Ayer falleció una de las figuras culturales más influyentes del último siglo. No murió un Beatle ni un cineasta de primera línea. Murió un historietista. Esta afirmación podrá parecer osada, pero tiene sustento. Pocos creadores contemporáneos crearon personajes tan emblemáticos, devenidos auténticos tropos culturales, como Stan Lee. Si el lector eligiera las cinco figuras más conocidas en distintos campos artísticos y saliera a la calle a preguntar por ellos, difícilmente encontraría tantas respuestas afirmativas como con el creador de Spider-Man. Algunos lo reconocerían por los cameos en todas las películas del Universo Cinemático Marvel. Al menos por el nombre de muchas de sus creaciones, que se publican desde comienzos de la década del ‘60: los Cuatro Fantásticos, Pantera Negra, el Increíble Hulk, los X-Men, Iron Man y, claro, Avengers. Si bien es cierto que parte de su labor creativa está envuelta en controversia y que una notable porción de su fama se debía una capacidad sobrehumana para acaparar capital simbólico a fuerza de relaciones públicas, su rol en el desarrollo de la historieta de superhéroes tal como se la conoce hoy es innegable. Lee falleció ayer por la mañana después de un lento languidecer de más de un año, plagado por dolencias y conflictos legales, que incluían acusaciones de “comportamiento inapropiado” con sus enfermeras.
El legado de Lee podría dividirse en tres aspectos. El primero es la consolidación de una metodología de trabajo que, aunque ya existía, tuvo auténtico éxito por primera vez bajo su ejercicio. Abrumados de trabajo y con poco personal, el Editor en Jefe Stan Lee tramaba con sus dibujantes un argumento y escribía una sinópsis rápida. A veces ni siquiera eso, una línea o una sugerencia alcanzaban. A partir de ese escaso material, y no de un guión, el dibujante ilustraba las páginas que fueran necesarias –convirtiéndose, efectivamente, en co-plotter– y se las devolvía a Lee para que introdujera diálogos y cuadros de texto. Luego pasaba a las fases de entintado y coloreado. Esto se conoció como el “método Marvel”. El problema es fácil de adivinar: con el tiempo muchos dibujantes sintieron que no se les daba crédito suficiente por sus creaciones y parte en las historias que encantaban a los lectores.
¿Y qué encantaba a sus lectores? Esa es otra de las cuestiones importantes del legado de Lee y sus compañeros: con esa generación de personajes nacieron los superhéroes con problemas “cotidianos”. Peter Parker podía trepar muros y lanzar redes, pero lo acuciaban el pago del alquiler y un jefe irascible. Iron Man era un magnate de la industria armamentística, pero era el alcoholismo que sufría el que ponía en jaque su salud y sus relaciones. Los grandes personajes del universo creado por Lee y sus congéneres eran superhéroes, sí, pero primero eran seres humanos. Y además encarnaban conflictos sociales de época (por ejemplo los X-Men, discriminados, eran los favoritos de las minorías estadounidenses). Enfrente, el gran grupo de superhéroes de la casa editorial rival, DC Comics, estaba modelado en torno al panteón del Olimpo.
Dos dibujantes en particular resentían la atención que recibía Lee en desmedro de sus trabajos: los fundamentales Jack Kirby y Steve Ditko (quien falleció este mismo año), co-creador con Lee de casi todo el universo ficcional. Ditko murió solo (su cuerpo se encontró días después), retirado de la industria pero no de la historieta (vivía de su pensión como veterano de guerra y de la venta de autoediciones por internet a sus fans). A Kirby (quien falleció en 1994) lo sobrevivió su esposa, quien juró esforzarse hasta su último aliento para sacarle cada centavo de dólar posible a Marvel por el trato injusto a su marido. Kirby, para muchos especialistas, es el mejor dibujante de superhéroes de la historia. Aquí las cosas se vuelven un poco más difíciles de dilucidar, pero el consenso general sugiere que aunque Lee sí era un creador, su principal talento residía en la invención de conceptos y especialmente en cómo presentarlos para que parecieran nuevos y atractivos. No sorprende pues que, cuando Marvel Comics estuvo cerca de la quiebra durante los años noventa, quien más rápido supo reconvertirse al nuevo modelo de negocios basado en franquicias y merchandising fue Stan Lee. No en vano había inventando las referencias en notas al pie para alimentar la venta de números atrasados y de series paralelas.
Por otro lado, a Lee tampoco le corresponde la propiedad de ninguno de los personajes que creó junto a Kirby, Ditko o los otros artistas de esa redacción. Esos derechos son, como es de esperarse, de Marvel Comics y desde hace algunos años, a su “nueva” casa matriz: Disney Co. La diferencia entre uno y otros es que mientras los segundos rompieron con la empresa, él se convirtió en su abanderado. Para algunos autores, Lee es emblema del modelo de explotación del talento ajeno, del pago por página y si te he visto no me acuerdo. De la industria cultural chupasangre. Para otros es un modelo a seguir. En Argentina mismo hay editores que en los eventos incluso instalan fotografías en las que posan felices con su ídolo.
Las controversias del último año, en tanto, son bastante más pedestres. A comienzos de 2018 hubo rumores que señalaban que el veterano historietista se comportaba “inapropiadamente” con las enfermeras que lo cuidaban en su casa en Los Angeles. Ese comportamiento inapropiado, se indicaba, incluía acoso verbal, pasearse desnudo por la casa en presencia de las enfermeras y solicitud de favores. Los abogados de Lee negaron las acusaciones y no hubo denuncias, aunque cambió la empresa que le proveía la atención y se rumoreó que se llegó a un arreglo extrajudicial. El otro conflicto en la vida de Lee se desató a mediados de año, cuando un juez dictó la orden de restricción contra la coleccionista Keya Morgan, quien había devenido cuidadora de Lee tras la muerte de su esposa en 2017. El pedido de restricción, para más datos, había sido solicitado por el abogado de Lee despedido cinco meses antes, quien acusaba a Morgan de impedir el acceso de familiares y cuidadores habituales al entorno de “The Man”.
En el balance de 95 años de vida, Stan Lee puede argumentar a su favor no pocas cosas. Construyó, al fin y al cabo, uno de los universos ficcionales más famosos, dúctiles y redituables de la cultura occidental contemporánea. Coinventó personajes icónicos conocidos en todo el mundo y por varias generaciones, incluso por aquellos que no son fans del comic. Sin dudas podría haber actuado mejor con sus compañeros. En esto quizás olvidó sus propias palabras, la mejor lección que el Tío Ben le dio a Peter Parker: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.