–¿De dónde viene el apodo la Reina del Piqui?
–Las mujeres poco y nada juegan a esto. Entonces yo me fui metiendo de otros modos. Juego para defenderme también pero mi fuerte es organizar los eventos. Los mismos jugadores me pusieron este nombre cuando empezaron a ver que yo empezaba a tomar el lugar de armar todo. De organizar los partidos, invitar gente. Yo sé a quiénes de los grandes invitar para cada partido. Integro la Asociación Futvoley Paraguay.
–¿Cómo organizan los partidos?
–Yo lo veo como un encuentro que organizamos cada tanto con gente que reside en Buenos Aires y con gente que reside en Paraguay. Un intercambio, que también es cultural. Tenemos un grupo de Whatsapp donde organizamos los partidos, y los muchachos que viven acá en Buenos Aires se desafían, también desafían a los paraguayos a que vengan a enfrentarlos. A partir de eso se arman visitas mutuas. Yo vivo actualmente allá y voy y vengo. El piqui voley es un deporte muy popular en Paraguay, el más practicado después del futbol. Y acá en Buenos Aires viene creciendo. La idea nuestra es que se legalice. En el 2016 se hizo un mundial de piqui a modo de prueba en Río de Janeiro. Fue Paralelo a los Juegos Olímpicos. Y Paraguay salió campeón.
–¿Cómo es el tránsito de jugadores? ¿Vienen especialmente para un partido?
–El 95 por ciento de las personas que juegan al piqui en las canchas de Buenos Aires son paraguayos que residen en Argentina o jugadores paraguayos que vienen especialmente a jugar. Hay un cinco por ciento de aficionados argentinos entre el público. Pero estamos hablando de partidos que concentran cientos de personas.
–¿Cómo convocan tanto público?
–Tenemos tres fan page en Facebook con miles de seguidores. Una de ellas, que se maneja desde Paraguay, tiene casi doscientos mil. Ahí te vas enterando de las coordenadas de los encuentros.
–¿Y las canchas?
–La mayoría de las canchas situadas acá en Buenos Aires son de personas particulares que juegan. Siempre hay dos o tres personas en una familia paraguaya familiarizadas con el piqui. Son lugares privados, y tenés que tener una contraseña para entrar. No se discrimina a nadie que quiera venir, pero nos tiene que seguir en nuestras páginas o conocer a alguien. Si tenés el dato, entrás. A veces se paga entrada y otras veces no.
–¿De qué depende?
–Es que el piqui tiene sus jugadores. Si las estrellas van a jugar, la gente abona. Porque además a la estrella hay que traerla, pagarle, pagarle tal vez una habitación o un hotel. Y si viene una estrella no podés recibirla con cualquier pelota y cualquier red.
–Se dice que en el piqui se apuesta muchísimo dinero.
–Es una teoría. Algo que circula, sí. Pero con la situación económica actual tan mala como está acá y también allá en Paraguay no hay dinero circulando, no hay apuestas de un montón de plata. En tiempos pasados hubo. Una cantidad que puede llegar a circular en un partido más barrial son por ejemplo veintemil pesos. Diez personas apuestan por un equipo, diez apuestan por el otro. Ponen mil cada uno. Y el que apostó al ganador multiplica, te llevás dos mil.
–¿Los jugadores se quedan con algo?
–Si tienen mucha confianza en sí mismos, ponen de su bolsillo para su apuesta. Y de nuevo, si ganan, duplican.
–¿Hasta qué punto es negocio?
–Y… yo vivo de esto. Además tengo una marca de ropa y actualmente tengo una tienda deportiva en Paraguay. También hay casos de gente que no trabaja y que vive del piqui voley. Pero eso es algo que podés lograr más en Paraguay que en Argentina. Allá, donde el piqui se practica desde hace unos 30 años, sí es un negocio rentable para mí y para los jugadores. Los jugadores allá tienen un pequeño sueldo que les paga la gente que apuesta por ellos.
–¿Cómo es eso?
–Como una carrera de caballos. “Caballo” se le dice al jugador. Hay dueños de caballos que cuidan a un determinado jugador. A veces lo tienen viviendo en su casa, le controlan la dieta, lo mandan al gimnasio.
–¿Sería una suerte de apadrinamiento?
–Exactamente. Son empresarios los que hacen esto. Se convierten en algo así como representante del caballo-jugador. Lo cuida y a la vez pone dinero y confianza al apostar por él cada vez que el caballo tiene un partido. Así es que le paga un sueldo a un jugador. Eso, a ese nivel, acá todavía no llegó. Los padrinos son personas que viven bien. Puede ser que vengan a Buenos Aires a ver un partido y que se muevan con muy buenos autos. Eso llama la atención. ¿Eso hasta dónde yo sé no es delito, no?
–Otro tema: se dice que hay quienes llegan al fin de semana y apuestan su sueldo entero, ¿es verdad?
–Hay gente fanática. Conozco a quien gana 7 mil pesos en una semana y el viernes los apuesta enteros en un partido sí. Pero se corrió una bola de que hay una circulación millonaria y no es tan así. No en Argentina. Están los que juegan por una gaseosa por ejemplo.
–¿Si es tanto más rentable en Paraguay por qué organizan partidos acá con tanto despliegue?
–Vemos futuro aquí. Queremos crear una comisión para que sea legal. Hoy el piqui voley no está reconocido en Argentina. Es un deporte casi folclórico que se juega a nivel amigos, redes de conocidos, curiosos que tienen el dato. En Paraguay tampoco es legal. Sólo está reconocido en Brasil y por eso el mundial fue ahí. Una vez que el deporte es reconocido aparecen auspiciantes para que se puedan hacer los eventos. Acá se sostiene solo mediante este trabajo independiente de fomento que hacemos desde la Asociación Futvoley Paraguay.