Desde París

Una familia sin coherencia ni proyecto claro buscó en las urnas la definición del candidato que la representará en las elecciones presidenciales de abril y mayo de este año. El Partido socialista francés organizó este domingo la primera vuelta de las primarias en las que se presentaron 7 candidatos con tres de ellos como favoritos: el exprimer ministro Manuel Valls, el favorito y representante del socialismo reformista y liberal, y dos ex ministros perfilados como los abanderados del ala más a la izquierda: Benoît Hamon y Arnaud Montebourg. Los resultados indican que serán Hamon, 35%, y Valls, 31%, quienes se disputen el próximo domingo la candidatura presidencial del partido.

El Primer Secretario del PS, Jean-Christophe Cambadélis, dijo que « las fuerzas » del socialismo han mostrado que « forman una alianza estable y duradera ». La frase es un excelente ejercicio de literatura política lejos de plasmar la realidad. El ensayo de estas segundas primarias del PS (la primeras fueron en 2011) se parecen más a un acto simbólico antes de la sepultura final. El PS huele a fin de época y el legado que ha dejado el actual presidente socialista, François Hollande, no lo ayuda en lo más mínimo a conjeturar un renacimiento. Todos los sondeos de opinión adelantan que no habrá ningún representante de la izquierda en la segunda vuelta de las presidenciales. Sea quien sea el que la represente, la “gauche” reviviría el síndrome de 2002, cuando fue eliminada en la primera vuelta por el fundador de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen. En en caso de las presidenciales del 2017 sería la hija de Le Pen y actual dirigente del partido Frente Nacional, Marine Le Pen, quien se encargaría de mandar a los socialistas a los cajones de la historia.

La interna entre los siete socialistas de la primaria reflejó sobre todo la imposibilidad de reconciliarlos. Entre los sociales liberales como Valls y Hollande y quienes se atienen a las posturas más igualitaristas y de izquierda como Hamon y Arnaud Montebourg no existe ninguna posibilidad de entendimiento. Este carácter irreconciliable entre “traidores” e “históricos” complica la unidad del partido de cara a la segunda vuelta y a la primera de las presidenciales. Precisamente, Benoît Hamon y Arnaud Montebourg fueron puestos de patitas en la calle del gobierno (2014) por haber criticado la “orientación liberal” de la presidencia o su socialreformismo. Ambos, además, boicotearon en la Asamblea con su respectivo grupo de diputados rebeldes las reformas más controvertidas de Manuel Valls, entre ellas la de la reforma laboral. No parece haber salida posible hacia una unión de cara a las próximas citas con las urnas:estos hombres no pueden apoyarse entre si. Ello explica muy bien el clima de frontera antes de la nada que se respira en la sede parisina del PS, en la Rue Solferino. Los electores demostraron por ahora su desinterés en este consulta:la participación fue menor que en 2011. Un millón de personas habían acudido a votar a las cinco de la tarde contra un millón y medio en 2011.

Manuel Valls y Banoît Hamon personifican dos caras opuestas del Partido Socialista. El primero es un puro producto de la socialdemocracia europeísta y reformista al más claro estilo de lo que se ha dado en llamar el “socialliberalismo”. El segundo preserva las narrativas fundadoras del socialismo y supo demostrarlo con una de sus principales propuestas:una suerte de subsidio universal de unos 600 euros. La primaria socialista sólo resuelve uno de los muchos problemas que tiene el PS, el de su candidato, pero en ningún caso le garantiza la reconquista de la opinión pública.

Sea Hamon o Valls el ganador de la segunda vuelta, en el duelo presidencial propiamente dicho habrá otras candidaturas de izquierda más fuertes que las del oficialismo socialista:la del líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, y la del ex Ministro de Economía del gabinete de Valls, el muy social liberal Emmanuel Macron. Estos dos hombres, más la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, y el de la derecha, el ex primer ministro François Fillon, aparecen todos mejor situados que los candidatos del PS. Sólo alianzas entre socialliberales (Valls-Macron) o entre izquierdas más pronunciadas (Mélenchon-Hamon) podrían modificar el destino escrito de antemano. Los socialistas no apuestan ni por los milagros. Hay, hoy, dos bloques muy claros: el del socialismo reformista y liberal y el de las izquierdas más puras. La izquierda y la derecha se han reencarnado en el seno del PS y quien gane las primarias tendrá la reforma final en sus manos.