“Estado no te quiero en mi casa, mis hijos no te pertenecen”, rezaba uno, de los muchos carteles, de la concentración del sábado 10 de noviembre de los grupos anti derechos en Lima, la capital de Perú. Los globos rosas y celestes (como si la binariedad cromática festejara su estándar fetiche) se multiplicaban en una caravana de coches que llegaban a más de veinte cuadros de aparato religioso evangélico con consignas que ya llegaron a la Argentina (post votación contra el aborto legal, seguro y gratuito en el Senado de la Nación el 10 de agosto) con la bandera de “Con mis hijos, no”. La palabra democracia queda demonizada con el avance de la nueva triple A latinoamericana (anti derechos, anti aborto, anti democracia) y lo de anti democracia es literal: “No quiero familias democráticas, quiero una familia de verdad”. Y, además, anti intervención del Estado”. Así decía una de las pancartas de la caravana de taxis, bicitaxis, motos y camionetas seriadas y uniformadas: “Estado, deja a mi familia en paz”.
La caravana anti derechos en Lima deja a la vista la organización, masividad y literalidad de las consignas que se propagan como una cadena de Mc Donalds conservador en donde el combo es pedir menos aborto y educación sexual y la oferta trae un retroceso del rol del Estado para generar justicia social e igualdad de oportunidades. El combo de colores, consignas y apoyo monetario no es casual, sino un franchising ideológico de la nueva derecha latinoamericana en toda la región. Las alianzas de sectores de la política, el evangelismo fundamentalista, la financiación corporativa y a través de diezmos, el avance de las nuevas derechas contra los derechos sexuales y reproductivos, el aborto legal, la identidad de género, el matrimonio igualitario, la educación sexual, entre otras cosas.
Pero, además, el reclamo específico para el retroceso del Estado no es solo una proclama contra la educación sexual, sino una forma de volver a reivindicar el monopolio paterno en las decisiones familiares y, principalmente, el coto a los avances contra la violencia de género y el abuso sexual que suceden (fundamentalmente) en los hogares y por parte de familiares. Si el Estado retrocede ya no se podría (o quedaría restringido) denunciar o intervenir en la violencia física, psicológica y sexual dentro del hogar. Y si en la escuela no se habla de educación sexual ni perspectiva de género las chicas y chicos no tendrían oportunidad de hablar sobre el maltrato que sufren cuando se cierra la puerta y se pone la llave.
Un ejemplo explícito que el retroceso en educación sexual va de la mano de mayor impunidad a la violencia machista es el caso de la Iglesia Cristiana Pentecostés del Movimiento Misionero Mundial (MMM) una iglesia evangélica que en Perú promovía que las mujeres no denuncian violencia de género, sino que recen con el hashtag #JesúsTeCambia y en donde se veían fotografías en donde un hombre maltrataba a su esposa, después lloraban y luego se abrazaban. La escena podría delatar el clásico proceso de luna de miel donde un golpeador primero pega y después se arrepiente y pide perdón. Pero el ciclo se repite. Y no se sale de la violencia sin tratamientos específicos contra la violencia machista y con perspectiva de género. En cambio, el Movimiento Misionero Mundial sentencia: “Solo Jesús pudo hacer una verdadera transformación en la familia de Juan”. Por lo que no solo espantan a las mujeres de realizar la denuncia, sino que dicen que tienen la exclusividad de una solución irreal.
“No quieren una familia democrática. Están idealizando a las jerarquías y por eso este mensaje es super pernicioso. La única ideología de género perniciosa es el machismo, no el feminismo”, dijo la antropóloga feminista Ángelica Motta, en el panel “Hablemos de género”, realizado en la Feria del Libro Ricardo Palma, en Lima, el sábado 10 de noviembre a las 18 horas. Pero, además, ella apunta a una lectura post triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil y que amplía la idea que los grupos anti derechos solo quieren limitar la Interrupción del Embarazo. En realidad, se trata de un plan continental económico, político y cultural. “Decir que tienen temor por sus hijos es una estrategia para consolidar una fuerza que llegue al poder y que no tiene que ver solo con la agenda feminista, sino también con un discurso económico. Dicen que la ideología de género es estatismo con la idea de volver a promover el fantasma comunista y de los niños como propiedad privada. Buscan una sociedad con desigualdad y exclusión”.
El caso de Perú es un ejemplo de que no se trata de sectores neutros, sino de la reinvención de la política de derecha con el fogoneo anti sistema y anti político. La antrópologa también evaluó: “No es casual que ahora que el fujimorismo hace aguas salen a marchar los ConMisHijosNoTeMetas, se está gestando un vacío político que sin duda quieren empezar a llenar. Siempre fueron un proyecto político, disfrazado de padres preocupados, y ahora andan envalentonados con el triunfo de Bolsonaro”.
En Peru los carteles anti derechos apuntan directamente al presidente Martín Vizcarra y lo increpan a reducir sus funciones de gobierno: “Vizcarra no te ocupes de mi familia, ocúpate de la tuya”; “Vizcarra a mi nadie me consulto. Familias fuertes”; “Vizcarra ocúpate de tu familia, de mi familia me ocupo yo” y “Vizcarra tu trabajo es gobernar, no ideologizar”. Su intención aparente es quitar la educación sexual y lo que tildan ideología de género de la curricula escolar y de toda perspectiva pública. Pero en la apelación presidencial piden recortes de la intevención del Estado en el derecho de chicas y chicos a pedir anticonceptivos, conocer sobre su cuerpo o denunciar abusos, entre otras cosas.
Pero no se trata solo de un grupo anti derechos sexuales y de género. En las consignas anti Estado y anti Democracia los grupos anti derechos develan que, detrás de la idea de retrotraer la historia a valores familiares más conservadores, se esconde un plan económico, político y social con menor intervención estatal y mayor represión y control social. Las consignas que se paseaban por el centro histórico de Lima entre babuzelas (similares a las trompetas del mundial) amarillas, varones que conducían en trajes (simil tocadores de timbre de domingo) y autos, taxis y camionetas seriados son explícitas: “No es homofobia, es protección a mis hijos”; “La educación sexual de mis hijos es mi responsabilidad”; “No es religión, es convicción”; “A todos los que quieren distorsionar la mente de nuestros hijos con mis hijos no te metas”; “Yo estoy a favor del diseño original”; “No a la perversión”; “No al derramamiento de sangre: aborto”; “Papá y mamá se encargan de la educación de sus hijos”. Mientras que en un auto con el lema “Santidad a Jéhova de los Ejércitos” se proclamaba: “El sexo lo hizo Dios, pero dentro del matrimonio. A los fornicarios los juzga Dios”.
En Argentina el voto contra el aborto legal en el Senado de la Nación le abrió la puerta a los sectores anti derechos. Pero nuestro país era clave para reclamar aborto legal en toda la región. Y es un ejemplo de como la Educación Sexual Integral fue una de las herramientas que empoderó a las adolescentes que hoy forman parte de una revolución de las hijas. En este sentido, Motta cruza la experiencia argentina con su efecto latinoamericano: “Los conservadores quieren evitar lo que paso en Argentina y por eso quieren bloquear los avances en igualdad. La marcha de Ni Una Menos (que llego de Argentina a Perú), hace dos años, fue multitudinaria y eso ayudo a que los medios den más información sobre violencia”.
Por su part, Micaela Tavara, lesbiana, artivista, feminista y fundadora de Trenzar apunta sobre el avance anti derechos: “La palabra género asusta, le tienen miedo, se achicopalan y también la odian. Las Iglesias y la derecha conservadora se han unido para movilizarse en contra de la educación con enfoque de género. En los últimos debates en el congreso peruano la bancada fujimorista plantea por medio de un proyecto de ley quitar la palabra género de los textos educativos. Y uno de sus más grandes voceros en esta marcha, el ex general Edwin Donayre está siendo acusado por la Corte Superior de Justicia por apropiación ilícita del combustible de las Fuerzas Especiales”. No se puede leer la politización de los anti derechos sin una mirada política del contexto. “La campaña #conmishijosnotemetas avanza de manera avasalladora en un contexto de un país post guerra interna reciente, con un movimiento social fragmentado, engañado y dolido. Somos hijes y nietes de la guerra interna con una generación de padres y madres asesinados tanto por la dictadura fujimorista como por Sendero Luminoso. Nosotras hemos crecido con el miedo de salir a las calles y protestar con el recuerdo de la ausencia del tío o tía asesinado y nunca mencionado en la mesa de la cena navideña o en la casa de la abuela, por eso hoy nos cuesta sostenernos, porque aún a algunxs de nosotrxs nos duele a la generación de hoy que tiene entre 26 y 36 años. Pero la generación de chicos y chicas de 16 a 26 años ha crecido sin miedo. Para nosotres esos dos componentes no pueden estar desligados, ya no nos imaginamos esas luchas aisladas sino más bien las hemos hecho hermanas, las que luchaban y luchan por la memoria y contra la dictadura y el terror somos también las mismas que hoy luchamos por el aborto bajo todas las causales y, si pues, así como gritamos : Por Memoria, Justicia y Dignidad gritamos también educación seual para decidir y aborto legal para no morir. Pero lxsmismxs que estilizaron forzadamente a más de 2074 mujeres campesinas y quechua hablantes, son los mismxs que hoy no permiten la educación con enfoque de género ni la legalización del aborto”.