(ATENCIÓN: esta nota contiene algunos spoilers sobre Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald)
A ojos de muchos, Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald tiene una gran promesa que cumplir. Tres meses después de la publicación de Las reliquias de la Muerte, el libro final de la saga Harry Potter, la autora J. K. Rowling reveló a los fanáticos que “siempre pensé en Dumbledore como un personaje gay”, a pesar de que en ninguno de los libros se hace la menor referencia a su sexualidad. No solo eso sino que además Gellert Grindelwald, interpretado en la película por Johnny Depp, es el hombre a quien Rowling describió como el gran amor en la vida de Dumbledore. ¿Es este el momento en el que se comprueba que Rowling es fiel a sus palabras? Desafortunadamente, no. La película cuenta la historia de la intensa relación entre Dumbledore (Jude Law) y Grindelwald, pero como suele suceder en Hollywood con los personajes LGBT, su sexualidad queda en el subtexto.
Es un caso de “retconning” que salió mal. El término “continuidad retroactiva” es la descripción de cuando un creador revisa un aspecto ya establecido de su trabajo. Todo lo que pensabas que sabías puede cambiar. Así, Rowling simplemente cambió la continuidad de la historia de Dumbledore: siempre fue gay, solo que nunca se había mencionado antes. La continuidad retroactiva, de todos modos, puede significar reescribir completamente cosas que ya se vieron en pantalla. Le ha pasado a Star Wars, a Mad Max y a Halloween. A veces puede insuflar nueva vida en una franquicia pero también, como en el caso de Rowling, puede hacer más daño que bien. Aunque inicialmente la revelación fue celebrada como un gesto por la inclusión, Rowling dejó ahora a los fans en una posición en la que deben reinterpretar activamente todo el trabajo para encontrar el subtexto necesario, solo porque ella lo dice.
No es este el único cambio controversial que Rowling introdujo en su Mundo Mágico: Los crímenes de Grindewald revela que Nagini, la serpiente que acompaña a Lord Voldemort, es de hecho una mujer, interpretada por Claudia Kim. Más específicamente, ella es una Maledictus, una humana que se puede transformar en un animal, pero sobre quien pesa la maldición de que un día quedará en esa forma. Muchos fans reaccionaron con curiosidad e incluso con excitación, pero rápidamente surgieron acusaciones de ser una interpretación más bien pobre. Involucrar a Kim agregó una diversidad muy necesaria en el Mundo Mágico, pero muchos se preguntan por qué se eligió a una actriz surcoreana como Nagini, un nombre que tiene fuertes asociaciones con el lenguaje sánscrito indio. Por añadidura, el personaje tiene una incómoda reminiscencia del modo en que las mujeres asiáticas son estereotipadas, o como personas subordinadas a los hombres (en su última encarnación, como la mascota de Voldemort), o en el estilo de “dama dragón” que aquí se vuelve bastante literal.
Hay todo un tema para analizar en el apuro de la escritora por introducir la diversidad en su historia: no es solo una serie de gestos gratuitos que no agregan un sentido significativo al trabajo original, sino que –en la sugerencia de que existe un estado de flujo constante– en realidad tienden a debilitar todo el universo. ¿Puede un creador demandarle a su público que se avenga a alterar toda su percepción de una obra de un sombrerazo, simplemente porque así se le antoja? La práctica tiene un largo historial. Arthur Conan Doyle ejecutó un célebre acto de “retconning” cuando retomó sus historias de Sherlock Holmes, de modo que el detective sobreviviera a su caída en las cataratas de Reichenbach. Pero el término en sí se origina en el comic de DC All-Star Squadron, cuando en una edición de febrero de 1983 el escritor Roy Thomas respondió a la carta de un fan. La historieta transcurría en un universo alternativo llamado Earth Two (Tierra Dos), creado por DC Comics para permitir que sus superhéroes envejecieran en tiempo real y a la vez ofrecer una oportunidad de corregir errores de continuidad y darle nueva forma a varias historias originales. Cuando se le cuestionó la decisión, Thomas dijo que habían empezado a llamar esta nueva aproximación “retroactive continuity” y agregó: “Tiene onda, ¿no creen?”
El concepto ganó popularidad rápidamente en el mundo del comic, dado que la necesidad de proveer una corriente constante de historias sobre un personaje, a menudo en el curso de varias décadas, requiere una reinvención drástica y frecuente. Es por eso que la continuidad retroactiva es una parte aceptada por la comunidad comiquera, pero no puede decirse lo mismo de las películas. La dudosa relación de Rowling con la práctica también parece ser compartida por su compatriota en el rubro de la influencia cultural gigantesca: George Lucas.
La historia de Star Wars y sus reescrituras es un poquito más compleja. Algunas son el ejemplo probado de cómo la continuidad retroactiva se ha convertido en un detalle aceptado en el canon, con los fans aceptando que se borren ciertas inconsistencias. En Una nueva esperanza (1977), Obi-Wan Kenobi (Alec Guinness) le dice a Luke Skywalker (Mark Hamill) que su padre Anakin fue traicionado y asesinado por Darth Vader. De todos modos, como (casi) todo el mundo sabe, Darth Vader en persona se revela como el padre de Luke en El imperio contraataca. Originalmente, Vader y Anakin estaban pensados como dos personajes diferentes, pero Lucas decidió fusionarlos por conveniencia narrativa, diciéndole a los fans que la descripción de Obi-Wan seguía siendo cierta “desde cierto punto de vista”, dado que a los ojos del maestro Jedi Anakin estaba esencialmente muerto. El cambio fue aceptado por la mayoría, sobre todo porque en términos dramáticos fue muy satisfactorio. Lo mismo puede decirse del hecho de que Luke y Leia (Carrie Fisher) se besan algunas veces antes de que se revele que son hermanos: Lucas también planeaba que la hermana de Luke fuera un personaje separado, pero lo terminó acoplando al de Leia. Más allá de las bromas que surgieron, los fans simplemente asumieron que el dúo cayó en un pequeño incesto no intencional.
Los problemas empezaron con el lanzamiento de la Edición Especial en 1997, tristemente célebre por su continuidad retroactiva. Particularmente por el cambio en el encuentro entre Han Solo (Harrison Ford) y el cazarrecompensas Greedo en la taberna de Mos Eisley. En la película original es Han el que dispara primero, pero una nueva edición de la escena mostró a Greedo disparando antes –y fallando–, haciendo del disparo de Solo una represalia. Para la comunidad de fanáticos de Star Wars, en una herida que nunca terminó de cerrar. Hay allí una clara diferencia: los primeros cambios fueron conducidos por una necesidad dramática, puesta en acto antes de que las películas tuvieran oportunidad de solidificarse como íconos culturales. Las intromisiones de la Special Edition solo sirvieron para minar un conocimiento establecido.
De hecho, la necesidad dramática es sin dudas la única instancia en la que el retconning funciona para la audiencia. Puede tomarse como ejemplo la contradicción en el Universo Extendido de DC. En Batman v Superman (2016), la Mujer Maravilla (Gal Gadot) declara con tristeza: “Cien años atrás me alejé de la humanidad”. Eso apenas encaja con la imagen esperanzadora que se ve en los momentos finales de Mujer Maravilla (2017), en los que promete quedarse y luchar “por el mundo que sé que puede existir”, con su saga heroica fijada para continuar en Mujer Maravilla 1984. Como explicó la misma Gadot, el historial del personaje no había sido establecido en su primera aparición ni durante la producción de su película en solitario: “Empezamos a cavar y entender el corazón del personaje; nos dimos cuenta que en realidad no hay manera de que Wonder Woman renuncie a la humanidad”.
Mujer Maravilla se convirtió en un éxito de taquilla que dio esperanza a un trabajoso Universo Extendido de DC, pero hay una fina línea que existe entre la necesidad dramática y la búsqueda desesperada de dinero. De manera nada sorprendente, esto se hace evidente en la franquicia de Transformers, que aplicó la continuidad retroactiva a los orígenes de los Autobots con un salvaje abandono, agregando súbitas apariciones en eventos de alcance planetario como la construcción de la pirámides de Giza y la Segunda Guerra Mundial: decisiones motivadas únicamente por el deseo de mantener la franquicia funcionando el mayor tiempo posible. Es una aproximación similar a la que suele recurrir el género slasher, ya que las secuelas son reescritas con un creciente espíritu de lucro para que el asesino sobreviva. Como uno de varios ejemplos, en el curso de la franquicia Martes 13 Jason Voorhees ha hecho varios regresos milagrosos.
De cualquier manera, los retoques de continuidad retroactiva también pueden funcionar como una especie de compromiso, permitiendo que las películas sigan haciendo negocios sobre un nombre reconocido, mientras esencialmente dejan limpio el pizarrón para poder obtener libertad creativa. Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015) sigue siendo técnicamente una secuela de Más allá de la cúpula del trueno (1985) pero ignora buena parte de la continuidad en la línea de tiempo original: lo más obvio es el reemplazo de Mel Gibson en el rol de Max por Tom Hardy, haciendo al personaje más joven de lo que debería ser. Star Trek (2009) creó su propia línea de tiempo alternativa. La recientemente estrenada Halloween, por su parte, ignora toda secuela de la franquicia, incluyendo la revelación de que Michael Myers es hermano de la protagonista Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), y se presenta como una continuación directa del original de 1978. Al separarse de todo lo que había venido antes, en lugar de escribir sobre eso la nueva Halloween puede ofrecer nuevos caminos creativos sin destruir los vínculos de la audiencia con los viejos. Otra vez, fue una decisión tomada para servir a la necesidad dramática y así conseguir la supervivencia de la franquicia. Funcionó: la película recaudó a nivel global casi 250 millones de dólares, convirtiéndose en la más exitosa de toda la saga.
El arte contemporáneo está dirigido por el impulso de más: más dinero, más ideas, más oportunidades para corregir las cosas. Hay una lucha por hacer las paces con el pasado. Simplemente era demasiado esperar que J. K. Rowling mirara más allá del imperio que construyó y simplemente dejara a Harry Potter detrás. Quizá vaya contra la naturaleza humana. En última instancia, Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald es un titán cultural demasiado grande como para ser derribado por unos pequeños retoques en la historia. Pero estas acciones afectan a la relación entre el creador y el público, o bien trayendo nueva vida al mundo que comparten o debilitando sus cimientos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.