Lo del ministro Dujovne fue una compadreada y una extraña forma de orgullo. Decir que ningún gobierno habría hecho un ajuste semejante sin caer es decirle al pueblo de esta república que aguanta cualquier cosa. Hacemos lo que se nos da la gana y no pagamos el costo que otros habrían pagado. ¿Qué clase de orgullo es éste? Lo dijo Macri: “La diferencia entre el 2001 y hoy soy yo. Soy un gran piloto de tormentas”. Dujovne piensa de sí algo semejante. Se creen tan buenos que pueden ajustar hasta donde nadie hubiera podido.
Con el presupuesto aprobado en las dos Cámaras han vuelto a tomar aire. La clase política votó mayoritariamente un presupuesto que responde a los dictados del Fondo Monetario. La convocatoria popular de rechazo fue escasa y fue infiltrada y reprimida. Son malvados, es cierto. Tienen un poderoso aparato de represión y la ministra Bullrich disfruta con su trabajo. Quiere que los argentinos se armen y sabe que muchos la van a admirar por eso. En Brasil, un gay confesó haber votado a Bolsonaro porque iba a terminar con la delincuencia. No le importaba que también persiguiera a los gays. Aquí, para peor, nadie piensa que lo van a reprimir. Eso es para los delincuentes, dicen. Y siguen pidiendo seguridad. Que incluye a los que se manifiestan en las calles. Los odian. Prefieren cualquier injusticia antes que una calle cortada.
Que sean malvados no significa que vayan a perder. El ser humano tiene una cuota tan elevada de maldad que el que apuesta al mal gana. Para colmo, han vuelto las bombas. Una en la Recoleta, en el mausoleo de Ramón L. Falcón, muerto a comienzos del siglo pasado por el anarquista Simón Radowitzky. Otra en la casa del juez Bonadio. Una es funcional al aparato represivo; otra, al judicial. Aunque las dos favorecen la represión, como todo acto terrorista. Bullrich podrá aumentar su número de gendarmes. Bonadio queda como víctima de la lucha contra la corrupción. La sospecha caerá sobre Cristina, como con Nisman.
Todo lo que puedan arrojar sobre Cristina lo arrojarán. El año que viene le tienen destinados varios juicios. No vacilarán ante un Lula 2. El odio los vuelve torpes. También el miedo. Cristina sube en las encuestas. Macri baja. Poco pero baja. Tendría que estar por el piso pero la falta de unidad de la oposición lo sostiene. Hay, además, un electorado que antes que votar a Cristina votaría a Drácula. El peronismo persiste en ignorar el mandato de la marcha. La estrofa que dice que el triunfo viene de la unidad. Los “presentables” saben lo que quieren. La unidad dará el triunfo de Cristina como candidata del peronismo. Por eso los “presentables” siguen siendo “presentables” y están más unidos al macrismo que a un posible frente liderado por CFK. Que no es la “repetición”. Nada se repite. Un nuevo gobierno de CFK sería justamente eso, nuevo. Tendría nuevos desafíos (terribles) y nuevas formas de enfrentarlos. Tendría que negociar con los “presentables”. Si eso lo hace antes de octubre el resultado será una fórmula presidencial entre Cristina y uno de los referentes “presentables”. Esto haría potable a Cristina ante el establishment y se evitaría un Lula 2. Después, una vez en el Gobierno, podría surgir otra historia. Siempre mejor que el dislate macrista.
Entre tanto, apareció el ARA San Juan. ¿Se podrán rescatar los cuerpos? En C5N un psicólogo dijo –refiriéndose a los familiares– que no hay duelo posible si no se recupera el cuerpo del desaparecido. Nadie mencionó (acaso era innecesario, o no) la simetría con los desaparecidos de la dictadura militar. Lo terrible de la condición del desaparecido es que no se lo puede velar, llorar, enterrar como reclama todo duelo verdadero. Una de las lecturas de la desdicha del ARA San Juan es esa: sin cuerpos no hay duelo. Esta verdad resuena fuertemente en el país de los desaparecidos. Y elimina drásticamente la teoría de los dos demonios. Unos tuvieron el cuerpo, otros no. No hay paralelo posible.
Entre tanto, las encuestas no cesan. Dicen cómo están las cosas hoy. Pero hoy no se vota. Todo cambiará bastante de aquí a octubre de 2019. En principio, se pasarán unas fiestas muy tristes. Muchos festejarán con soda y aceitunas. Otros con nada. Dujovne podrá jactarse: los matamos de hambre y no caemos.