Un gobierno que reduce el presupuesto educativo durante 11 años decide repentinamente crear una Universidad para formación docente. Este intento obtiene el rechazo inmediato unánime de autoridades, docentes, estudiantes y graduados de los 29 profesorados que se encargan de formar maestros y profesores desde hace décadas. El Joaquín, el Acosta, el Dickens son algunos de esos colegios que se convirtieron en una marca de educación de calidad, en instituciones que son un orgullo de la escuela pública. Durante todo un año, ese mismo gobierno, que enuncia el diálogo sólo como muletilla marketinera, no sumó ninguna voluntad a su proyecto y, por el contrario, unificó a toda la oposición en el voto negativo.
La concepción educativa del neoliberalismo, que entiende a la educación como una mercancía, tiene el reflejo de presentarse bajo el disfraz de un discurso innovador.
La UniCABA se inscribe en la misma línea de la llamada Secundaria del Futuro: un proyecto que busca formar a los estudiantes para vivir en la incertidumbre de no tener trabajo estable, que los concibe como recursos humanos en adiestramiento y no como sujetos de derechos. En definitiva, la única innovación es poner la educación al servició del mercado. Como lo expresó con claridad el exministro porteño y nacional Esteban Bullrich cuando les pidió a los grandes empresarios que lo consideraran un jefe de recursos humanos y no un ministro del Estado.
Es la misma concepción que pretende eliminar de la órbita educativa al primer ciclo del Nivel Inicial, los Jardines Maternales, para generar un circuito “paraescolar” diferenciado donde los que puedan pagar vayan a jardines privados y quienes no, sean “atendidos” por la asistencia social a través de “centros de cuidado”. Desescolarizar es la clave de este proceso que cierra instituciones educativas con la promesa de adaptarse mejor a un futuro impuesto para el que sólo cabe resignarse. La educación, para nosotros, es precisamente lo contrario a la resignación. Es, como sostenía Paulo Freire, asumir que “las cosas no son así; están así y podemos cambiarlas”.
“La transformación educativa está en marcha”, era el eslogan con el que el neoliberalismo de los ‘90 impulsó la Ley Federal de Educación. Se trató de una reforma que desarticuló el sistema educativo y destruyó la escuela primaria, secundaria y la educación técnica. Esa reforma, que siempre tuvo el rechazo de la comunidad terminó en un anunciado fracaso. Su derogación en cambio tuvo un respaldo amplísimo. La Ley que hoy sancionó la mayoría automática de un neoliberalismo decadente tendrá el mismo destino. Pero su fracaso sobrevendrá en menos tiempo.
* Secretarios General y de Prensa de UTE, respectivamente.