Marilina Bertoldi tiene 30 años y es mucha mujer. Tiene una carrera contundente y prolífica; fue banda, solista, solista con banda y, en su último disco, también productora. El reciente Prender un fuego, que la llevó a hacer dos Niceto Club en octubre y que significa otra instancia de consagración en su carrera, es menos rabioso y un poco más experimental y contemplativo que el anterior, Sexo con modelos. Más producido y minimalista, de todas maneras es absolutamente crudo y suena como si se estuviera en una habitación a metros de la banda. Hay un pulso funky pero también ensoñado, climas electrónicos, samples de voces modificados hasta convertirse en texturas y muchos cambios de humor. Hay espacios vacíos, hay diálogos, hay intervenciones disruptivas. Acá Bertoldi amplía y enriquece su lenguaje, y los sonidos percusivos y las baterías tienen un lugar central: se nota que fueron el foco de su experimentación como productora. “Este es el primer disco que pongo de fondo para hangear con mis amigos y disfruto de escucharlo. Es hermoso convivir con tu música y eso me llevó mucho tiempo. Hoy puedo decir que lo banco, me encanta y lo defiendo en todos los niveles”, cuenta.
El proceso fue accidentado. Marilina grabó todo en su casa. Pero en las instancias finales de grabación, un error de software le hizo perder todo el material. Hubo que volver a grabarlo, casi en su totalidad. En ese proceso, Marilina productora aprendió mucho sobre lo que quiere y cómo lo quiere. “Dije ‘Basta de sufrir, grabemos en un estudio’. Buscamos mucho y conseguimos el de Cerati por unos días, y ahora no quiero grabar en ningún otro lado. Se podían grabar casi todos los sonidos de bata que te imagines. Nada está pichicateado, no hay edición prácticamente, está todo con el toque natural. Eso le da ese aire. También tiene muchos menos elementos que el anterior. Todos los instrumentos los grabamos entre Brian, Guille y yo”, cuenta la santafesina sobre este disco que mezcló Brian Taylor. “Es bastante ‘en vivo’. Hay desafinaciones que quedaron porque eran lo que el tema pedía. Me parece que ahí está el rock también, el ‘bancate este defecto’. Me cansé del rock tipo Muse.”
Marilina es imposible de encasillar: viene del metal, se dio a conocer con una banda de rock duro (Connor Questa), tiene una voz dulce y afinada con la que grita y se enoja como heroína noventosa, se siente muy cómoda en el pulso funk, suele maquetear sus temas con samples descargados, le encanta la música electrónica y Amnesiac, de Radiohead, es su disco favorito. Es demasiado rockera para indie, demasiado mutante para rock, demasiado guarra para la canción sensible. Así de amorfo también es su público, imposible de encasillar con una edad, un género o un palo.
Marilina es consciente de eso y lo usa como su capital, aunque hay cosas de la dinámica de escena que le interesan. “Es muy importante tener en claro dentro de qué movida estás. Veo muchas bandas indie que se re entienden, dialogan y se suben la vara entre ellas y me parece increíble, hacen que el género crezca. Yo me siento un poco fuera de todo en este momento, entonces me armo mi propia escena en mi mente. Para entender cuál es mi estética, cómo quiero sonar y demás. En este disco metí en mi escena a Sheryl Crow, INXS, el Cerati solista… Yo hago música para mí, un día lo entendí y no me siento mal en decirlo. No hago música para el público porque de hecho me cuesta definir a ‘mi público’. Hago lo que disfruto y lo pongo ahí, a disposición.”
¿Cómo afecta esto a una artista que pertenece a la era de los festivales? Bertoldi sabe que son necesarios y muy provechosos en muchas variables. Tiene fe en un nuevo concepto, una curaduría, una forma más consciente de reunir artistas. “Siempre depende de qué tipo de festival hablemos. En este contexto económico de mierda, los festivales son de los pocos espacios donde el arte sigue ganando. La gente puede pagar la entrada para ver a varios artistas, los artistas están en contacto entre sí y se dan cuenta de que no están solos, es un lugar de encuentro nuevo. El Nueva Generación, que fue el fin de semana pasado en Córdoba, plantea otra cosa al típico festival de marcas. De por sí, no hay camarines: todos los artistas comparten el espacio. Generan algo muy lindo, y te das cuenta de que la escena va a crecer si nos fogueamos entre todos. Lo mejor es que cuanto más nos juntamos más distintos somos: está Louta, están Bandalos Chinos, estoy yo... ¡hacemos cosas muy distintas!”
Marilina es melómana, y le encanta hablar de música. Es parte de su concepción del arte: no existe la obra aislada, todo está en permanente diálogo. “Casi todos los discos que me inspiraron para éste son noventosos, y para mí uno de los mejores de los ‘90 es Sheryl Crow, de Sheryl Crow. Hay discos de mujeres que por alguna razón no son tomados en serio; y ése es altísimo disco”, dice Bertoldi, que intenta siempre que puede ser entrevistada por periodistas mujeres, es feminista, obrera de la escena indie y predicadora de la forma y el contenido como un todo. Para la cantante y guitarrista es tan importante hacer arte como usar la voz que tiene para esparcir los mensajes correctos. Aunque sea una visibilidad dentro del underground. Y revindicar a sus heroínas musicales, injustamente ignoradas o disminuidas por la historia, es su nueva cruzada.
Sobre todo en el plano argentino, que ha ninguneado mucho a sus mujeres rockeras históricamente. Bertoldi se obsesionó con Maria Gabriela Epumer: con sus canciones, su talento, la fragilidad de su figura y lo injusto de su falta de reconocimiento. “Perfume entró a mi top 5 de discos nacionales favoritos y en cualquier momento queda primero. Es increíble y no está en ningún lado. Cuando lo descubrí no es que me gustó: me voló la cabeza. ¿Por qué no conocemos a esta mujer, porqué no es tan importante como otros? Siento que fuimos muy injustos con ella. Me tomé el laburo de hablar con varias músicas: nadie la escuchó. Tenemos que tener nuestra propia historia de mujeres músicas que han sido grosísimas, ¡nada de acompañantes!”, reflexiona. “Además de tener que apoyar a las que están empezando, creo que tenemos que empezar a visibilizar a quienes vinieron antes. La historia de nuestra música no es la historia del hombre.”
La mujer también es el sujeto explícito de sus composiciones: canciones de deseo, de obsesión, de paranoia. Mujeres deseadas y deseantes, fuera de las nociones cristalizadas de amor. Sus obras tienen poco que ver con lo comúnmente identificado como canción romántica. Eso también es una militancia por su parte, una decisión consciente para deconstruir esa forma en la que nos dicen que deberíamos sentir… ¡por ser señoritas!. “En mi música aparece mucho el deseo, no como un ofrecimiento. Ellos no solo tienen derecho sobre nuestros cuerpos sino a decir lo que quieren. Históricamente, que dos chicas hablen sobre masturbación entre ellas era una cosa de lo más rara… yo jamás lo hablé con mis amigas y estoy segura de que la mayoría no lo hacía. Tardé mucho tiempo en entender lo importante que era saber qué me gustaba. Creo que pensábamos que nuestro lugar en el goce era decirle al otro ‘Te amo’. Basta. Nosotras también somos humanas y tenemos ganas de que a veces sea solo eso: placer.”
Prender un fuego también es el primer disco donde se animó a hablarle explícitamente a una ella en sus canciones, como en La casa de A: “Y nada más te dejo atada en lo que/ Te supe hacer muy bien/ Pero se que nadie acá se escapará de mí”. El tema del deseo es fundamental en la vida de la artista ya que por culpa de su deseo sin nombre pasó una adolescencia cargada de frustración en el conservador pueblo de Sunchales, Santa Fe. Recién pudo encontrarse con esa parte suya al huir hacia la ciudad. Pasó tiempo hasta que comenzó a disfrutar de volver: este verano pasará una larga temporada allá, visitando a familia y amigos, y olvidándose “un poco de la ciudad”.
¿Qué sentís cuando volvés?
--Es difícil. Ahí te das cuenta de lo importante que es este punto de encuentro con el arte. El interior es complicado: hay un problema de drogas muy fuerte, gente muy chica muy metida en la merca y lo ves por todos lados. Pero también vuelvo y veo parejas homosexuaels que se muestran juntas. Cuando yo era chica, te decían abiertamente que había que eliminarlos. Por suerte mi familia nunca estuvo en ésa, pero yo de chica pensaba que el mundo era así. Mi adolescencia fue durísima: estar dándome cuenta de que era homosexual en un contexto tan homofóbico, y yo misma teniendo ese gen homofóbico dentro. Sentía que había algo en mí que había que arreglar. Al principio no sabía qué era, después tipo 12 o 13 le pude poner nombre y ahí entré en mi etapa más oscura. Ahí empecé a escuchar Radiohead, jaja. Me la pasaba escuchando discos sola, recluida, tenía una depresión muy fuerte. Volver y ver que hay gente ahí que lo vive asumido y con libertad me pone muy feliz.
¿Cómo seguiste procesándolo durante la adolescencia y madurez?
--Fui entendiendo lo importante que era abrirme con el tema. Lo mantengo como una cuestión privada porque es lo que es, y no creo que sea relevante. Lo declaré por primera vez en este disco, donde me refiero al otro como mujer, y realmente sentí que le cantaba a la Marilina más chiquita. Yo buscaba en la tele a ver si aparecía alguien como yo y no encontraba nada. Los únicos homosexuales que conocía eran motivo de burla, o el que tenía sida, o el maricón del sketch de Francella. Mujeres nunca había visto. ¡No entendía lo que me pasaba porque parecía que no existía! Así como es importante que aparezcamos más mujeres en los escenarios, también es importante que se visibilicen los homosexuales en el rock. ¿Donde están? No puede ser solo Virus. Es muy loco lo que genera en la gente y en su tolerancia poder identificarse con emociones y con canciones de alguien sabidamente homosexual.
¿Cómo vivís el tema de los abusos en el rock?
--Me tocó de cerca en dos casos, no con gente que haya tocado pero sí con gente que conocía. Está bueno que te toque de cerca, porque o te ponés más dura que nunca y responsabilizás a las pibas o realmente decís “Esto está pasando y tiene que cambiar”. Uno sabe cómo es cuando se te acerca un menor de edad que te admira y te ama, se nota, te das cuenta. ¿Cómo podés dar vuelta eso para abusar de una persona en todo sentido? Estás jugando con la inocencia, es abuso de poder. Por eso entendí por qué se hace tanto énfasis en los artistas cuando son cosas que pasan en todos los ámbitos. Están manchando la música, están manchando al rock y se merecen todo lo que les está pasando ahora. No se merecen el escenario. Tengo 30 años y llevo muchos en esto. Me acuerdo cuando tenía 16. Usar todo lo que aprendí en este tiempo para usar a una chica como a un pedazo de carne es algo que no me entra en la cabeza. Será porque soy mujer y fui educada de otra forma, pero no lo puedo entender: no entiendo el goce en eso.
¿Qué opinás del escrache?
--Yo le digo sí al escrache, es nuestra herramienta. También creo que iremos encontrando la mejor forma en la que siempre alguien pueda avalar que existís, porque el anonimato lo entiendo: hay gente que dio su nombre y apellido y le cayeron juicios que no pueden ganar porque en muchos casos no hay pruebas. Creo que en este momento además de escrachar tenemos que cuestionar todo: cómo educamos a hombres y mujeres. La falta de educación sexual hace que la pornografía cumpla ese rol, y el porno es súper machista y falocentrista. El goce de la mujer nunca es tenido en cuenta, entonces no es raro que haya tantas mujeres que piensan que si él la pasa bien, entonces así es como tiene que ser, y tengo que sentirme halagada por eso. En el fondo, tampoco creo que los hombres la pasen bien con eso. Creo que esconde un gran dolor y una gran opresión sobre ellos también. Esa necesidad de ser hombres a través de esto. Andate a tu casa tranqui, si no la pusiste hoy no pasa nada. La música pasa por otro lado, la vida pasa por otro lado. Eso tiene que ver con conectar con otro tipo de cosas. ¿Querés tener sexo con una fan? Si es un adulto podés hacerlo, pero conectá bien, generá un vínculo, ocupate de conocerla. Que no sea descartable, una situación de consumo. No es tan difícil pero se hacen los que no entienden: dale, no son boludos, no hay que explicarles todo.
* Domingo 9/12 desde las 16 en Festival Buena Vibra, Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131.