El aborto no es un tema del siglo XXI. Julieta Di Corleto estudió la interrupción del embarazo a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Y ella determina: “El aborto era reconocido como una práctica socialmente expandida para terminar con embarazos no deseados. La policía gestionaba las investigaciones de estos delitos mayormente impulsadas respecto de mujeres de los sectores populares. El celo policial en su persecución muestra una gran preocupación por intentar erradicarlo. Las decisiones judiciales tendían hacia las absoluciones de las mujeres imputadas por esos delitos, quienes, de todos modos, no se salvaban de permanecer detenidas durante el curso de los procesos. Los médicos reconocían que la interrupción del embarazo era un flagelo que iba en aumento. Sin embargo, no contaban con las herramientas necesarias para certificar que había habido un embarazo interrumpido (y eso) impedía uniformar el reproche a las mujeres de bajos recursos acusadas por la muerte del fruto de su concepción. De todas maneras, el intenso trabajo policial mantenía vigente la prohibición del aborto”.
En el libro Malas madres, aborto e infanticidio en perspectiva histórica, de Ediciones Didot la abogada Di Corleto desarrolla una investigación que comenzó para doctorarse en historia que le llevó nueve años y en donde ahondó sobre mujeres y madres delincuentes. Un dato relevante es que no siempre la Iglesia fue anti aborto: “La idea que la vida comienza con la fecundación fue adoptada por la Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XIX, con anterioridad la jerarquía eclesiástica habilitaba el aborto en las etapas iniciales del embarazo”. Además el primer Código Penal argentino, sancionado en 1886, ya contemplaba causales de permiso, por ejemplo, si era para proteger el honor y la reputación.