¿Cómo será el más allá? El interrogante le sirve a Achille Mauri, escritor tardío, viajero indómito y curioso insaciable, presidente del holding editorial Messaggerie Italiane y de la Escuela para Libreros Umberto y Elisabetta Mauri, para imaginar el reencuentro de almas que abandonaron sus cuerpos para compartir la eternidad, una “verdadera resurrección”, en palabra de un personaje. “El tiempo ya no existe, están las cosas que se hacen y las que no se hacen. Así como el frío es sólo ausencia de calor, así la eternidad es solamente ausencia de tiempo”, le dice una de las almas a Achille, protagonista de Sorpresa. Divertimento en el más allá (Adriana Hidalgo), traducida por el escritor Roberto Raschella. La primera novela de Mauri, que parece una obra de teatro porque el diálogo es la forma elegida, es también una suerte de memorias “parlanchinas” de un hombre cuya vida estuvo marcada por la convivencia con notables: su padre fue productor teatral de Eugène Ionesco; Pier Paolo Pasolini estuvo enamorado de su hermano Fabio Mauri (1926-2009), artista visual de una obra multiforme; su tío, Valentino Bompiani, fue fundador de la editorial, y fue amigo de Umberto Eco, además de haber sido su editor en la revista Versus, donde publicaron Noam Chomsky, Roman Jakobson y Félix Guattari, entre otros.

“Eco aparece en la novela porque fue el amigo de mi vida, un hombre que no era fácil, pero que ha hecho cosas extraordinarias como escritor y profesor”, cuenta Mauri a PáginaI12. “Mi familia era laica, pero mi hermano Fabio era muy religioso. Y yo le planteaba cuestiones con las que no estaba de acuerdo, como la frase ‘los últimos serán los primeros’. ¿Cómo vamos a ser los últimos, si nos educan para ser los primeros? ¿Cómo podemos llegar al otro mundo últimos, si tenemos que ir al infierno? Mi idea del otro mundo es como una biblioteca, donde hay pasado, presente y en cuanto al futuro habrá que esperar un rato. Nuestra vida es muy corta y la idea de la novela me vino del hecho de pensar que en el otro mundo hay una biblioteca o una librería. No puedo concebir el otro mundo sin cuentos y sin libros”, dice Mauri. “Una vez que nos sacan el problema del sexo, el problema de la edad, el nivel social, lo que queda, ¿es poco o es mucho? Es mucho porque sin barreras de sexo, de edad, de clase, uno se puede casar en lo que sería un matrimonio de almas, y el alma es la memoria de una vida y uno puede vivir lo que vivieron los demás. Si hago una cola tremenda para entrar a ver a Leonardo Da Vinci y me aburro porque él se queda todo el día en la cocina haciendo platos veganos, salgo y me voy a otro lado. Quizá entre este mundo y el otro no haya ninguna diferencia”.

Sorpresa empieza por el epígrafe: “Sorpresa. Porque apenas fallecí mientras dormía, me desperté vivo, me bajé de la cama y ahora estoy aquí, en un garaje cercano a mi casa, en el Porsche rojo de unos amigos de mi hijo, y aquí llegué porque esta es la nueva residencia de mi gato Ely”. Los animales de la vida de Mauri lo acompañan en este “más allá narrativo”. “Mi hermano y Pasolini tuvieron como profesor a Roberto Longhi, el que descubrió a Caravaggio. Pasolini y mi hermano tienen esa cosa de Caravaggio de poner en evidencia la cara del pobre, el obrero sacrificado. Gillo Pontecorvo, el director, igual. Y el poeta Francesco Leonetti también. Todos ellos participaron de la revista El cedazo, que fundó mi hermano junto con Pasolini en el 42. Cuando terminó la guerra, ese círculo se rompió. Pasolini se fue a Roma y escribió a mi hermana: ‘soy feliz porque soy comunista y homosexual”. Para mi hermana fue tremendo porque estaba enamorada de Pasolini”, recuerda Mauri, quien está por publicar en italiano su segunda novela, La paradoja de Aquiles, que transcurrirá en Argentina, que visita con frecuencia porque está casado con una argentina.

En Sorpresa, El Lector dice: “La complicidad con el sistema es la nueva ideología mundial: no hay posibilidades de lucha, de confrontación, de diálogo. Me pregunto si el muro de no sé cuántos kilómetros que Trump imagina a lo largo de la frontera no será erigido por una empresa constructora de la que él mismo es socio mayoritario”. Mauri expande este razonamiento hacia la cuestión financiera. “La deuda que Trump tenía con el Deutsche Bank como empresario inmobiliario era muy grande. Que sea presidente complica las cosas. Hoy a nivel bancario con toda nueva deuda autorizamos una forma de robo delincuencial, porque si me permitís cerrar una cuenta sin que yo te deba nada, significa que el Banco Central no tuvo capacidad de controlar a ese banco. La plata que pusiste en un banco te la pueden sacar. Y se dice que no es un problema político.  Jugamos un partido de Monopoly donde las cartas ganadoras las tienen algunos y jugamos sabiendo que la poca plata que nos dan nos la van a sacar”.

Mauri se preocupa por el tratamiento que reciben los inmigrantes que llegan a las costas de Europa. “Desde el tiempo de los romanos tenemos africanos que llegan nadando, en canoas o escondidos en barcos a la costa italiana; es normal que vengan porque estamos cerquita. Pero la atención que les damos es mínima: los tenemos abandonados en el mar, esperando a que les den permiso para que puedan entrar... Italia se está volviendo fascista”, advierte, y habla de su otra faceta: “Las editoriales tienen dos graves problemas. El primero es la influencia de grandes capitales que no tienen nada que ver con el mundo editorial. El gran monstruo es Amazon. El segundo es que hay diletantes que publican cualquier cosa. El trabajo de un editor consiste más en decir ‘no’ que ‘sí’”.