“Hace rato en la Argentina se piensa que ser crítico es ser inteligente. Nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente, y que el pensamiento crítico, a veces, llevado al extremo, en la Argentina, ha hecho mucho daño”, dijo Marcos Peña, jefe de Gabinete de Ministros y licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Torcuato Di Tella.
Hace 235 años, el filósofo alemán Immanuel Kant inauguró una tradición que iba a postular la crítica del pensamiento como eje vertebrador del porvenir de la humanidad. Kant se paraba frente al dogmatismo racionalista, en el que él mismo había sido formado, pero también frente al dogmatismo teológico de la edad media.
Desde Kant, crítica es la capacidad de cuestionar los límites de la propia razón. Crítica es la búsqueda del pensamiento autónomo, es nuestra emancipación respecto de quienes nos dicen lo que debemos pensar, los tutores. Es la crítica de todo dogmatismo. La mejor manera de definir la palabra “crítica” es por la relación con su contrario: el dogma. Así se comprende que ser crítico no es “estar en contra de”, como suele malinterpretarse. Uno puede estar en contra de algo dogmáticamente, simplemente repitiendo lo que otros dicen, “criticando” todo, repitiendo afirmaciones ajenas, confiando en la guía de otros, de los tutores, intelectuales, periodistas, profesores o políticos que me dicen lo que tengo que pensar, o lo que tengo que decir, preferentemente sin pensar demasiado. También se puede ser crítico y estar de acuerdo con alguien, con un jefe, con mi profesor de filosofía, con un movimiento político o con un dirigente. El pensamiento crítico no implica estar alejado de todo gobierno, como algunos intelectuales suelen opinar. Si no aceptamos pasivamente lo que nos viene del exterior, si revisamos nuestras propias verdades, cualquier posicionamiento político puede ser válidamente crítico. La crítica no tiene tanto que ver con el contenido sino con la forma del intelecto. Con los modos, las argumentaciones, las elaboraciones del pensamiento. Cualquier ideología puede ser sostenida ya sea crítica como dogmáticamente.
De ese modo, difícilmente exista “el pensamiento crítico llevado al extremo”, y mucho menos podría tal cosa hacer algún daño. El pensamiento es crítico o es dogmático. Un “pensamiento crítico llevado al extremo”, ¿sería “un pensamiento extremadamente poco dogmático”? ¿Marcos Peña nos estaría invitando a que seamos más dogmáticos? ¿Qué dogma quiere que abracemos? ¿Qué verdades reveladas tenemos que aceptar sin someterlas a crítica? ¿Que haciendo ajustes vendrá la lluvia de inversiones? No lo razones, aceptalo con esperanza. ¿Que no necesitamos tantas universidades públicas y gratuitas? No lo pienses demasiado. Puede que resulte fácil identificar la prescindibilidad de la universidad con un determinado proyecto de país. ¿Debemos aceptar que Macri busca la “pobreza cero” con medidas que no cesan de incrementarla? ¿Que todo es culpa de una “pesada herencia”? Memorizalo, repetilo. Porque si pensamos críticamente, podremos comparar la llamada pesada herencia con lo que nos dejarán los nuevos legados. Solo el dogma y la fe pueden contra el pensamiento crítico. Los grandes tutores del siglo XXI, los oligopolios de la comunicación, son los canales adecuados para la transmisión del dogma neoliberal. Solo acríticamente podemos aceptar que fue una fantasía el poder comprar un televisor, irnos de vacaciones o prender un aire acondicionado. Solo el dogma puede articular felicidad con tarifazo. Nunca la crítica haría tal cosa.
Al revés que Marcos Peña, el italiano Antonio Gramsci identificó la inteligencia con el pesimismo, mientras que al optimismo con la voluntad. No se puede descontextualizar: eran tiempos de fascismo. La inteligencia de discernir lo real, y la voluntad de transformarlo, son las dos caras de una misma moneda. La del intelectual crítico que quiere modificar la realidad y no meramente contemplarla. El jefe de Gabinete dice que ser inteligente es ser optimista y entusiasta. Y considera su definición como aquella que debe relegar al dañino pensamiento crítico. La propuesta del politólogo, egresado de la exclusiva Universidad Torcuato Di Tella, es la de abogar por un nuevo dogmatismo irracional. El único modo de ser optimista y entusiasta cuando el país se va a pique resulta de un acto de fe. La creencia en el más allá, que Kant no negaba pero sí separaba del ámbito del entendimiento, no puede reemplazar a la crítica del más acá. La luz al final del túnel no puede suplantar al análisis crítico de los caminos que nos proponen para llegar a ella.
* Politólogo y doctor en Ciencias Sociales (UBA-UNAJ-Conicet).