Los spots de Avon, que promueven el cambio de trato machista, está entre las mejores de lo que podría catagorizarse como expresión de la “responsabilidad social” empresaria. Esas conversaciones entre varones en las que uno expresa la voz cantante de la transformación machirula y guía la reflexión para que el otro – un amigo, el padre– reconozca su inscripción violenta, son de muy buena factura estética y pedagógica. Las políticas públicas para combatir la violencia de género – dígase de paso, no parecen nada estridentes –, no pueden prescindir de cambios en la base cultural. Los arquetipos patriarcales tienen tal orden de sedimentación que fungen como fórmula de sentido común, tal como aparecen en las enunciaciones de los varones interpelados en esta serie de la empresa Avon. La verdad es que hace tiempo que sus gerencias han venido realizando intervenciones para reconocer de modo genuino a las mujeres y promover la erradicación del hostigamiento. Debe decirse además que siempre ha habido un excelente asesoramiento, porque no deja de sorprender cómo han podido sortear las marcas de los estereotipos, eludir la vulgata “cosas de mujeres” – esos señuelos que refuerzan la secundarización femenina cuando se aborda “lo que interesa” al género y resulta una exposición de trivialidades. Las conversaciones de los varones de estos spots son plausibles, es decir, tienen visos de resultar especulares con las realidades cotidianas de la existencia. Sin duda las canteras patriarcales son mucho más difíciles de quebrar que la eficacia de cada spot en la interpelación al macho violento. El varón allí se da cuenta y suma su mensaje para que termine el mal trato, se extinga la humillación y el acoso. Pero esta forma comunicacional está entre las más interesantes que hemos visto desde hace mucho tiempo. Tal vez algunas feministas no se privarán de encontrarle meandros y ponerles banderillas porque todavía no es resueltamente tan canónico como necesitamos. Bueno, podemos sofisticar mucho más… De mi parte, sin apelaciones a mayores contorsiones semiológicas, permítanme decir que es una excelente contribución de la “sociedad civil” al combate al flagelo de la violencia. Entiéndase que hay cooperaciones como las del INAM y de Naciones Unidas, lo que indica que el producto fue cuidado. No tengo dudas de que estos spots pueden ser muy rendidores en cursos de capacitación, tan fundamentales en todas las instituciones. La gestión machirula es de tanta obviedad que necesitamos ponerla en evidencia con métodos comunicacionales directos, arraigados en las fórmulas habituales. Un mérito de esta serie, dicho al final pero no es lo de menos, es que se trata – ¡eureka! – de conversaciones entre varones. La enorme generalidad de medios para el combate a la violencia patriarcal está encarnada por mujeres que expresan el sufrimiento. Singular cambio de protagonistas este.
Me parece un producto encomiable esta saga de la “responsabilidad social empresaria” contra la violencia de género.
Dora Barrancos: Socióloga e historiadora.