Cuentan los protagonistas de la reunión que cuando el entonces intendente de Florencio Varela Julio Pereyra fue a la Casa Rosada a plantearle la necesidad de construir un hospital en su municipio al presidente Néstor Kirchner, éste revisó la partida presupuestaria destinada a la compra de un avión que reemplazara al Tango 01, y ordenó a Alberto Fernández: “con esa plata hagamos el hospital”.
La obra comenzó en 2005 y en 2007, antes de finalizar su mandato, el santacruceño puso a andar un establecimiento modelo que, con su operatividad financiada por la Nación y la provincia, rápidamente alcanzó reconocimientos internacionales. no sólo por la excelencia de sus prestaciones médicas, sino también por el novedoso concepto de atención en red para los más de dos millones de habitantes del conurbano sur.
Arnaldo Medina, un médico egresado de la UNLP y por entonces funcionario en la cartera sanitaria bonaerense, condujo al equipo que, en forma colectiva y con el aporte de directores de hospitales y secretarios de Salud de cuatro municipios, proyectó al hospital El Cruce-Dr. Néstor Kirchner como un establecimiento que pudiese centralizar la demanda de atención de alta complejidad de pacientes derivados de siete hospitales de la región, que así ya no deberían ser asistidos en La Plata o la CABA.
Medina fue su primer director y se mantuvo en el cargo hasta marzo de 2016, cuando fue desplazado por las nuevas autoridades sanitarias nacionales y provinciales. A días de que se produjera una fuerte protesta de trabajadores del nosocomio, y gracias al detallado conocimiento de cada uno de sus rincones, el también vicerrector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche y dirigente del Foro Popular de Salud traza en esta entrevista un diagnóstico inquietante de la actualidad del hospital.
–El hospital El Cruce-Dr. Néstor Kirchner se pensó como el centro neurálgico de una red sanitaria. ¿Cuál es el estado de esa red hoy, tras dos años y siete meses de gestión Cambiemos?
–Rescato aquellos conceptos que posicionan la red en los aspectos relacionales y vinculares. Un autor catalán, Ramón Urbieto, dice que “las redes significan una conversación regular entre personas que comparten un territorio y problemas comunes”. Lo que hicimos en la región dónde está asentado El Cruce, una encrucijada en la que confluyen los distritos de Quilmes, Berazategui, Almirante Brown y Florencio Varela, fue generar mecanismos para relacionarnos mejor los hospitales, los centros de atención primaria de la salud, los municipios, la provincia y la Nación para así resolver los problemas de nuestra comunidad. Se planificaba en conjunto, se aprovechaban mejor los recursos existentes y se derivaba mucho mejor a los pacientes, ya que la red es parte de su tratamiento. Esto con el gobierno de Cambiemos se deterioró, entre otras cosas, porque la región sanitaria VI de la provincia de Buenos Aires –en la que está asentado– dejó de cumplir su función de coordinación.
–¿Está comprometido entonces el concepto de red fundacional?
–No se comprometió en la medida que sigue vigente en la cultura de los trabajadores del hospital, aunque no dependa solo del hospital, sino fundamentalmente del conjunto de las políticas de salud y de los acuerdos políticos entre los distintos actores. En la medida en que los directivos hagan el esfuerzo de vincularse con los demás, la red seguirá viva.
–Desde lo funcional, ¿en qué aspectos entiende que se ha visto afectado el hospital?
–Creo que hay dos etapas, una antes y otra después del abrazo al hospital del 28 de junio pasado, un día histórico en el que alrededor de 30 mil personas, entre trabajadores, pacientes y vecinos de la región, confluyeron en él para manifestarse en su defensa. Luego de un primer año en 2016 de gran despilfarro –por ejemplo, se designaron más de 100 trabajadores sin justificación aparente–, a comienzos de 2018 se quiso materializar un ajuste brutal del 40 por ciento, que por lo menos fue lo que se les transmitió a los jefes de los diferentes servicios. Como consecuencia de eso se produjo el abrazo, promovido desde una gran unidad entre todos los trabajadores. Después de semejante manifestación, se removieron las autoridades del hospital y comenzó una nueva etapa, esta vez con un cuerpo de directores con historia y pertenencia al hospital y que cuentan con apoyo interno. Así aparecieron nuevas partidas de fondos. Pero hay un ajuste que pasa principalmente por el salario de los trabajadores, a quienes se les ofreció este año una paritaria de tan solo el 13 por ciento. Esto es insuficiente si se tiene en cuenta la inflación proyectada de más del 45 por ciento, y agravada si se estima que la pérdida acumulada del salario de los últimos 3 años que ya ronda en el 50 por ciento.
–¿Y cuál es el panorama para 2019?
–Es preocupante el presupuesto adjudicado para 2019, con un crecimiento de tan solo un 15 por ciento a pesar de la inflación, ya que sabemos que hay insumos que aumentaron a precio dólar en un 80 por ciento, por lo que estamos obligados a pensar que si no se reciben partidas adicionales, el presupuesto no alcanzará para todo el año.
–¿Hay pacientes en seguimiento que debieron interrumpir tratamientos?
–Esto se comenzó a dar aceleradamente en la etapa previa al abrazo de junio. Desde mi punto de vista lo más angustiante es el cierre de la agenda para pacientes oncológicos, bajo el supuesto de que su atención no corresponde a la alta complejidad. Entiendo que eso debería revisarse porque no tienen asegurados otros lugares a dónde ir, y esa prestación funcionaba muy bien. No obstante el hospital mantiene un nivel de actividad interesante, que todos esperamos que no siga deteriorándose.
–¿Qué suerte corrieron las áreas de docencia e investigación?
–El hospital en este momento tiene áreas de docencia e investigación muy activas y con mucha presencia. Me cuentan que las jornadas científicas de este año han sido maravillosas, a pesar de todas las dificultades con las que se encuentran. Lo que sí es preocupante desde el punto de vista de la investigación es la dificultad que se tiene para terminar de poner en marcha el Centro de Investigación Traslacional, una fantástica inversión –aunque incompleta aún–, digna de los mejores hospitales del mundo. Aquí sí que sin el aporte de otras políticas públicas concurrentes, al hospital se le va a hacer muy difícil avanzar solo.
–Otra particularidad del hospital era su lazo con la Universidad Arturo Jauretche, una de las casas de altos estudios creadas por la gestión kirchnerista en el conurbano.
–Esa vinculación es sumamente provechosa para ambas instituciones. Tal es así que el hospital está rankeado como primer hospital universitario de Latinoamérica, en parte por ese vínculo. Entre posgrados y actividades de investigación conjuntas, ambas instituciones y el Conicet tienen una Unidad Ejecutora de Neurociencias, con varios científicos liderados por la Dra. Silvia Kochen que se han radicado en nuestro medio y que es un orgullo para todos nosotros. Esta relación tuvo un período oscuro en la etapa previa al abrazo, pero ahora estamos comprometidos a potenciarla con las actuales autoridades.
–¿Se observan signos de deterioro en lo edilicio? ¿Hay renovación de equipamiento?
–Signos marcados de deterioro edilicio no se ven, pero entiendo que es más preocupante la ausencia de crecimiento. Sobre todo si se tiene en cuenta que en el presupuesto de 2016 el hospital tenía partidas de 180 millones de pesos para construir una nueva ala y para ampliar los quirófanos, obras que no se concretaron. El caso del equipamiento sí es alarmante porque el hospital ya cumplió 10 años y la mayoría de sus equipos están amortizados desde el punto de vista económico y se requieren importantes inversiones para su renovación.
–¿La planta de personal se mantuvo estable o hubo cesantías?
–No hubo cesantías masivas como en el caso del hospital Posadas. El problema está centrado en el no pase a planta permanente de los contratados y en las renuncias que incipientemente se producen por problemas salariales, situación que indefectiblemente tenderá a agravarse si no se mejoran las condiciones salariales. Pero aún quienes se quedan apuestan al prestigio que mantiene la institución.
–La semana pasada los trabajadores volvieron a protestar, pero usted señala insistentemente el abrazo de junio...
–Sucede que lo del 28 de junio fue un hecho sin precedentes en la historia argentina. Fue emocionante ver a vecinos, pacientes, trabajadores de la salud, docentes, estudiantes... Venían fundamentalmente de nuestra región y sus cercanías, pero también de áreas más alejadas. Decían frases como “aquí me salvaron la vida”, “aquí me trataron con dignidad y respeto”. Me imaginaba que pasaría por la cabeza y el corazón de esos trabajadores del hospital, sobre todo los más jóvenes; cómo no sentirse comprometidos con esa marea de personas, cómo no sentirse aún más involucrados con los usuarios, con los pacientes, con sus compañeros del hospital y de la red. En definitiva, con su pueblo. En ese momento les transmití a mis amigos del hospital que lo que habíamos construido entre todos, con el apoyo político de las autoridades y con la comunidad, era algo que nos supera a nosotros, al hospital, a la red e incluso al sistema de salud.
–¿Cómo se expresa en el hospital la degradación institucional del Ministerio de Salud de la Nación?
–Como en todo el sistema de salud: se vive como una mala señal para la salud de todos los argentinos.