Desde Roma
Conseguir la paz en Libia, un país que desde el asesinato de su líder Muamar Khadaffy en 2011 vive una crisis desastrosa, con al menos dos gobiernos, uno en Trípoli reconocido por Naciones Unidas, y el otro en Tobruk, además de decenas de tribus y grupos armados, es una tarea complicadísima. Y esto lo sabe la ONU que desde hace años intenta llevar adelante un proceso de paz en el país nordafricano. Y lo saben los franceses que en mayo hicieron una conferencia sobre Libia, llegando a un acuerdo para hacer elecciones en diciembre luego postergadas al año próximo. Y lo sabe Italia, que supo tener muy buenas relaciones con Libia en tiempos de Khadafi y Silvio Berlusconi (el 25 por ciento del petróleo que llegaba a Italia entonces era libio) y mucho antes también; en tanto Libia –o parte de ella– fue una colonia italiana entre 1911 y 1947, cuando Italia estaba gobernada por el rey Victor Manuel II y después por el fascista Benito Mussolini.
Pero el actual gobierno italiano, de la derechista Liga y el anticonformista Movimiento Cinco Estrellas (M5S), presidido por el primer ministro Giuseppe Conte, está convencido de que algo se puede hacer por el país africano, porque pacificar y organizar esa nación significaría no sólo evitar una eventual avanzada de los extremistas islámicos hacia Europa y mejorar los negocios con el país petrolero, sino también menos traficantes de seres humanos y menos inmigrantes que llegarían a Italia –el país europeo más cercano a Libia– desde los puertos libios, como sucede ahora.
Por estas razones Italia organizó un encuentro de poco menos de 24 horas en Palermo (capital de Sicilia), entre los dos principales líderes libios, Kayez al Serraj, del reconocido gobierno de Trípoli, y el general Kalifa Haftar, jefe del ejército nacional libio y hombre fuerte del gobierno de Tobruk, además de mandatarios y ministros de 30 países, entre ellos el canciller francés Jean Yves le Drian, el presidente egipcio Abdel Fattah Al-Sisi, el primer ministro ruso Dmitri Medvedev y representantes de la ONU, del Banco Mundial y de la Unión Europea.
Cuántos resultados se consiguieron es difícil decirlo, porque en tratativas de esta naturaleza los resultados no son inmediatos. Además no hubo ni siquiera un documento final, como se suele hacer en estos casos, porque la delegación de Tobruk se opuso a algunos contenidos de esa declaración. Se sabe que las diferencias entre Trípoli y Tobruk son numerosas pero al parecer recientemente ha influido el levantamiento del embargo para la compra de armas concedido por la ONU a Trípoli pero no a Tobruk.
Al menos, y esto sí ha sido apreciado como positivo, el primer ministro Conte se reunió cerca de una hora con los dos principales líderes libios y a los tres se los vio muy sonrientes en una foto que luego se hicieron dándose la mano. De ese encuentro en Villa Igiea de Palermo participaron también ministros de Francia, Argelia, Egipto, Túnez y Rusia además de los enviados de la ONU, Ghassan Salamé, y de la Unión Europea. Según el enviado de la ONU Salamé, esta reunión en Palermo “ha sido un éxito” y “una piedra fundamental” para la conferencia nacional que se realizará en Libia en los primeros meses del 2019.
“Hemos querido promover esta conferencia para ayudar a Libia. Pero siempre respetando sus decisiones. Ninguna solución puede ser impuesta desde el exterior”, dijo Conte al inaugurar la conferencia. “Contribuir a mejorar la seguridad del país es crucial, no sólo para que se concreticen las elecciones programadas sino también para mantener alta la atención sobre los problemas que todavía afligen al país, como la amenaza terrorista, sobre todo en el sur. Terrorismo y lucha contra los traficantes de seres humanos representan los desafíos comunes y deben permanecer al centro de las prioridades de la comunidad internacional”, añadió el primer ministro italiano, colocando a las ONU como la “estrella polar” del plan de acción reorganizado que el representante Salamé presentó al Consejo de Seguridad de la ONU y que Italia apoya.
Por su parte el general Haftar - del que se dice cuenta con el apoyo de Rusia, Egipto y Arabia Saudita -, en declaraciones a una televisión libia en Palermo, dijo que su país está siempre en estado de guerra” y que necesita controlar sus propias fronteras. “Tenemos fronteras con Túnez, Argelia, Niger, Chad, Sudán y Egipto. Las migraciones ilegales vienen de todas partes y esas migraciones favorecen el ingreso de milicianos y terroristas islámicos. Los gobiernos de esos estados tienen que ayudarnos, controlando al menos sus propias fronteras”, añadió Haftar.
“La situación de Libia no es fácil porque desafortunadamente está todavía ligada a los dramáticos eventos de 2011 (derrocamiento y asesinato de Khadafi), orquestados directamente por nuestros partner de la Unión Europea y Estados Unidos además de otros países”, dijo en la conferencia el primer ministro ruso Dmitri Medvedev. “Todos los sectores de Libia –concluyó– tienen que llegar a un compromiso porque de lo contrario la situación explotará de nuevo. Estamos decididos a hacer todo lo posible para garantizar una paz duradera en Libia y evitarle a otros países este trágico destino” así como “participar en la reconstrucción de la economía y el mejoramiento de las condiciones sociales de Libia”.
Si algo quedó claro por lo que trascendió de la conferencia, es que por ahora todos los sectores apoyan el proyecto de la ONU. “No existe una solución militar -declaró el enviado de la ONU, Ghassam Salamé - sino exclusivamente política. La crisis de legitimidad (entre los dos gobiernos existentes en Libia) no se resolverá acusándose permanentemente. Por eso el primer escalón será el encuentro programado en territorio libio en 2019 para luego decidir los pasos sucesivos”.
Además de la falta de declaración final, otro hecho insólito le puso su toque a la conferencia: el vicepresidente turco Fuat Oktay se fue antes de que terminara, casi ofendido, porque al parecer no fue invitado al encuentro multilateral con los dos líderes libios. “La crisis en Libia no se resolverá si algunos pocos continúan a frenar el proceso político por sus propios intereses. Los que han creado las actuales condiciones en Libia no pueden ser los que salven el país”, declaró, aludiendo a la responsabilidad de varios países europeos en la caída de Khadafi.