En septiembre, con motivo de su vuelta a Buenos Aires, Peter Hook, exbajista de New Order, le dio de comer a la prensa local con varias frases que rankeaban para titular y que apuntaban contra la subsistencia de su otrora banda. Es que la arrogancia y el resentimiento del músico, que ayudó a acuñar la identidad sonora del grupo inglesa a través de su instrumento, es de tal magnitud que aún no se resigna a la idea de que esa institución del techno pop pueda seguir adelante sin él. Sin embargo, lo hace como puede, pues tras la salida del también cofundador de Joy Division el grupo mancuniano quedó rengo. Es lo que evidenció en sus diferentes visitas a la capital argentina, donde justamente ofreciera, en 2006, el último show con la formación de su segunda encarnación. Por eso, Bernard Sumner, cantante y guitarrista del ahora quinteto, desde ese entonces debió ser más frontman que nunca, lo que corroboró en la noche del viernes en un estadio Obras con olor a espíritu adolescente. Aunque, paradójicamente, lo que escaseaba eran jóvenes.
A dos años de su anterior recital en Buenos Aires, en el que presentó en el estadio Luna Park su más reciente disco de estudio hasta la fecha, Music Complete (2015), New Order regresó sin ninguna intención más que reencontrarse con la audiencia porteña, a la que Sumner no paró de halagar e incluso capitalizar. Luego de hacer “Your Silent Face”, el clásico de la melódica incluido en su disco Power, Corruption & Lies (1983), el frontman, tras el “Olé, olé” que llevaba estampado su nombre, se sacó la guitarra para comenzar a orquestar un discurso más orientado a la pista de baile. Antes, en el primer cuarto de show, el grupo – tras salir al escenario amparado por el preludio de la ópera El oro del Rin, de Richard Wagner–, repasó su faceta más post punk, donde las canciones de Power, Corruption & Lies se abrazaban con las de Get Ready (2001) y Music Complete. Aunque en el medio, entre “Singularity”, “Age of Consent”, “Ultraviolence”, “Crystal” y “Academic”, apareció la primera incursión al repertorio de Joy Division de la fecha: “Disorder”.
Si bien el repertorio ofrecido hasta entonces era muy parecido al del Luna Park, “Tutti Frutti”, que se encuentra en su último disco de estudio y también formó parte de ese show de 2016, bajó línea sobre el rumbo que estaba por tomar el recital. Después de esa oda minimalista al eurodisco, New Order rescató “Subculture”, temazo de Low Life (1985), al que le secundó un clásico de clásicos: “Bizarre Love Triangle”. Pero no se trataba de una interpretación más del himno del álbum Brotherhood (1986), sino más bien la mejor adaptación que haya hecho el grupo de la canción. Al menos en sus actuaciones en la Argentina. Pese a que existe un sinnúmero de covers del tema –entre los que destaca el que hicieron los australianos Frente! en 1992–, los de Manchester sacaron de la manga una reversión menos temperamental y más enraizada en la madurez. Eso no le quitó brillo ni elegancia, ni mucho menos baile. Y hasta se animaron a mecharla con otro histórico, “Vanishing Point”, que, a contramano de lo que dice uno de sus pasajes, instaba al corazón a intensificar el ritmo.
Muy cerca de cumplir 63 años, Bernard Sumner mostró en esta oportunidad su veta más arengadora y, por qué no, tribunera. Eso jugó a favor en un show que podía haber sido más de lo mismo, así como sucedió en su intervención en el Lollapalooza local de 2014, donde New Order no pudo ocultar su falta de entereza. Y demostró, además, que los clásicos no bastan para defender toda una obra. En este tramo de la performance, tras “Waiting for the Sirens’ Call” y antes de “The Perfect Kiss”, el líder de la banda inglesa había opacado al baterista y también fundador Stephen Morris y a la tecladista Gillian Gilbert. El violero Phil Cunningham, por su parte entendió muy bien su rol de cómplice para que el frontman brille, al tiempo que Tom Chapman, quien debutó en Buenos Aires en el mismo escenario, en 2011, por más cancha que se le dio, no tiene ni un ápice del carisma de Peter Hook. A pesar de que hizo bien los deberes, en ningún momento pretendió reflejar su luz propia. Y si lo hizo, pasó inadvertida.
Una vez que quedó atrás el single de 1987 “True Faith”, New Order arremetió con otro de sus himnos, “Blue Monday”, que sí fue más respetuoso con respecto al original y en el que destacó nuevamente el trabajo de las visuales. Sin embargo, el cierre sucedió, a continuación, con “Temptation”. Si en algo han coincidido tanto el grupo como su antiguo bajista, aparte de venir a la Argentina en un mismo año (ya había sucedido en 2016), es en la segmentación de sus shows, bien sea por discos o estilos. Y esta vez no fue la excepción. El quinteto volvió al escenario de un Obras con buena cantidad de público (una de las dos populares no estaba habilitada) para recrear un trozo del pasado glorioso de su banda antecesora: Joy Division. Entonces, luego de estar al palo hace un rato, el quinteto mancuniano bajó dos cambios, muy en sintonía con el clima que acechaba fuera del estadio, con “Atmosphere” y “Décades”, para seguidamente clavar la estocada con el emblemático “Love Will Tear Us Apart”. Oxímoron de una relación (entre público y artista) cada vez más entrañable.