La actual etapa histórica presenta similitudes con los noventa. La restauración conservadora está en marcha utilizando una mezcla de antiguos y nuevos ropajes. El filósofo griego Heráclito decía que “en los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”. El plano histórico tiene diferencias con el período neoliberal de Menem y De la Rúa.

La ausencia de una crisis económica disciplinadora, el antecedente de un proyecto político-económico inclusivo (que conserva importantes niveles de apoyo ciudadano), las modificaciones del contexto internacional, son algunos de los aspectos que marcan una ruptura con la experiencia noventista. 

Sin perjuicio de eso, la lectura de los diarios arroja un innegable sabor a “deja vu”. Los elogios permanentes del poder económico, a un proyecto socialmente insostenible, fueron un clásico de la etapa de la convertibilidad. Los organismos financieros internacionales, bancos de inversión, financistas, grupos económicos concentrados, hacían cola para apoyar el rumbo económico. El fenómeno vuelve a repetirse con idénticos actores. 

El banco Morgan Stanley remitió a sus clientes un informe muy elogioso de la economía argentina. El memo de la firma de Wall Street sostiene que “el país está volviendo a la normalidad económica y política después de años de ausencia de los mercados de capitales tras su default de la deuda de 2002 y colapso financiero”. “La profundización del mercado de capitales argentino generará alrededor de 230 mil millones de dólares (8 por ciento del PIB) en la financiación neta y la inversión extranjera directa durante los próximos cinco años. Argentina es una oportunidad de inversión para el largo plazo de renta fija”, concluye Morgan Stanley.

La fuerte influencia que conserva ese tipo de entidades es una de las tantas taras asociadas con la financiarización de la economía global.  

Nadie contrataría a un arquitecto al que se le derrumbó un edificio, ni se dejaría operar por un cirujano condenado por mala praxis, pero en el campo de la economía todo es posible. En los últimos meses, las autoridades estadounidenses acordaron con Morgan Stanley que pague una multa de 3200 millones de dólares para cerrar las demandas legales iniciadas por su actuación con las hipotecas basura. El Departamento de Justicia acusó a la firma de engañar a los inversores al sobrevalorar la cotización de los bonos hipotecarios de alto riesgo.

Las prácticas engañosas de Morgan Stanley y otras instituciones (JP Morgan, Citigroup, Bank of América) condujeron a la crisis financiera de 2008. Eso motivó una larga auditoría del Subcomite Investigativo Permanente del Senado estadounidense. El presidente de ese cuerpo legislativo, el senador demócrata Carl Levin, declaró que descubrieron “un nido de víboras, de codicia, conflictos de intereses y fechorías”. 

Por su parte, el Institute for America´s Future detalló que los seis grandes bancos norteamericanos (Goldman Sachs, Bank of America, JP Morgan, Citigroup, Morgan Stanley, Wells Fargo) reclutaron a 243 lobbistas que trabajaron en el gobierno federal, a 202 que lo hicieron en el Congreso y otros tantos que ocuparon diversas funciones en la Casa Blanca, el Tesoro o agencias gubernamentales. El estudio, publicado en 2014,  detalla que esos lobbistas invirtieron 5100 millones de dólares en la última década para comprar influencia política (contribuciones a campañas presidenciales, de congresistas, etc). El dinero no es todo, pero como ayuda

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