El Banco Central sigue sumando medidas que aumentan la falta de credibilidad. Este año cambió a tres presidentes y modificó la estrategia monetaria también en tres oportunidades. No cumplió ninguna de las promesas que le hizo a los inversores y ahora está por sumar una nueva mancha al historial. Las autoridades dejaron trascender que a partir de la primera semana de diciembre eliminarían el piso del 60 por ciento para las tasas de interés de referencia que le habían prometido al mercado mantener hasta finales del próximo mes. No importa si la medida es correcta o no. Lo que muestra es que confiar en la palabra del Central no es una tarea provechosa.

El titular de la autoridad monetaria, Guido Sandleris, enfrentan una disyuntiva. El mercado empezó a ofertar más divisas y ubicó el tipo de cambio mayorista apenas por encima del piso de la banda cambiaria. Si la cotización perforara este piso el Central debería decidir entre dos caminos: intervenir en el mercado o convalidar un nuevo proceso de apreciación nominal de la moneda. En el caso que decida intervenir para hacer subir la cotización de nuevo a la zona de no intervención tendrá que tomar otra decisión binaria. La emisión de pesos generada para comprar dólares puede o no esterilizarse. Esterilizar implica mantener las tasas de interés altas y reeditar el incremento exponencial de los pasivos monetarios que se observó con las Lebac. Pero no hacerlo implica dejar pesos circulando en el mercado e incumplir la promesa de emisión cero.

El apuro de la autoridad monetaria por bajar las tasas de interés (eliminando el piso de 60 por ciento prometido a los inversores hasta finales de este año) tiene que ver con esta disyuntiva. Sandleris tiene claro que acelerando el retroceso de las tasas que pagan los activos en pesos pueden mantener el tipo de cambio por encima del piso de la banda cambiaria. Para el Central es doblemente importante. No sólo le molesta la encrucijada económica a la que se enfrenta. Sino que las autoridades de la entidad sienten fuertes presiones del Fondo Monetario Internacional. Este es inflexible a la posibilidad que la mesa de dinero del Central compre o venda divisas en el mercado.

La Argentina es una caja de sorpresas. Dos meses atrás nadie hubiera apostado a que al cierre del año el presidente de la autoridad monetaria no sólo no iba a ser Luis Caputo, sino que la preocupación iba a ser que el tipo de cambio no se aprecie en términos nominales. Esto ofrece una lección importante. Las menores presiones cambiarias que se registran ahora en el mercado interno pueden transformarse en un abrir y cerrar de ojos en una nueva ola de compra de moneda extranjera. La nominalidad de las variables económicas se ubica en niveles muy elevados (empezando con la inflación en torno del 45 por ciento) y desde principio de octubre ya se perdieron en torno de 20 puntos de competitividad cambiaria. El pico de competitividad se observó a finales de septiembre, cuando la divisa se ubicó en 42 pesos.

La principal prueba que tendrá la economía en los próximos meses esta vinculada en cómo evolucionará la inflación. En el equipo económico lo tienen claro y los economistas cercanos al Gobierno empezaron a intentar influir en las expectativas. Sebastián Galiani, el ex número dos de Dujovne, fue uno de los más audaces. Dio por seguro que en la última parte de este año se registrará una fuerte desaceleración de la inflación. Los antecedentes con pronósticos sobre la evolución de los precios no lo ayudan. En el Central y el Ministerio de Hacienda esperaban para este año una inflación del 25 pero la cifra terminará por arriba del 45.