La crisis de sobreendeudamiento en que derivó el programa neoliberal de la administración Macri presenta un panorama desolador. Las consignas del shock de confianza, lluvia de inversiones, brotes verdes, segundos semestres no prosperan en una economía donde el propio FMI proyecta una caída de 2,8 por ciento en la actividad de 2018 y una baja adicional del 1,7 por ciento para el año próximo. Como un reflejo ante tanta adversidad, la clase dominante busca sostener su fe liberal recostándose en sus creencias más íntimas. “Una buena cosecha y nos salvamos”, repiten como un mantra en despachos oficiales.

Esta reminiscencia de la Argentina agro–ganadera de comienzos del siglo XX brota como la última ilusión del gobierno. La cosecha podría alcanzar las 140 millones de toneladas, la mayor de la historia argentina, proyectan desde la Secretaría de Agricultura. “La reactivación de la economía llega en abril, con la cosecha gruesa”, pronostica un analista cercano al oficialismo en una reciente reunión empresarial. Pero la frágil utopía de una cosecha que aporte 29.000 millones de dólares de exportaciones se ve jaqueada por las recientes inundaciones. Una nueva muestra de lo arriesgado que es dejar en manos de una cosecha el futuro económico de una nación.

Es sorprendente que la expectativa de una cosecha salvadora se mantenga a lo largo de los siglos, aun cuando el sector agrícola representa unos 7 puntos del Producto y menos del 3 por ciento del empleo. Aún en términos de divisas, donde el sector agrícola sigue pisando fuerte, la cosecha récord hubiera implicado ingresos extra de divisas de unos 6500 millones de dólares, según la Sociedad Rural. Una cifra nada desdeñable para la actual situación externa, pero que claramente no modifica la inviabilidad estructural del programa económico de Macri. Sólo para ponerlo en dimensión, el acuerdo con el FMI deja a la economía argentina con vencimientos de deuda por encima de los 30.000 millones de dólares anuales a partir de 2021, sin fuentes adicionales de financiamiento. Un camino claro hacia la cesación de pagos que los propios técnicos del Fondo reconocen al señalar que “la deuda es sustentable, pero no con una alta probabilidad”, en los documentos técnicos que acompañan el acuerdo.

La lejanía entre la utopía de recrear el granero del mundo y la realidad económica nacional y mundial, queda de manifiesto en las últimas tres experiencias históricas liberales. Tanto la dictadura militar, el menemismo y el macrismo soñaron con una economía abierta al mundo, impulsada por las exportaciones agrícolas. Las tres experiencias terminaron en crisis por sobreendeudamiento, mostrando que la voracidad financiera global torna insustentable el proyecto liberal de una Argentina proveedora de recursos primarios. Como muestra de esa contradicción, el pago de intereses de deuda nacional y los subsidios al sistema financiero del Banco Central vía Leliq alcanzará en 2019 unos 6 puntos del PIB, casi el mismo porcentaje del producto que representa la totalidad de la producción agrícola-ganadera.

@Andrés Asiain