordano.

La estrategia dramática de este autor rosarino pasa por apropiarse de una de las marcas de la época: la invasión tecnológica y sus múltiples caras en una sociedad cada vez más líquida según la denominación acuñada por Zygmunt Bauman.

Toda la acción transcurre en el más sofisticado de los edificios inteligentes que se instaló en la ciudad: el Neanderthal, nombre que anuncia, agorero, un futuro que vincula con aquel eslabón en la noche de los tiempos.

Nos sale a recibir un portero todo‑terreno que está dispuesto a garantizar la armonía y el buen funcionamiento de esta auténtica maravilla comandada por la todopoderosa WiFi que regulará la vida de los tripulantes de esta insólita nave insignia: los vecinos.

Mumo Oviedo mixtura sus dotes histriónicas con una presencia escénica necesaria para sostener a este hiperkinético personaje, medio portero, medio presentador, showan, y especialista en armonizar a los habitantes de cada piso en circunstancias no previstas por el catálogo.

Es también una especie de relator que nos abre la puerta de ese conventillo postmoderno, donde nos encontraremos con historias conocidas que llevan el sello de otras generaciones muy distintas a las que conformaban aquellos inmigrantes que se hacinaban en reductos nada "inteligentes".

Pero la inteligencia artificial tiene su talón de Aquiles, funciona con energía eléctrica, y entonces llegarán los ya célebres apagones para agudizar el conflicto y desanudar los hilos de las máscaras que irán cayendo y demostrando la fragilidad de las relaciones humanas.

Giordano aborda un registro de comedia de enredo, con puertas que abren y cierran desde el intento del portero por explicar los contratiempos ocasionados por el corte de luz y preservar la inteligencia del edificio.

También el amor rondará este singular vecindario a partir de cartas anónimas y confesiones ocultas que alcanzarán su pico promediando la obra, en un auténtico aquelarre al estilo de la inmortal Sueño de una noche de verano, del maestro William Shakespeare, que de comedias algo sabía.

El texto podría profundizar algunas cuestiones y tensar más la intriga, para retornar fortalecido en su lograda estrategia por hacer reír. El tema provee materiales que los personajes pueden seguir desarrollando para ahondar la cuota de absurdo que la obra sugiere. Es muy cierto que las asociaciones que hace el público con una realidad que viene padeciendo desde hace años puede resultar un gancho efectivo, pero la dramaturgia debe confiar en la profundización de las relaciones entre esos exóticos habitantes de un espacio más ligado a los films de ciencia‑ficción y a un futuro más que incierto.

Nemirovsky administra el material que lo interpela como director y confía plenamente en el staff actoral integrado por Juan Pablo Yévoli, Maria Laura Silva, Maru Lorenzo, Mumo Oviedo, Romina Tamburello y Tincho Ovando, en su mayoría actores y actrices entrenados en la vertiente del humor.

Una vez más, Juan Pablo Yévoli demuestra, al igual que Mumo Oviedo, que la técnica no lo es todo y que mucho de los personajes compuestos a lo largo de su carrera tienen la impronta de quienes saben administrar la cuerda de un género tan complejo como el humor.

Romina Tamburello y Maru Lorenzo vuelven a confiar en una energía especial que disparan sus cuerpos en escena con una luz propia que bien podría llegar a opacar el peor de los cortes de luz.