“A pesar de toda la guita que se van a llevar de este país, a la cultura no se la van a poder llevar”, dispara León Gieco antes de tocar “La cultura es la sonrisa”, en un Teatro Ópera colmado. No solo están cubiertas todas las butacas, tampoco cabe un alfiler arriba del escenario. Lo acompañan y le hacen los coros músicos y músicas que lo quieren y admiran: Víctor Heredia, Julia Zenko, Pedro Aznar, Sandra Mihanovich, Lito Vitale, Hilda Lizarazu, Jairo, Ligia Piro, Lisandro Aristimuño, Inés Estévez, Peteco Carabajal, Javier Malosetti, Juan Carlos Baglietto, Raúl Porchetto, Sandra Vázquez, entre muchos otros. El concierto transita su final y la euforia generalizada se desata con “Solo le pido a Dios”: ya no queda nadie sentado y hay palmas, brazos en alto, lágrimas y voz colectiva. 

El motivo de la reunión artística es aún más gratificante: un recital solidario a total beneficio de la Fundación Garrahan y de Alegría Intensiva, Payasos de Hospital. Bajo el título “Todos por el Garrahan. Celebrando la música de León Gieco”, el concierto hizo un recorrido por sus canciones más significativas, como “Cinco siglos igual” y “La memoria”. “Más allá de estar acá esta noche todos juntos por el Hospital, estamos festejando una cosa muy especial: el trasplante de hígado número 800 que sucedió hoy (por el jueves)”, celebró Carlos Kambourian, presidente del Consejo de Administración del Hospital Garrahan, y puso en contexto la verdadera causa y objetivo del evento. “Fundación Garrahan tiene una actividad plena ayudando al Hospital desde hace 31 años. Es importante que los chicos, sobre todo los del interior, cuenten con Casa Garrahan, que es el lugar donde la gente se queda porque no tiene dónde ir y necesita hacer un tratamiento. Muchos de los chicos hoy se salvan gracias a todo esto. Entonces, el objetivo de la Fundación es fenomenal y no vamos a parar hasta multiplicarlo en todos lados”, destacó Kambourian y resaltó el rol de Beatriz Resnik, de Fundación Garrahan, y de Andrés Kogan, pediatra y director ejecutivo de Alegría Intensiva.

Es que la otra pata organizativa fue justamente Alegría Intensiva, asociación civil sin fines de lucro, con actrices y actores especializados en clown, que desde hace diez años ofrece intervenciones artísticas que enriquecen la rutina diaria y la calidad de vida de los pacientes hospitalizados. En los ingresos y pasillos del teatro, decenas de payasos y payasas bailaban al ritmo de las canciones, bromeaban con el público y se sacaban fotos. “Ellos nos cambiaron la forma de hacer medicina, porque esto no es solo para los chicos, sino para todos los que trabajan en el hospital todos los días. Porque los días que vienen ellos son diferentes, nos ayudan a seguir adelante, nos divertimos y aprendemos juntos. Y si usan guardapolvos es porque forman parte de nuestro equipo de salud y trabajan a la par con nosotros”, sostuvo Kambourian.

Con la dirección musical de Lito Vitale, la idea fue que los y las artistas participantes le rindieran un homenaje al santafesino a través de la interpretación de sus canciones. Cada intérprete llevó las canciones para su terreno. Y quedó también demostrada la capacidad de Gieco –padrino institucional de Casa Garrahan desde el 2000– para unir mundos musicales diversos. Los primeros en subir fueron Los Tipitos, con una versión pop de “De igual a igual”, y luego Mavi Díaz y Las Folkies se mandaron con “A Don Sixto” a puro bombo legüero y guitarras criollas. Se destacó la íntima versión de “Canción para luchar” a cargo de Peteco Carabajal, la profunda interpretación de “Todos los días un poco” que hizo Julia Zenko, “Cinco siglos igual” en la voz emocionada de Ligia Piro, “Canción para Carito” por Sandra Mihanovich o la versión de “La colina de la vida” en manos de Víctor Heredia.

Javier Malosetti convirtió en blues “Cachito campeón de Corrientes” y Andrés Giménez le aportó su timbre enérgico a “Ella” —”León es como mi segundo viejo”, dijo el líder de Animal—. Rolo Sartorio, de La Berisso, se le animó a “Hombres de hierro”, Lisandro Aristimuño se adueñó de “Maestras de Jujuy”, Hilda Lizarazu llenó de colores “El país de la libertad” y Pedro Aznar desplegó su talento en “Pensar en nada”. El santafesino abrió el concierto solo con su guitarra y regaló “La historia esta”, “El fantasma de Canterville” y “Soy un pobre agujero”. Y el cierre también estuvo a cargo de él, pero acompañado en teclados por Luis Gurevich, con quien constituyó una dupla creativa desde el disco Mensajes del alma (1992). “En un momento sentí que me estaba repitiendo y en Luis encontré un compañero para componer. Es la primera vez que lo digo, pero con Luis estamos haciendo un disco muy bueno”, anunció Gieco, y se largó con “A nuestros hijos” (de Iván Lins). También hizo “El ángel de la bicicleta” y en “La memoria” intervinieron dos bailarines de Mundo Alas que conmovieron a todos.

Fue tan grande la ovación después de “Solo le pido a Dios”, la última ensayada en la lista y con todos en escena, que el telón tuvo que abrirse de nuevo y no quedó otra que improvisar una canción. Entonces, Gieco y Gurevich salieron a estrenar una de las nuevas. “Esta no estaba programada pero la voy a cantar igual. Es una canción que se llama ‘Las ausencias’. Habla de los buenos ausentes, esos que uno sufrió cuando tuvo esa ausencia; puede ser para las Madres de Plaza de Mayo, para Santiago Maldonado o para alguna mamá que ya no está”, enmarcó. De fondo, el “Olé, Olé, Olé, León, León” era un concierto aparte.