Los jóvenes en la Argentina tienen hoy una tasa de deso- cupación que casi triplica a la de los adultos. La franja que está entre los 18 y los 24 años es la más perjudicada, ya que el 24,3 por ciento de los jóvenes de esa edad está buscando trabajo y no lo consigue. Finalmente, los que logran insertarse en el mercado laboral lo hacen en altísima proporción en empleos informales: la tasa de empleo en negro del sector se encuentra cercana al 50 por ciento.

Así lo advierte un estudio realizado por el Centro Atenea y la Fundación SES, en base a las cifras oficiales correspondientes al primer trimestre de este año de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. 

El informe utiliza un cuadro de columnas para mostrar la tasa de desocupación de jóvenes y adultos (ver gráfico). Allí se refleja cómo entre las personas con edades que van de 16 a 29 años el desempleo es del 17,7 por ciento, casi tres veces más que el registrado entre los 30 y los 56 años, franja en la que los que buscan trabajo activamente llega al 6 por ciento.

Dentro del conjunto de los jóvenes, el desempleo afecta más a las mujeres que a los hombres: llega al 21 por ciento.

Por otra parte, la franja de los 18 a los 24 años, de cualquier género, es la más perjudicada ya que el 24,3 de cada cien se encuentran buscando trabajo y no lo consigue. El análisis pone en foco cómo la pobreza de origen repercute en el acceso a empleos de calidad, y la falta de apoyo para que los jóvenes completen o retomen sus estudios agrava su vulnerabilidad, porque existe una correlación directa entre el nivel de estudio alcanzado y la posibilidad de acceder a un empleo formal.

“Para colaborar con los ingresos en el hogar, muchos/as jóvenes suelen salir anticipadamente del sistema escolar y la ausencia de credenciales educativas repercute tanto en las posibilidades de inserción laboral como en la calidad de los empleos obtenidos. No obstante, más allá del esfuerzo individual que realicen para mejorar su nivel educativo, existen factores estructurales que condicionan sus posibilidades de acceso y finalización de estudios”, advierten los autores. 

Un segundo cuadro (ver gráfico) muestra la relación entre pobreza y empleo en negro. En términos generales, la informalidad laboral afecta al conjunto del segmento juvenil, pero se agrava notablemente según el sector de ingresos en que vivan. Entre aquellas personas que provienen de hogares con ingresos bajos, la tasa de trabajo en negro es más del doble que para quienes provienen de hogares de ingresos altos.

El nivel de estudios alcanzado es otra variable relacionada con el empleo no registrado. El informe señala que 41 de cada 100 jóvenes con trabajos no registrados no han completado el secundario. Por el contrario, el trabajo en negro se reduce entre las personas con estudios completos: a 32 de cada 100 en el caso de nivel secundario y 25 de cada cien entre las que alcanzaron un nivel terciario o universitario. El acceso a la educación superior incrementa claramente las posibilidades de inserción en el mercado de trabajo formal.

Es en esta realidad que cobra peso el rol del Estado para impulsar la inclusión de las nuevas generaciones en el mundo del trabajo. 

Este papel, sin embargo, ha sido descuidado o directamente abandonado desde la asunción de Cambiemos. Por ejemplo, el programa Progresar, creado en 2014 durante el gobierno de Cristina Kirchner, para jóvenes de entre 18 y 24 años que estudien, fue reducido a la mitad por la gestión macrista durante el año pasado. Para el próximo año, en el marco del Presupuesto de déficit cero, hay prevista una nueva reducción de sus partidas. Lo que implica, en términos concretos, menor cantidad de jóvenes con posibilidad de acceder a la beca.

“Da la impresión de que nuestros jóvenes están huérfanos de representación política y no forman parte de la agenda del Estado. Mientras se instala la consigna que el emprendedurismo y meritocracia salvarán sus carreras, cientos de miles de pibes y pibas quedan confinados en la precariedad laboral y en la desocupación”, señaló Damián Ledesma, director del Centro de Estudios Atenea.

El porcentaje de jóvenes de entre 18 y 24 años que no finalizaron sus estudios secundarios es actualmente del 34 por ciento. Los investigadores apuntan que, en situaciones de crisis, la necesidad de salir tempranamente a trabajar se intensifica y con ella el problema del abandono de los estudios. Este círculo negativo se acelera con el retiro del Estado. “Ante un escenario laboral que precariza y expulsa, el Estado ha quitado recursos de asistencia y acompañamiento al eslabón más débil de la población económicamente activa.”


Tasa de desocupación de jóvenes y adultos/as


Tasa de no registro según estrato de ingresos en el hogar


Condición de registro del empleo de jóvenes entre 16 y 29 años, según nivel educativo


Variación real del presupuesto del Progresar