Ahora que tiene forma de libro, la pregunta es cómo a nadie se le ocurrió hacer esta investigación antes. Porque no debía haber muchas historias sin contar –al menos, no en profundidad– que junten a una de las mayores estrellas de la música del siglo pasado, el crimen organizado, las internas entre los popes de la última dictadura militar, la CIA, un promotor famoso y otro del que nadie recuerda demasiado, Ronald Reagan, los casinos de Las Vegas, una mega devaluación, informes del Departamento de Estado norteamericano y la farándula vernácula convertida en manguera de entradas. Todo en el mismo paquete. El libro es Operación Sinatra - La historia secreta de la visita de La Voz a la Argentina, de Diego Mancusi y Sebastián Grandi, que además de presentar una reconstrucción minuciosa está narrado con el misterio y la adrenalina de una novela policial.
La idea del libro surgió tras una nota periodística en la que Mancusi abrió algunas puertas desconocidas sobre la visita de Frank Sinatra. Pero Palito Ortega, el productor célebre de aquellos conciertos, no había querido hablar porque estaba de gira. “Nos parecía que había más fuentes para consultar y que con las que ya había hablado no habían contado todo lo que tenían para contar”, afirman. El deseo de ambos periodistas por trabajar juntos en una investigación hizo el resto y empezaron a desentrañar una madeja de implicaciones inesperadas. Y cuando Ricardo Finkel, el otro promotor de la venida de Sinatra, dijo que el cantante le había transmitido un mensaje de Ronald Reagan a Roberto Viola, entonces presidente de facto, la historia se puso al rojo vivo.
El problema fue que Finkel, que habló sobre todo, les dijo a Mancusi y Grandi que jamás iba a contar el contenido del mensaje. “La charla con Finkel nos abrió el panorama de que Sinatra hablaba con Reagan dos veces por día, de que había traído un mensaje”, recuerda Mancusi. “A partir de eso, empezamos a intentar reconstruir ese mensaje, porque la única persona que lo sabe y sigue viva no va a decirlo. Nos dimos cuenta de que había un entramado más grande, que incluso tenía que ver con la interna de poder en la dictadura militar”. Y Grandi confiesa que tuvieron que reconstruir el contexto político de la visita de Sinatra: “Debimos ponernos al día sobre la interna entre Viola y Galtieri, la agenda de la Casa Blanca de ese momento, cómo eran las posturas de los gobiernos de Jimmy Carter y Ronald Reagan para con la Argentina y con América latina... Necesitábamos entender por dónde venía ese mensaje y también en qué contexto llegó Sinatra, cuál fue ese Sinatra político que aparecía”.
“Cuando hablamos con Palito y después volvimos a hablar con Finkel, nos daban distintas versiones del mismo hecho; cada uno quería ‘proteger’ una parte de su recuerdo –continúa Grandi–. Pero, la verdad, cuando hablamos con Palito, él mismo nos abrió la puerta de Galtieri. Él lo metió en la historia cuando se refirió al tema de la seguridad del concierto, a la relación cercana que había y de las veces que lo llamaban del Edificio Libertador. A partir de eso nos dimos cuenta de que había una punta más, que excedía el hecho artístico”.
–Antes de la investigación, ¿habían leído biografías de Sinatra?
Diego Mancusi: –Había leído algo. Cuando empezamos a hacer la investigación pude conseguir A su manera, una biografía muy importante de Kitty Kelly, a quien finalmente entrevistamos para el libro. Fue una biografía muy discutida por la familia Sinatra, en su momento; de hecho, hubo una demanda judicial para evitar que se publicara. Esa biografía nos sirvió muchísimo en la construcción de este libro porque cuenta justamente las miserias de Sinatra.
Sebastián Grandi: –También contactamos a otros biógrafos, como James Kaplan, y les preguntamos qué opinaban sobre este mensaje. Todos dijeron que entendían que podía ser posible, pero que la gira que incluía Sudáfrica, la Argentina y Brasil no era una de las más celebradas de la carrera de Sinatra, entonces no aparecía en todos los registros de sus biografías. Hay una (The Way It Was - My Life with Frank Sinatra) escrita por el manager, Eliot Weisman, quien casualmente no vino a la Argentina porque estaba detenido en Estados Unidos debido a las relaciones de Sinatra con el crimen organizado. Pero entre los biógrafos que investigaron un poco más y algunos analistas políticos como Ariel Armony, al que también consultamos, más el archivo de la época nos llevaron a reconstruir esa situación y el camino del mensaje.
–¿Esa reconstrucción determinó el tono de novela policial del libro?
D.M.: –A partir de saber que no íbamos a tener el contenido del mensaje, la idea fue tratar de reconstruirlo lo más fielmente posible, y eso marcó un misterio que se prolonga por todo el libro. Nos gustó la idea de sembrar pistas para que tampoco se convirtiera en una bola de datos. Hay un análisis sobre lo que cantó en cada show, pero queríamos que fuera atractivo de leer y que tuviera cierto misterio a partir de este gran misterio que es qué vino a decir Sinatra y qué vino a hacer.
S.G.: –Nos complementamos bien trabajando juntos. Cuando nos juntamos a repasar todo el material que teníamos, la discusión fue cómo íbamos a contarlo. Nos parecía que no podía ser un relato lineal, sino que teníamos que mezclar el contexto de la historia. Y otra cosa que me encanta del libro es que tiene un cambio de escenario constante: pasamos de una situación en la Casa Blanca a tener que negociar los costos de producción del iluminador. Todas esas cosas pasaban a la vez y teníamos que ponerlo de una manera en la que una cosa chocara con la otra.
–En plena investigación, ¿cuáles fueron los datos que más los entusiasmaron?
D.M.: –Hubo un dato que encontró Sebastián en la Hemeroteca del Congreso y que estaba en un solo diario, Crónica: que Sinatra vino con un enviado del Caesar Palace, Harry Wald, que se fue a Mar del Plata. Empezamos a preguntarnos quién era, para qué había venido con Sinatra y por qué había viajado a Mar del Plata. Y resultó que tuvo que ver con el hecho de que, el mismo día que había firmado el contrato con Palito, a Sinatra le habían devuelto la licencia para manejar casinos, que le habían sacado los Kennedy por su relación con la mafia. Se la había devuelto Ronald Reagan, con quien hablaba dos veces por día. Pero lo del casino era un dato muy oculto, que no se hablaba en ningún lado. Lo sacó Crónica muy detallado, pero decían que era para una pelea de Sugar Ray Leonard. Eso nos pareció un hallazgo en cuanto a la construcción de la historia. Y después hubo otros más triviales, como saber que llegó y pidió ver a Maradona por televisión.
S.G.: –Lo que me gusta es que mientra Harry Wald iba a negociar un casino a Mar del Plata, Carlitos Balá e Irineo Leguizamo garroneaban entradas para ver a Sinatra. O Armando Lambruschini, que era el segundo de la junta militar, le daba una entrevista a Canal 13 en la que no se entendió nada de lo que decía. Tratamos de tener la opinión de los que están vivos y fueron a los shows, para ver cómo fue estar sentado en la mesa. Y lo que nos dijo Graciela Borges fue fantástico: la invitaron a subir al piso de Sinatra y no fue porque tenía un cumpleaños. “Ese show ya lo había visto, el mismo año en el que vi a los Jackson 5”, me dijo. Jet set internacional total.
–A partir de sus investigación, ¿las biografías en las que este viaje pasaba inadvertido deberían ser revisadas?
D.M.: –En las biografías se habla muy circunstancialmente de la vinculación de Sinatra con el poder y de su rol de “embajador sin cartera”. Y fue muy importante lo que hizo. La pregunta que puede disparar este libro es si no fue a otros lugares como embajador... Antes de venir a la Argentina, fue a Sudáfrica en pleno apartheid. Estuvo en Brasil, en muchos lugares.
S.G.: –Nosotros citamos un documento desclasificado del Departamento de Estado que muestra que Sinatra podía usar su poder, su fama y sus aviones privados para actuar como un courier de la CIA, como una persona con capacidad para pasar fronteras. Y nuestro libro pone eso en evidencia con el rol político que tuvo Sinatra.