Cada uno a su modo, las ex presidentas Cristina Kirchner y Dilma Rousseff convocaron al armado de un amplio frente social y político que reúna a todos los sectores que se sientan afectados por el modelo neoliberal. En el caso de Brasil, Rousseff agregó “y neofascista”. En el afán de una unión realmente abarcativa, la ex presidenta argentina incluso consideró perimidas las categorías de derecha e izquierda, que “sólo sirve para dividir”, y recomendó cambiarla por otra que tuviera en cuenta la categoría “pueblo”. Cristina Kirchner y Rousseff fueron las dos principales protagonistas de la primera jornada del Foro Mundial del Pensamiento Crítico realizado en el club Ferro ante una multitud que desbordó las instalaciones. Organizadores y participantes se encargaron de aclarar que no se trataba de una “contracumbre” a la del G-20 sino que era un foro que se reunía a debatir propuestas e ideas para el futuro.
Cristina Kirchner dedicó el primer tramo de su mensaje a hablar sobre los estragos generados por el gobierno de Cambiemos, el que –resaltó– dentro de 20 días cumplirá tres años. “En los diez primeros meses de 2015, la inflación fue del 19,8 por ciento. Tres años después, es del 38,2 por ciento. Duplicó la inflación el Gobierno que proclamaba que iba a ser el problema más fácil de resolver”, marcó la senadora del Frente para la Victoria. También subrayó las diferencias en cuanto a consumo popular –“hoy los supermercados están literalmente vacíos”– y la política de desendeudamiento de los 12 años del kirchnerismo. “Hoy han vuelto al FMI con un préstamo de 57.700 millones de dólares, que convierten a la Argentina una vez más en meros gestores de políticas que les son impuestas de afuera, además de tener que devolver el dinero”, indicó. Evaluó que si hoy la gente aguanta el ajuste es gracias el entramado social construido durante sus gestiones con medidas como “las AUH, las jubilaciones”.
Si bien expone en todos los debates importantes que se dan en el Senado, hay que remontarse a más de un año atrás, al cierre de la campaña para las elecciones legislativas, para recordar el último acto público de la ex presidenta. Su presencia fue una de las causas de la gran expectativa que generó el encuentro que convocó a exponentes del pensamiento progresista de todo el mundo y que continuará hasta el viernes con mesas temáticas en distintas sedes.
Desde temprano los alrededores de Ferro se vieron concurridos, con largas filas de inscriptos que pugnaban por conseguir un lugar en el gimnasio en el que se desarrollaron las ponencias. Aunque el lugar era amplio, era evidente que no habría espacio para todos. Según contó Pablo Gentili, el titular de Clacso que acompañó a CFK durante su presentación, hubo un total de 50 mil anotados para participar de las jornadas, 26 mil argentinos y 24 mil extranjeros. Hasta para los numerosos invitados especiales se hizo difícil conseguir un lugar adelante. Para que nadie se quedara sin ver los discursos, se instalaron pantallas en otro salón y sobre avenida Avellaneda. Con todo, la cantidad de gente que colmaba los pasillos y el techo de chapa que recibía los rayos del sol contribuyeron a convertir al gimnasio en un horno.
“Debemos acuñar una nueva categoría de frente social, cívico, patriótico, en el cual se agrupen todos los sectores que son agredidos por las políticas del neoliberalismo”, planteó Cristina Kirchner, algo que viene hablando con cada dirigente con que se reúne en el Instituto Patria. “La división es un lujo que no nos podemos permitir”, definió, y aclaró que en el espacio entraban los pañuelos verdes de las militantes pro aborto pero también los celestes. “Tenemos que aprender a aceptar eso”, aconsejó.
Planteó también la idea de crear una nueva arquitectura institucional –que no terminó de delinear– que refleje la actual estructura de poder y así “preservar el funcionamiento de la democracia”. Cerró hablando de la camisa que llevaba puesta –“que la tengo transpirada porque hace un calor infernal”–, que le habían regalado cuatro ex empleadas de la marca Chocolate, que cerró por culpa de la crisis. “Cuatro pibas que se acaban de quedar sin trabajo juntaban plata y me mandaban este regalo. ¿Cómo no creer en la solidaridad y el amor?”, cerró.
Dilma Rousseff quiso escuchar su discurso, pero le fue imposible conseguir un lugar y se volvió a los camarines. La ex presidenta de Brasil había sido la encargada de abrir el foro a las 10. Bastó una pregunta del rector de la UMET, Nicolás Trotta, para que Dilma se lanzara a un apasionado recorrido de lo sucedido en los últimos tiempos en Brasil, un caso emblemático para la discusión en el foro con el triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro. “La Operación Lava Jato torna a la política en algo irrelevante, apunta contra la política”, sostuvo. Consideró que así como en la Guerra Fría se había utilizado el anticomunismo para generar odio, en este caso se usó la corrupción para apuntarle al Partido de los Trabajadores. “No sólo quieren destrozar al PT sino todas las conquistas conseguidas durante nuestros gobiernos”, afirmó.
En su relato hubo varios puntos de contacto respecto a la situación argentina en temas como medios de comunicación, justicia y empresas estatales. Así como Mauricio Macri habla aquí del déficit de Aerolíneas Argentinas, Rousseff contó que allí están en la mira Embraer, Petrobras y Electrobras. Pero, advirtió, pese a la ofensiva el PT se mantiene con el partido con más diputados, gobernadores y representantes distritales. “La columna vertebral y el corazón del pueblo de Brasil es antifascista y antineoliberal”, aseguró la ex presidenta, que promovió –como luego haría CFK– “un frente democrático y popular”. “Hay que hacer todas las alianzas necesarias, tienen que juntarse todos aquellos que estén contra el autoritarismo”, impulsó Rousseff.
Así como los cantitos característicos de la militancia kirchnerista aportaron color a la presentación de Cristina Kirchner, la consigna “Lula libre” y los dedos en “L” acompañaron a Rousseff. “Estamos en una ruta trágica”, dijo sobre la deriva brasileña.