En su pionero, increíble y agotadísimo libro Fiestas, baños y exilio, en el que relatan avatares aventuras y desilusiones varias de la comunidad GLTB de Argentina durante el Proceso, las autoras, Modarelli y Rapisardi muestran una vida de miedo, ocultamiento y desesperación. Para las que éramos más jóvenes y, sin dudas, más taradas, más miedosas, que las entrevistadas en ese libro, esa época quedó marcada por otro delito: la llegada de Queen a la Argentina. Todo estaba mal ahí (¡y todo estaba tan bien!). Esos mismos protagonistas del show, se entrevistaban con el presidente Viola, en fin... un miedo... El recital, tenía como visita especial a Diego Maradona, dando sus primeros pasitos como héroe y patotero. Muy poco después la Argentina le declararía la guerra a la monarquía de la que venía esa “Reina”. 

ESE NO SÉ QUÉ

Muy pocos entendíamos la letra de las canciones. Y las tarareábamos (afinadas, eso sí, hasta el punto de que hasta el mismo Freddie quedaba atónito de lo lindo que le regurgitábamos la melodía que no sabíamos ni un pito de qué trataba). Bueno, ¡qué quieren! Era muy difícil comprender que la letra de “Rapsodia bohemia” (ese himno al… no sé qué) se trataba en realidad de la historia de un muchacho que vuelve a la casa de su madre para explicarle que acababa de matar (las que quieran escuchen “penetrar con arma de fuego”) a un hombre y que ahora se encontraba con los demonios con los que se enfrenta un asesino y muchas más cosas. Pero sobre todo, entre la mezcla que tiene la canción de confesión de asesinato en balada, y épica sinfónica de Opera, era muy confuso para entender. La barrera era lingüística pero también cultural. Tampoco los ingleses que entendían la letra podían entender que se trataba de la penetración entre dos hombres pero no con bala, o sí con bala, o era una cosa medio Jean Genet, mezclada con Il Trovatore, en la que el Diablo hace el papel del súper yo o de la policía. Qué sé yo. Sería fácil decir, andá a preguntarle a Freddie. Pero todas sabemos que Freddie ya no está y que el motivo por el que no está tiene que ver con la misma confusión que él tenía en la cabeza cuando escribió la canción y con la que teníamos todas. Hoy mismo sería discutible, aunque creo que bastante obvio, decir que Rapsodia Bohemia es una de las canciones más gays del universo apenas después de “Over the Rainbow” cantada por Judy Garland. O si quieren lo pensamos así: Rapsodia bohemia sería como El Mago de Oz vista desde la perspectiva de la Bruja Mala del Este. 

EL CLOSET DE CRISTAL

Lo interesante, en todo caso, es que el mismo Freddie vivía, en su Inglaterra celebrada, un mundo de miedo, opresión y vergüenza igual al que nos estaba destinado a nosotras: era gay. Y el closet de cristal desde el que nos hablaba, para las insulares latinas era demasiado opaco. Estábamos en nuestros propios cucos y no hubiéramos descifrado nada de lo que él metía en jeroglífico. Y si nos apuramos un poco, nadie lo podía hacer en esa época. O todos lo hacían y nadie decía ni mu, qué sé yo. Porque Donna Summer en ese momento decía que lo que estaba buscando era la cosa caliente y hasta la angelical Olivia Newton John en determinado momento decía que quería que la cosa deje ser platónica y que pasemos a lo físico. Y casi toda la música que escuchamos era metáfora de cosa prohibida; en inglés y en Argentina era la época de la metáfora, la sugerencia, la estilización que ocultaba, y, el elitismo de la comprensión. Porque el comprender era para pocos. Ahora “Rapsodia bohemia”, además de la canción/himno/objeto cultural queer, es la peli (lavada y pasada por el suavísimo siglo XXI) que cuenta la vida de Freddie, que es la vida de un muchacho bastante conservador que le gusta lo que nos gusta a todas (la música, la moda, el glam y salir de gira y reventarse en orgías varias con cuanto choma y narcótico tengas a mano). Como era de esperarse, esta versión de la vida de Freddie es tan moral (tipo: se te fue la mano, che) tan pudorosa (tipo mostrale la entrada al dark room pero no qué se hace) y tan cuidadosa de las susceptibilidades (tipo, la parte de la enfermedad no la mostramos, sino mediante tres canciones al hilo que te sugieren que el tiempo pasa y el chabón tose mucho y nosotros tenemos buen gusto) que casi es insoportable. De hecho en la película jamás se dice una palabra sobre el sentido de esa canción. “Soy un pobre pibe, no necesito compasión, porque soy muy fácil…”, grita Freddy, pero en la película el problema es que la canción es larga y que la grabación consume tiempo y otros temitas técnicos.

SILENCIO Y MUERTE

En Rapsodia bohemia (la película) todo es confusión, pero la de este siglo. Y bajo la forma del “respeto” a la vida privada del artista (¡pero es una biografía!), se cuenta una vida lavada y amable, tan  pulcra y santa, que hace que The Queen, la miniserie de Netflix que cuenta la vida de la verdadera Queen Elizabeth parezca una hecha por Fassbinder. En ese laberinto oscuro se cuenta la vida de Freddie Mercury, pero nada es controversial, salvo estupideces como que la canción es larga, o que se pone celoso de que la ex novia le presente un filito. La escena que mejor muestra la ideología de la película, la de la apropiación cultural hollywoodense de un producto que antes no pudo captar y la confusión en la que vivíamos todos es la escena en la que su manager y proveedora de drogas y chongos lo deschava en un medio masivo y un escena después una angelical periodista lo acorrala con la pregunta más fatal de todas las preguntas el universo, la que lo debilita y o consume más que el sida: “Freddie, inquiere la princesita, ¿cuál es su sexualidad?”. Y eso desata una escena de pánico y terror de zozobra y desasosiego. Escena hecha para que nosotros, el púbico, vea la violencia de la que nuestro héroe es víctima. Pero claro que no se dice que el secreto en el que nuestro protagonista vive es un secreto muy complejo y muy capitalista, porque en ese mismo momento los grupos más radicales de lucha contra el sida (a los que Freddie jamás prestó ni un gramo de pública atención) salían por las calles vociferando: “SILENCIO = MUERTE”. 

En fin, es una película que muestra una época en la que todo es difícil. Pero eso sí: la película en todos los casos supera con frivolidad, silencio y vestidos preciosos  el riesgo de decir algo mínimamente controversial, beligerante o reflexivo. Un día antes de morir (un día, sí) Freddie emitió un comunicado diciendo que sí, que estaba enfermo de sida y que se solidarizaba con quienes padecían la enfermedad en todo el mundo, y que lo hacía por la enorme presión que la prensa había puesto en su paradero últimamente. 

En esta peli hay gente bien vestida de época de antes de ayer (que es lo que se dice de una película cuando no tenés nada que decir, pero se hizo con mucha plata) con ropa sacada de los mejores negocios de ropa de segunda de Londres,  y actuaciones memorables (que es lo que se dice en el Oscar cuando querés decir que la narración no te movió un pelo, pero el pibe estaba bien maquillado). Pero ni bien empezó a filmación, parece que los productores, los actores y el director que se había contratado (Brian Singer, el de Los sospechosos de siempre) se pelearon y la película terminó dirigida por otro. Pero Brian Singer figura como director porque queda bien y aparte porque el contrato decía que iba a ser así.  Para que veamos hasta qué punto estamos frente a un paquete completamente inocuo de imagen y sonido. Sobre ese fenómeno cultural, Queen, todavía no se dijo nada… y no es que no haya nada que decir, porque el tema del rock sinfónico, el borde glam que le pone Freddie a la banda, el doublé entendre de la mayoría de las canciones, cuando no el tortazo políticamente incorrecto (“chicas culonas, ustedes hacen que el mundo gire”) todo eso da para hablarlo mucho y se ha dicho muy poco. 

Uno de los libros pioneros de los estudios queer en la historia trabaja con el tema de la relación entre la diva de ópera y su muchacho gay. El libro se llama La garganta de la Reina. En ese libro Koestenbaum sugiere que hay una estrecha relación entre la fellatio y la coloratura de la soprano como parte del sacrificio de la garganta. El libro apareció en 1993 apenas dos años después de la muerte de Freddie y apenas después de su dueto con Montserrat Caballé, de la que la película no dice ni mu… pero en “Rapsodia Bohemia”, Freddie canta: “¿y te pensás que podés lapidarme y escupirme en el ojo? Te pensás que podés amarme y dejarme morir, no baby, no podes hacerme esto... Tengo que salir, tengo que salir de acá”.