Fue “la fiesta de los títeres”. Una celebración, un lugar de encuentro, y un modo de poner en valor el arte titiritezco, como tal. También, un espacio donde se alzó la voz contra el ajuste, el vaciamiento, y en general el difícil momento que están viviendo espacios de formación específicos como los de La Matanza, Avellaneda o el de la Universidad de San Martín, y cuerpos como el del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. Con todos esos condimentos se vivió la cuarta edición del Premio Nacional Javier Villafañe de Teatro de Títeres y Objetos para niños y adultos, cuya entrega de premios tuvo lugar el miércoles en el Centro Cultural de la Cooperación.
Este espacio cultural de la calle Corrientes se fue consolidando en sí mismo como un “polo de los títeres”, y el sentido político y social de esta “toma de postura” desde los títeres fue explicado por Juan Carlos Junio y Juano Villafañe, su director y director artístico. También con contundencia por Antoaneta Madjarova, al frente del área: “Hacer la cuarta edición del Premio Javier Villafañe en un contexto del país en donde se nos quitan derechos diariamente, en donde cierran espacios culturales y artísticos, nos recortan y quitan los subsidios, es un verdadero elogio”, expresó la directora del grupo Kukla. “Esta es la muestra verdadera que a pesar de las políticas neoliberales devastadoras y antihumanas jamás nos pondrán de rodillas porque tenemos armas muy poderosas: creatividad, resistencia, capacidad de trabajo. Justamente, fue el títere el que resistió durante las épocas más siniestras de la humanidad, y como Pulchinelas rebeldes y Trotamundos incansables vamos a seguir andando por el mundo, llevando mensajes de libertad, igualdad, inclusión y justicia social”.
Llamativamente, dos obras que recrean el clásico de Verne (con el mismo punto de partida, pero muy diferentes en su puesta y desarrollo) fueron las que se llevaron el premio mayor del jurado “de grandes”, y también el premio especial que otorga un jurado de niños y niñas: La vuelta al mundo en 80 días, en la versión de Claudio Hochman y Fernán Cardama, y La vuelta al mundo en ochenta mundos, en la versión libre de Luis Rivera López, interpretada por el Grupo de Titiriteros del San Martín, con dirección de Sergio Rower. El mejor trabajo para público de adultos fue No quiero morir desnudo, de la compañía de Río Negro Atacados... Por El Arte, con dirección de César Brie (este trabajo resultó además “mejor obra dramática”, Dardo Sánchez se llevó por él el premio a mejor actor titiritero, y Brie a la mejor puesta en escena y dirección). Si un rasgo tuvo este premio, entre una muy larga lista de categorías y nominados, fue su carácter federal, confirmando tanto la calidad alcanzada por el trabajo que se hace en las provincias, como la decisión y el interés por abrir la mirada hacia lo que allí pasa.
Así, espacios como el del Festival Internacional de Artes Escénicas dedicadas a la Infancia “Tutú Marambá”, realizado desde el Parque del Conocimiento de Misiones, o compañías como el Grupo El Quitupí, de Jujuy, fundada por la titiritera y miembro de Madres de Plaza de Mayo Nélida Pizarro de Fidalgo, tuvieron aquí su reconocimiento. Y se llevaron premios en distintos rubros grupos como La Faranda de Salta, Lupa, compañía de muñecos de Tandil, o Ulularia Teatro de Córdoba.
Dedicada especialmente a las mujeres hacedoras de la titiritezca argentina, esta edición dedicó a tres de ellas premios a la trayectoria. Uno fue para Adelaida Mangani, quien destacó lo que significaron estos 41 años de trabajo en el Grupo de Titiriteros del San Martín, que actualmente dirige. “El trabajo de resistencia y fuerza para mantener este espacio no solamente no es fácil, tampoco es tan seguro como se cree”, advirtió. “Queremos que sepan que si por nosotros fuera, estaríamos actuando en cada rincón de la ciudad”, completaron luego los integrantes del grupo, al recibir un reconocimiento por las cuatro décadas transitadas, destacando la idea de “prepotencia de trabajo” como un modo de hacer de Mangani. También fueron reconocidas la titiritera y directora Gloria Díaz, y la titiritera, realizadora, escultora y artista plástica Alejandra Farley. Otro reconocimiento especial fue para el titiritero, director y docente Tito Lorefice.
Tic Tac, el héroe del tiempo, de la Compañía Omar Álvarez Títeres; La fábula de Basilia, la luz y el fuego, de Anima Teatral; la “opereta folklórica” Fausto Criollo; Beethoven, de Babelteatro; Las mil y una noches de Libertablas, Diarios de 15, Mantay Grillo y La casa dada vuelta, las obras del Grupo de Titiriteros del San Martín La isla desierta y La biblioteca de los libros desordenados, también fueron premiadas, entre otras. Y hubo títeres, claro: Perla y Flora, que sumaron humor a la entrega, o los del Teatro di Piedi (teatro del pie) de la argentina radicada en Italia Verónica González, manejados por igual con pies y manos. Y en la entrada, el lambe lambe (teatros en miniatura que desarrollan escenas dentro de cajas, para uno o pocos espectadores) de la compañía Tundra, Mujeres de Cajas Tomar. También estuvo Javier Villafañe, en la narración de Gricelda Rinaldi de Los sueños del sapo. Y, sobre todo, en el espíritu de celebración y valoración extendido en títeres, titiriteros y titiriteras.