El papa Francisco diferenció ayer el significado del término populismo en América Latina, donde lo identificó con “el protagonismo de los pueblos”, con su sentido europeo, que ejemplificó con el nazismo alemán y la figura de Adolf Hitler, quien “no robó el poder: fue votado por su pueblo y después destruyó a su pueblo”. Durante una extensa entrevista con el diario El País, de España, Jorge Bergoglio pidió prudencia ante las alarmas desatadas por la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos (“hay que ver qué hace, no podemos ser profetas de calamidades”) aunque advirtió que “en momentos de crisis no funciona el discernimiento” y los pueblos buscan “salvadores” que les devuelvan la identidad “con muros y alambres”.
La explicación sobre el populismo se produjo cuando los periodistas aludieron a “formaciones políticas” que “aprovechan el miedo de la ciudadanía a un futuro incierto para construir un mensaje de xenofobia, de odio hacia el extranjero”, que identificaron con el flamante presidente Trump y los casos de Austria y Suiza. “Es lo que llaman los populismos, una palabra equívoca porque en América Latina el populismo tiene otro significado”, arrancó el Papa. “Allí significa el protagonismo de los pueblos, por ejemplo los movimientos populares. Se organizan entre ellos”, explicó. Como ejemplo típico de populismo en sentido europeo, mencionó a la Alemania nazi. “Después de (Paul von) Hindenburg, la crisis del 30, Alemania destrozada, busca levantarse, busca su identidad, busca un líder, alguien que le devuelva la identidad y hay un muchachito que se llama Adolf Hitler y dice ‘yo puedo’, y toda Alemania vota a Hitler”, recordó. “Apareció este líder carismático que prometió darles una identidad, y les dio una identidad distorsionada y ya sabemos lo que pasó”, agregó.
A partir del caso alemán, destacó que “en momentos de crisis no funciona el discernimiento” y resumió el razonamiento que permite el surgimiento de liderazgos expulsivos de inmigrantes y minorías: “Busquemos un salvador que nos devuelva la identidad y defendámonos con muros, con alambres, con lo que sea, de los otros pueblos que nos puedan quitar la identidad. Y eso es muy grave”, advirtió. “¿Las fronteras pueden ser controladas? Sí, cada país tiene derecho a controlar sus fronteras, quién entra y quién sale, y los países que están en peligro –de terrorismo o cosas por el estilo– tienen más derecho a controlarlas más, pero ningún país tiene derecho a privar a sus ciudadanos del diálogo con sus vecinos”, destacó.