El título del nuevo libro de Claudia Amigo, doctora en Psicología y psicóloga clínica, contradice una tendencia: ¡De esto sí se habla! (Editorial Letra Viva). Justamente de lo que no se habla, pero sí lo hace la investigación de Amigo, con la rigurosidad que el tema necesita, es lo que figura en el subtítulo del libro: “Abuso sexual en bebés”. Se trata de un tema tabú, silenciado socialmente, pero eso no significa que no ocurra. El libro es el resultado de la tesis de doctorado de Amigo, también presidenta de la Asociación Argentina de Salud Mental, sede Bahía Blanca, perito de Justicia y decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Salesiana, que contó con la colaboración de Alicia Oiberman. En el comienzo de su texto, la investigadora establece una mirada histórica y jurídica del abuso sexual infantil, luego presenta un pormenorizado marco teórico para entender esta gravísima problemática, hasta que finalmente expone la investigación que realizó en Bahía Blanca.
En el trabajo de investigación se examinaron 13 bebés (10 de sexo femenino y 3 de sexo masculino) entre 8 y 36 meses de edad, que fueron víctimas de abuso sexual infantil, y 33 bebés no abusados sexualmente del mismo rango de edad, del partido de Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires). Se compararon los resultados de los niños abusados sexualmente con los no abusados, en el mismo rango de edad, y a sus progenitores para investigar la existencia de nuevos indicadores de detección de abuso sexual en la primera infancia. También se compararon los resultados de los niños abusados por incesto paterno con los niños abusados de manera incestuosa pero por personas que no cumplen el rol paterno, y a los niños abusados de forma intrafamiliar con el único caso extrafamiliar.
Amigo señala que es una falsa creencia considerar que el abuso sexual infantil es propio de los tiempos actuales. “Se está teniendo más conciencia, se está investigando de una manera científica, metodológicamente, pero no es una problemática sólo de nuestro tiempo”, comenta. Y lo ejemplifica: “Podemos ubicar casos de abuso sexual en niños desde la antigüedad. Por ejemplo, tenemos relatos en la Biblia sobre Lot, cuyas hijas lo emborracharon para poder tener hijos. Esto es incesto, una forma de abuso sexual. También podemos encontrar en El banquete, de Platón, un párrafo en el cual hace mención a que los niños, cuando eran abusados, se volvían más viriles, mejores soldados y con el tiempo mejores políticos; es decir, se avalaba en aquel entonces la paidofilia”, indica Amigo.
–Si bien el libro da varias respuestas, ¿qué podría decir acerca de qué lleva a un padre o a una madre a abusar de su bebé?
–Hay distintos factores. Se ha considerado, por ejemplo, el factor cultural. Estamos en una sociedad patriarcal, así que estadísticamente el mayor número de abusadores son varones. También el contexto ambiental, por ejemplo, el aspecto familiar, familias abandónicas o también con antecedentes abusivos. Pero, en realidad, podemos considerar que hay varias personas que han pasado por situaciones traumáticas en su infancia, que han tenido familias abusadoras, que pueden ser adictos pero no por ello todos resultan abusadores. Si bien tenemos que tener en cuenta estos aspectos como factores de riesgo, actúan otros factores en el abusador. Primero, hay una identificación con la sexualidad y las emociones del niño. Entonces, busca el placer por medio de una regresión sexual con niños. El abusador también tiene baja autoestima. Entonces, el ejercicio de poder sobre un niño y en este caso sobre bebés le genera mayor poder. Podríamos decir que agranda su yo, fomenta su narcisismo. Simultáneamente, el otro factor que se tiene que dar es una falla en la atribución del pensamiento. Toda manifestación afectiva de un niño es interpretada como una provocación. Y el otro factor que también tiene que darse de forma simultánea es el desbloqueo de las inhibiciones.
–Usted menciona que se deben vulnerar barreras de inhibición interna, externa y de resistencia de la víctima. ¿Cómo se vulneran todas estas instancias?
–La inhibición interna puede ser, por ejemplo, a través del alcoholismo, o adicciones a otras drogas; la externa con aprovechar el momento en que el bebé no está siendo cuidado o bien que pertenece a familias abandónicas. Y el poder saltear la resistencia es por medio de la amenaza, de la seducción. Esto es con los niños mayores. En realidad, en el caso de los bebés no hay todo este mecanismo de seducción, de amenaza propiamente dicha porque el bebé no es portador de palabra. Y el abusador lo que busca a través de la amenaza y la seducción es silenciar al niño.
–¿Cómo es la estrategia para el caso del bebé?
–Directamente se apropia del bebé como objeto pasivo, como objeto sexual. Estoy hablando en relación a poder saltear esta resistencia.
–En el libro, usted recupera una exposición del psicoanalista Sándor Ferenczi, quien en un Congreso de 1932 señaló que los adultos con predisposiciones patológicas confunden los juegos y conductas de los niños con los de una persona sexualmente adulta. ¿Cuánto de esto se puede corroborar en la práctica?
–Esto se puede comprobar a partir de las escuchas clínicas de personas que han abusado. Podemos investigar más sobre el psiquismo, el trauma, las consecuencias en la víctima antes que en el victimario porque tenemos que tener en cuenta que los abusadores niegan que son abusadores. Entonces, se vuelve más difícil investigar científicamente.
–¿Qué mecanismos psíquicos se ponen a funcionar en una persona que se siente estimulada sexualmente por un bebé?
–Además de la identificación con una sexualidad infantil que mencioné, también está atravesado por una búsqueda del placer sádico. Tengamos en cuenta que los bebés, cuando son abusados corren mayor riesgo de muerte que los niños de 3 años en adelante. Siempre digo que agradezco poder atender a los bebés abusados porque han sobrevivido. De los 13 bebés abusados que pude tratar en dos años siempre agradezco que estén con vida porque también tenemos que hablar de los que no pueden sobrevivir a esto.
–¿En el abuso sexual de bebés también se corresponde, como en otros casos de abuso, que el deseo sexual del agresor es, a la vez, un deseo de poder?
–Siempre el abuso sexual es un abuso de poder y es un abuso de confianza porque el que abusa es un conocido del bebé o del niño. Generalmente, los abusos son intrafamiliares o bien por algún allegado de la familia. Así que también es un abuso de autoridad. Y de confianza porque las personas que lo tienen que cuidar y en quienes el bebé busca el apego son las mismas que abusan, en otros casos con cómplices y en otros casos no llegan a tiempo. Por ejemplo, hay madres que no saben que el bebé está siendo abusado por el padre o por el padrastro. Sin embargo, en el bebé vamos a observar un apego totalmente evitativo, también a la madre porque no lo está cuidando del peligro. Hablo de la posición del bebé.
–¿Cómo experimenta desde lo psicológico el bebé cuando acontece el episodio abusivo teniendo en cuenta que no está constituido todavía su aparato psíquico?
–Justamente como no está constituido totalmente su aparato psíquico está más cerca de lo que es biológico. Entonces, predomina un cuerpo biológico, cuyos síntomas se van a observar fundamentalmente en las manifestaciones corporales, si es que sobrevive. Y tenemos también otros indicadores que no son solamente los psicosomáticos sino como conductas sexuales inapropiadas, juegos inapropiados para la edad, y la conducta defensiva ante el cambio de pañal. Estos serían indicadores observables. Luego, también lo podemos detectar a través de técnicas psicológicas pero que tiene que aplicarlas un profesional. Aparecen indicadores en el desarrollo psicomotor y cognoscitivo diferentes a los bebés que no son abusados. Y con respecto a cómo interfiere psíquicamente es un gran impacto en el cuerpo y un gran impacto en este psiquismo que se está constituyendo. Por eso, el trauma va a ser más intenso que en los niños de 3 años en adelante porque todavía no se ha constituido la capacidad simbólica para poder tramitar el trauma.
–¿De qué manera afecta el abuso sexual el desarrollo integral de un bebé y sus relaciones?
–En el desarrollo psicomotor hay un descenso. Por ejemplo, varios bebés abusados aprenden a caminar más tardíamente, van perdiendo el equilibrio con más facilidad los que han aprendido a caminar precisamente porque no pueden sostener el equilibrio al no tener la incorporación de una madre suficientemente buena, como decía Winnicott. Entonces, para poder caminar con seguridad, para no perder el equilibrio, para poder lograr la motricidad fina y gruesa es necesario la incorporación de una figura que le dé estabilidad, que le dé seguridad. Con respecto al desarrollo cognoscitivo en los bebés abusados existe retraso porque están atravesados por el trauma. Por ejemplo, un bebé a los 20 meses puede empezar a realizar una combinación mental, como poner una cadenita adentro de un tubo. Lo que hace el bebé abusado es succionar en forma compulsiva el tubo, más que realizar la combinación mental. Lo que sucede es que para lograr esta combinación mental es necesario primero buscar un objeto y muchos bebés no pueden buscar un objeto porque para buscarlo hay que ser un sujeto activo. Y el bebé no deja de ser un objeto pasivo para un otro, está para complacer a un otro. Entonces, los ítems de la escala de inteligencia van a dar descendidos porque van a estar tranversalizados fundamentalmente por indicadores de proyección de su trauma.
–¿Por qué señala en el libro que los niños abusados sexualmente pueden transformarse en criaturas psicológicamente muertas?
–Porque devasta la estima. Entonces, tienen dificultades para tomar iniciativas. Esto se observa en los bebés abusados. La iniciativa la toma el abusador, no el bebé. Esto se puede observar hasta en el juego. El bebé espera qué objetos de juguetes elige un otro. Le cuesta conectarse con el juego y con los juguetes. Si esto lo llevamos a edades más avanzadas, el poder expresar sus pensamientos, sus sentimientos, el poder valorarse a sí mismo son consecuencias de los abusos. Es como estar muerto en vida. Y esto lo manifiestan personas adultas que han sido abusadas en su infancia, incluso con la dificultad también de poder establecer una relación de pareja en varios casos sin tener dificultades sexuales. Y también les invade el sentimiento de culpa. Piensan por qué no lo pudieron haber evitado. Si bien esto lo pueden pensar desde la idea de que eran chicos que no se podían defender de un adulto, igualmente siguen con este sentimiento de culpa, que es uno de los aspectos más difíciles de poder trabajar en terapia. Y lo que hay que agregar es que con el tiempo lo que produce un impacto en el psiquismo es cuando no se le cree al niño. La mayoría de los pacientes que he atendido, que han sido abusados en su infancia, no perdonan que no les hayan creído. Incluso, muchos dicen que les ha traumatizado más que la madre, el padre o algún familiar no les haya creído que la propia situación abusiva.
–¿Por qué el abuso sexual es el maltrato infantil menos denunciado?
–Porque se hace muy difícil detectarlo, en parte. Y, en parte, porque todavía es para muchos un tabú. Muchos no pueden imaginar que un bebé pueda ser abusado. Y en otros casos es porque hay personas que no se quieren comprometer porque saben que denunciar luego implica, por ejemplo, tener que dar su testimonio en un juicio oral. Y también, el temor a ser amenazados. Personas que han detectado abuso me han dicho si no podía denunciarlos yo en lugar de ellas.
–¿Las experiencias sufridas por un padre o una madre en su infancia incrementan un riesgo potencial o esto es un mito?
–Es un riesgo potencial. En la muestra, el 80 por ciento de las madres de los bebés abusados fueron abusadas en su infancia. Es un riesgo potencial más que un mito porque la mujer que ha sido abusada naturaliza o puede terminar negando el hecho. Vale aclarar que madres que han sido abusadas, por esta experiencia pueden estar alertas, pero tenemos a otro grupo de madres abusadas en su mayoría que, justamente como el abuso ha estado naturalizado, terminan por no darse cuenta o por naturalizar el abuso.