A mediados de los ‘70, cuando el Bowery neoyorquino hervía de actividad musical, Deborah Harry ya tenía una larga trayectoria detrás de sí. Aunque no muy exitosa, por cierto: había sido conejita de Playboy e intentado suerte con el grupo The Stilettos. Y no parecía que la suerte fuese a cambiar mucho con Blondie, la banda que armó con su pareja de esos años, Chris Stein: eran demasiado pop para el resto de las bandas del CBGB’s –donde compartían escenario con Ramones, Television, Patti Smith y Talking Heads– y demasiado ásperos para consagrarse en el mainstream. Pero, claro, contaban con varias cartas para jugar, desde la mirada desafiante de Debbie justo arriba de los mejores pómulos posibles, hasta la capacidad de Stein para meter dentro del juego de la new wave géneros como la música disco (“Heart of Glass”), el reggae (“The Tide Is High”) o el incipiente hip hop (“Rapture”).

Cuatro décadas más tarde, Blondie no sólo logó ese suceso a escala planetaria que nadie le auguraba en sus comienzos, sino que a esta altura es una banda crucial en muchos aspectos, que van desde la música a la imagen. Y Debbie Harry, a los 73, es un icono que ve multiplicada su figura del pasado en las redes sociales, aunque ya estaba establecida como tal mucho antes de que estas existieran. Desde la reunión de la banda a fines de los ‘90, Blondie se mantenido en actividad, pero sin recurrir todo el tiempo a la nostalgia a través de giras aniversario y otros trucos habituales para bandas legendarias. Pollinator, su disco del año pasado, es la mejor demostración de que la dupla Harry-Stein todavía tiene un caudal creativo para desarrollar en el estudio. En vivo, las pantallitas muestran actuaciones ajustadas y repletas de clásicos en varias partes del mundo, pero la comprobación de su buen momento artístico llegará a Buenos Aires este sábado, cuando Blondie encabece el Festival Rock and Pop, en Obras al aire libre (ver aparte).  

“En lo personal, siento que tenemos que mantenernos creativos como banda”, dice Debbie Harry a través del teléfono, tras excusarse por los catorce años que transcurrieron desde la única visita de Blondie (tocaron en el primer Personal Fest). “Eso me mantiene estimulada e inspirada. Además, amo la música y estar en una posición que me permite crear música me resulta muy afortunado. Parece ser mi destino y quiero continuar haciéndolo.

–¿Es una forma de evitar la jubilación? 

–Sí, porque poder mantener tu mente activa y creativa es un honor especial. La música pop es relativamente nueva, comparada con el jazz y el blues, en los que los artistas eran más grandes. En ese sentido, parece muy lógico.

–En ese aspecto, ¿son ejemplos para ustedes artistas como Leonard Cohen o David Bowie, que estuvieron activos hasta su muerte?

–Absolutamente. Creo que Rod Stewart anduvo por allá hace poco, ¿no? Es importante para nosotros tener esos ejemplos, pero sobre todo para los artistas más jóvenes. Todos nos influimos unos a otros y debemos demostrar lo positivo que es mantenerse creativos.

–En Pollinator hay temas de varios autores, desde Johnny Marr (The Smiths) y Dave Sitek (TV On The Radio) hasta Sia con Nick Valensi (The Strokes). ¿Fue una cuestión de bloqueo creativo o un modo de abrir el rango de las canciones de Blondie?

–En realidad, tuvimos la oportunidad de trabajar con gente muy talentosa, además de escribir nuestro propio material. Y la cosa funcionó bien... No sé, sentí curiosidad de qué escribiría otra gente para nosotros y la verdad es que adoro cómo salió. Además, me gusta mucho tener artistas invitados que tocaron en el disco. Disfruté mucho tocar con Joan Jett, vino Laurie Anderson a tocar en “Tonight”... Fue muy cool.

–Si uno no sabe que varias de las canciones de Pollinator fueron compuestas por otros, simplemente se encuentra con un disco de Blondie. ¿La banda tiene tal personalidad que puede absorber distintas plumas?

–Somos afortunados porque tenemos un sonido propio y reconocible, para bien o para mal. Si no te apropiás de la canción, no tiene sentido tocarla. Tenés que ponerle un poco de tu propio carácter.

–Ya que mencionás canciones con carácter, ¿en algún momento te aburriste de cantar hitazos como “Call Me” o “Heart of Glass”?

–Oh, sí, absolutamente (se ríe). A veces pienso “Oh, Dios, no puedo volver a cantar esto otra vez”, pero otras sencillamente es muy divertido y excitante. Estoy orgullosa de esas canciones, de que hayan sido hits y de que la gente aún las pida, así que todavía disfruto de cantarlas.

–¿Y por qué creés que se convirtieron en hits y otras grandes canciones no?

–No lo sé, tiene que ver con el momento correcto, pero no puedo explicarlo más allá de eso. Es simplemente algo que captura el momento.

–Entonces no hay una receta para escribir un hit.

–Si algo me gusta a mí, yo sigo adelante. Eso es lo que hago...

–Cuando Blondie saca un nuevo disco, ustedes saben que será comparado con Parallel Lines (1978), Eat to the Beat (1979) o Autoamerican (1980). ¿Eso puede ser una traba para un artista?

–Puede ser un desastre, pero es inevitable que te comparen con tu mayor éxito. No puedo controlar eso. Creo que de los artistas se espera que crezcan y no que se repitan una y otra vez, pero la verdad es que es cuestión de cada uno. Si un artista se siente cómodo repitiéndose, eso es lo que debe hacer. No puedo explicar la inspiración o qué la causa. Supongo que simplemente tenés que sentir aquello en lo que estás trabajando.

–¿En qué momento te diste cuenta de que sos un icono?

–No había pensado en eso hasta mediados de los ‘90, cuando reunimos Blondie. En ese momento se me volvió notorio que las imágenes eran algo que la gente tenía en sus mentes. Uno tiene que sentirse afortunado por eso. Yo siempre pienso: “¿Cómo fue que esto me pasó a mí?”

–¿Y nunca se te convirtió en una carga tener una imagen tan icónica?

–Bueno, pensaba que era un poco tonto y absurdo, así que tuve que mirar cuidadosamente qué habíamos hecho, y el hecho de que habíamos podido continuar y aparecer con algo nuevo. Esa es la parte importante.

–Roberta Bailey presentó aquí su muestra sobre el CBGB’s y hace unos años había estado Bob Gruen, que también retrató esa era. ¿Te provoca algo especial ver fotos de esa época?

–Para mí es un tesoro, muy reconfortante. A la vez, es una sensación agridulce, porque mucha de la gente que está en esas fotos ya murió. Pero también disfruto de ver la calidad de su trabajo, porque se trata de fotógrafos muy buenos.

–¿Extrañás algo de esos años?

–Sí, supongo que sí. Disfruté del desafío de crecer y no estar siempre en la cima, fue algo positivo y estimulante para mí, y me hizo trabajar más duramente para tratar de ser mejor. Creo que en mi naturaleza está disfrutar de esos desafíos.

–¿Hay valores artísticos de esa época que te acompañaron el resto de tu vida?

–Creo que tiene que ver con lo que decía de hacer lo que te gusta y estar dispuesta a pelear por ello. Querer ser vos misma, no tener miedo de ser un poco singular. No sé, hay mucho territorio que cubrir en ese tema.

–Hace muchos años conociste a Donald Trump, que no parece caerte demasiado bien...

–Sí, fue algo muy breve, no hablamos más allá de “hola” y “adiós”. No me gustan muchas de sus políticas, soy una persona mucho más liberal. No creo que sea especialmente bueno para las mujeres y no sé bien cuál es su relación con Rusia, me siento amenazada por eso.

–Ustedes han estado en contacto y trabajado con artistas muy importantes, desde John Waters y David Cronenberg hasta Iggy Pop, David Bowie y William Burroughs. ¿Aprendieron algo directamente de ellos?

–Eso espero. La fortaleza con la que trabajaba Bowie y la dedicación a su música hasta el final es tan espectacular que sólo puedo soñar con poder hacer algo así. Es increíble y muy valiente que haya hecho eso.

–¿Y qué pueden aprender colegas más jóvenes de ustedes?

–Eso es cuestión de ellos (risas). Es su elección. Espero que suceda, porque es algo que me funcionó a mí. Es la naturaleza de lo que hacemos: escuchamos a otros músicos, miramos, vemos artes plásticas, vamos a ver un espectáculo y nos llevamos algo con nosotros. Y se convierte en algo muy significativo cuando podemos darlo vuelta y generar algo propio. Es inevitable que haya algo allí que sea parte de lo que te gustó.

–Mientras que algunas artistas no querían competencia de otras mujeres en el campo del rock, tu actitud siempre fue de apoyar a tus colegas e incluso llevarlas de gira.

–No siempre tengo la responsabilidad total de esas elecciones, muchas veces tiene que ver con decisiones del promotor del show o de los agentes, que tienen otro cliente que quieren poner con vos. De todos modos, trato de apoyar y alentar a cualquier mujer o chica que quiere pelear por un lugar en el mundo de la música, porque creo que es un poco más difícil para las mujeres. Creo que es importante que las chicas nos apreciemos entre nosotras. Hay una diferencia entre ser competitiva para crear poder y ser competitiva para rebajar al otro. La competencia puede ser un proceso muy saludable.