Abrazado al poste del cartel de la esquina de México y Balcarce, o trepado a un andamio en el frente de la galería Bond Street, al cantante de Die Toten Hosen se lo puede ver tocando en cualquier punto de la ciudad. Hay quienes se relamen con la posibilidad de verlo colgado de la ventana del obelisco cantando “Paradies”. ¿De qué dependen esas cosas? Si es improbable diagramar el caos, la improvisación, la espontaneidad... Por eso, cuando se le pregunta a Campino acerca de si en esta oportunidad va a pasar algo más en la cuadrícula porteña con él y sus compañeros, responde que “en la Argentina siempre hay una oportunidad para la sorpresa; de lo contrario, no sería Buenos Aires”. “No es que nos sintamos obligados a hacer algo loco, simplemente son cosas que pasan. No lo sabemos, pero si ya pasó, ¿por qué no de nuevo?”, dice.
No tendría sentido ensayar numerologías con la cantidad de visitas del grupo punk alemán, desde aquella de 1992 de la mano de Pilsen hasta esta. Fueron muchísimas. Pero cada una tuvo un ingrediente distinto, aunque sólo se tratara de un tema de actitud. Y la banda no puede evitar ver a cada una como una incursión segura, porque se trata una de las plazas internacionales que más disfrutan y donde mejor se los recibe. El caso testigo más reciente es la creación de un bar a su nombre, en Palermo. “Apenas nos enteramos de que habían abierto un Hosen Bar en Buenos Aires, dijimos que teníamos que ir a tomar unas cervezas –se traslada el cantante–. Ese nivel de cariño me lo tienen que explicar los argentinos a mí, todavía no sabemos cómo pudo haber pasado. Solemos hacer una larga pausa antes de volver; esta vez tardamos tan sólo un año porque nos ponemos más viejos y no sabemos cuánto tiempo más vamos a estar lo suficientemente en forma como hacerlo”.
Al concluir su gira alemana, el grupo decidió congregarse en España para hacer balances y proyectar el futuro, que incluiría un nuevo álbum para 2020 –sucesor de Laune der Natur, de 2017–, además del boceto de sus shows en la Argentina. El paso por Mendoza incluiría show y visita con degustación a una bodega, mientras que el desembarco en Buenos Aires se haría de la mano de una propuesta nueva. El Hosen Fest es un festival de marca propia presto a nutrirse de muchos artistas locales que tuvieron que ver con la historia del quinteto en esta latitud, como Attaque 77, Cadena Perpetua o los propios Pilsen, más una inyección teutona, con el grupo Kraftklub (ver aparte): “Además de apreciar a sus artistas locales, queríamos que el público argentino conociera a alguna de la gente con la que andamos por Europa. Son unos chicos locos muy populares allá, y al ser más jóvenes, acceden a un público distinto, lo que los hace más interesantes. No nos cautiva la nostalgia, queremos festejar el presente, y a pesar de que estuvimos en el momento de la explosión del punk, creo que si Joey Ramone anduviera por Buenos Aires querría darse una vuelta por el festival”, expone Campino. El evento, que hoy a las 15 abre las puertas del Club Ciudad de Buenos Aires (Av. del Libertador 7501), va a reunir a ocho artistas con los que Hosen procura celebrar su estrecho vínculo con el país.
–A esta altura, vos mismo podrías definir de qué se trata la escena del punk rock argentino. ¿Lo sentís así?
–No quiero ser ofensivo, porque no conozco a todas las bandas. Pero puedo tener un panorama, desde luego. Cuando llegamos por primera vez, en 1992, notamos inmediatamente que dominaba el mismo espíritu que en Europa. Los Violadores tocaban “Uno, dos, ultraviolento”, tenían a La naranja mecánica en la mente, la misma actitud y espíritu, pero todavía más comprometido que en Europa. También vimos que la gente argentina amaba a los Ramones y esa era nuestra forma de vivirlo, porque los veíamos a ellos y a The Clash como verdaderos héroes y ejemplos vivientes.
–¿La actualidad global empuja a los artistas a buscar nuevas formas de juntarse?
–En estos días se necesita gente con actitud, gente apasionada para luchar contra todo lo feo que está pasando. En su época, los punks supieron ser pioneros en ese aspecto. Hoy no se trata de punk, hip hop o dance. Uno ve crecer a los festivales que unen a músicos de diferentes estilos, fans diversos conviviendo y aprendiendo del otro. La gente tiene que juntarse frente al dominio de estos idiotas.
–¿Lo ves como una oportunidad de saltar generaciones, tal vez?
–Tenemos que compartir la cultura rock con los demás. Yo soy un punk y no me gustaría perderme un recital de Eminem, sería estúpido. Aparecen nuevas tecnologías, y con ellas, nuevos tipos de músicos que hay que poder escuchar, porque hoy la cultura musical está atravesada por eso. Actualmente es mucho más sencillo que un grupo de chicos pueda armar una banda por su cuenta, no hace falta tanta paciencia existiendo los samplers. La realidad es que hoy no importa si son jóvenes o viejos: lo que importa, es si son buenos.