Si el descontrol se adueñó de la jornada de ayer tras los piedrazos y botellazos al micro de Boca en las cercanías del Monumental, lo que le siguió no modificó esa tónica. La lista es larga. Reprogramación del encuentro para unas horas después, silencio dirigencial; Carlos Tevez y Fernando Gago dejando en claro la postura de “no jugar” de su equipo; Pablo Pérez en el hospital; nueva reprogramación del partido; utileros de Boca poniendo los conos en el campo de juego para hacer el precalentamiento; Daniel Angelici informando que la suspensión la iba anunciar Conmebol; el presidente de Conmebol confirmando la postergación para hoy a las 17; Rodolfo D’Onofrio escapando de las corridas en el anillo interno del Monumental mientras los desmanes se hacían presentes en los alrededores; y, por último, la clausura del estadio, que la dirigencia de River esperaba anoche poder levantar.
“Nos tiraron gas pimienta”, alcanzó a decir el Pipa Benedetto cuando el plantel de Boca se metía en el vestuario visitante tras bajar del micro. Acto seguido, mientras surgían las versiones de que había jugadores con vómitos, se daba inicio a la danza de declaraciones. “Fue un desastre total, hay jugadores heridos, cortados. Vamos a hablar con la gente de Conmebol porque hay jugadores que no están para jugar”, contaba Cristian Gribaudo, secretario general de Boca, uno de los primeros en declarar. Pero al parecer, la gestión no fue exitosa, porque tras la reunión de los dirigentes, Conmebol anunció que la final se posponía para las 18. “Quiero un responsable de esto, pero el partido se tiene que jugar”, habría dicho Gianni Infantino, presidente de FIFA presente en el estadio.
A todo esto, Pablo Pérez y Gonzalo Lamardo, los futbolistas más afectados por los gases y vidrios rotos, se trasladaban a un sanatorio de la zona a hacerse ver las heridas. “Primero, decirles a nuestras familias que estamos bien, la mayoría estamos bien. Hay tres o cuatro jugadores que tienen heridas leves. Estamos incomunicados en el vestuario y se hace muy difícil. Es una situación donde nos están obligando a querer jugar el partido y hay compañeros con un parche en el ojo (por Pérez)”, declaró Tevez quien, acompañado por Gago, rompió el silencio para hacer pública la postura de su equipo ante la reprogramación del encuentro. Pero ellos tampoco lograrían su cometido, al menos inmediatamente: Conmebol no suspendía el encuentro sino que le cambiaba nuevamente el horario, para las 19.15.
Finalmente, cerca de esa hora, la batalla campal entre barras y policías se hizo presente en los alrededores del estadio y obligó a la esperada suspensión. Pero no faltó el suspenso ya que Angelici no quiso confirmarlo: “Lo va a comunicar Conmebol”. Efectivamente, Alejandro Domínguez, mandamás de la confederación, lo hizo minutos después. Luego, el presidente de Boca aclararía lo sucedido. “En la primera reunión acordé que se iba a jugar, pero después pasé por el vestuario y vi a nuestros jugadores y consideré que no se podía, por eso pedí la segunda reunión. Por eso pedimos las suspensión, nosotros los partidos los ganamos o perdemos adentro. Esperemos que mañana se pueda jugar en paz”, explicó el dirigente.
Más tarde, cuando fue el turno de hablar de D’Onofrio pasó lo inexplicable. Mientras el presidente de River declaraba a la televisión, un grito de alerta lo obligó a salir disparado a resguadarse ya que en los pasillos del estadio comenzaban las corridas porque hinchas se metieron a las instalaciones, lo que llevó a la posterior clausura del Monumental.
Cuando las aguas habían bajado y el plantel de Boca se aprestaba a retirarse del estadio –recién a las 21, tras esperar a que las condiciones de seguridad estén garantizadas–, Benedetto y Tevez se encargaron de recalentar lo sucedido. “Que le den la Copa a River, que parece que tiene tanto peso en la Conmebol”, disparó el Pipa. “Si fuese Boca, ya estábamos afuera. ¿En La Bombonera no fue así?”, lo acompañó Tevez. Lo que se dice una dupla de ataque en sintonía, al menos en lo discursivo.