Hace poco más de un año, todos se preguntaban quién carajo era Louta, ese pibe con chomba celeste y pinta de soldado polaco que empezaba a convertirse en la comidilla del under porteño gracias a una propuesta musical de impacto, mezcla de teatro, electrónica y una buena noción del marketing de lo mínimo. Hoy todos conocen a Louta o se han cruzado de alguna u otra forma con su bola de cristal en algún festival, sus afiches callejeros de existencialismo teen (“¿Te imaginás que…?”) o sus bailes espasmódicos en alguna story de Instagram. Por eso ahora, sentado en la tarraza del sello Sony Music, Jaime James parece aliviado y tranquilo viendo cómo es que su personaje no sólo no fracasó, sino que sigue creciendo, incluso cuando tenía todo para convertirse en un buen chiste de corto alcance. “Si hablábamos hace un año, yo te decía ‘Qué groso todo esto’”, dice Jaime como entrecortado, siempre un poco reticente al formato entrevista. “Pero hoy te digo ‘Qué bueno que sobreviví’, porque esto puede matarte en un segundo. Yo tranquilamente podría haber sacado un disco re choto o no haber podido ni siquiera llegar a hacer un segundo disco, y que se esfume todo.”
Enchastre, publicado por Sony, es la proyección perfeccionada de esa marca llamada Louta, con canciones entradoras de electrónica mutante en formato jingle –algo tiernas, algo románticas, algo arrogantes, algo complacientes, algo bailables– que se articulan de forma total con esta época de consumos rápidos. “La idea fue un poco mantener la esencia y poder usar las canciones como trampolín para poder entrar en la gente, en las personas”, dice Louta. “Pero también es ver cuánto más podemos hacer para decir lo que quiero decir.”
¿Y qué querías decir?
--En algún punto hay una búsqueda clara de abrir un lugar, ¿viste? Tiene que ver con una sensación abstracta. Lo que sí sé es que quiero abrir una puerta más. Si para vos hay living, cocina y dos cuartos, después de escuchar el disco quiero que veas que hay un tercer cuarto. O si para vos el sánguche tiene jamón y queso, quiero que lo abras y que ahora tenga tomate. Es sumar algo. Abrir las posibilidades en el sentido más primitivo.
Para pararte desde ese lugar partís de una crítica.
--Hay una crítica pero desde la experiencia, no desde lo intelectual: como si fuese un pibe que está en la calle mirando todo y puede percibir, pero no tiene que ver con una cuestión técnica sino más con una experiencia.
En Chocolate cantás: “Una base de Miranda! para el rock (…) porque la manada ya está contaminada”. ¿Forma parte de esa crítica de la que hablás?
--Sí, como que están dopados. Hablando un poco de cómo estamos, desde qué lugar estamos generando una cultura. Pero también es autocrítica, de cómo esa toxicidad propia de la sociedad en la que vivimos nos tiene adormecidos. Ya no cantan, ya no bailan, le falta fuerza vital, ¿viste? Eso está puesto en otro lado.
¿Entonces a tu música no la considerás un mero entretenimiento?
--La veo como un juego en el sentido de una dinámica, no de una cuestión lúdica. Es un juego como puede ser un motor que tiene sus engranajes, eso. Lo del entretenimiento no sé bien, eso queda más como una valoración que viene después. Vos podés usar el auto para ir a Mar del Plata o para ir a Córdoba. El auto está hecho. Si querés dormir en el auto, dormí.
¿En algún momento te sentiste acorralado por la propuesta?
--Me pasa todo el tiempo, pero está bueno. Todo el tiempo estamos siendo acorralados por nosotros mismos. Creo que el disco habla un poco de eso en las letras, del uno contra uno mismo. Aunque no sea un tema que nadie haya tocado antes, esa batalla en realidad es la esencial para mí.
¿Cómo componés?
--Bastante en mi casa, en casa de mis amigos. Dentro de todo lo que hago, creo que la composición es lo que más me permite ser desprolijo. Trato de disimularme… Es como el tigre que quiere cazar a la cebra y no tiene que verlo. Yo tengo que engañarme como que no estoy por componer, tengo que seducirme. Las ideas son como un nene medio caprichoso: tenés como que armar un poco un juego, no es tan fácil. No podés decirle “Che, ahora te vas a sentar a estudiar tres horas, después vamos a comer, después te vas a jugar a lo de tu amigo”. La creatividad tiene un poco ese proceso de tener que generar las condiciones para que crean que estás yendo para otro lado. Y permitirse hacer cosas que no sirven para nada. ¿Por qué estoy diciendo chocolate treinta veces? La creatividad tiene que ver con un juego en el que una misma cosa puede ser de oro o puede ser de barro en un segundo, entonces tiene que haber disimulo de esa valoración.
¿Te sentís más cantante en este disco?
--Un poquito más.
¿Te lo propusiste?
--Sí, cada día soy más libre, eso seguro. Se me vino mucho a la cabeza, no sé si… ¿Hay un disco de Talking Heads, Stop Making Sense? Se me vino mucho eso a la cabeza últimamente, como dejar de buscar lógica todo el tiempo, como que hay cosas que necesitan el proceso de no tener lógica. Tiene que ver con otra cosa, con la vitalidad que viene de otro lado; no tiene todo que ver con la explicación previa o posterior de las cosas, ¿viste? Me parece que está bueno en lo creativo poder encontrar otras corrientes de lógica que no tengan que ver con… otra lógica. Odio decir “el arte” porque parece que estamos en una clase, pero parece que el arte tiene que ver un poco con para qué sirve lo que no sirve. ¿Para qué sirve saltar veinte veces en un mismo lugar? A vos no te sirve de nada, pero si me paro encima de un escenario puede servir, puede ser algo. ¿De qué sirve cambiarse el color de los ojos? Para vos no sirve de nada, pero para mí sí.
¿Así que tenés ganas de sumar una banda?
--¿Quién te dijo? Puede ser, puede ser… Me copa que tenga más peso la música, ¿viste? Por lo menos para engañar a la gente y que escuche más porque piensa que hay un baterista, aunque haga mímica.
Palmeras es un trap, pero sonás un poco turista en el género… ¿Te ves como un outsider a todo lo otro que hay hoy?
--Un poco me tocó ese lugar, pero yo no sé. A veces dicen que Louta es indie, pero para mí no. Pasa que me tocó esa escena, pero no sé cuánto en común tengo con el indie. Tampoco soy un trapero que saca un tema por semana con veinte feats. No hago eso, no hago trap, no uso en todos los temas auto-tune, no soy eso. Me parece que está claro lo que soy, pero no soy parte de ningún palo, me parece.
Lo del indie puede ser porque irrumpiste con la camada de Perras on the Beach, Usted Señálemelo…
--Claro, sí, pero tiene más que ver con una cuestión generacional. Me tocó esa escena, salí por ahí, pero no sé… Con todo el cariño del mundo, me siento parte de toda la generación de todos los pibes de 20 años, de 25, de 30 y de 19, pero no me siento re parte de una escena; sí de una generación. Soy amigo de los pibes de Bandalos Chinos, de Juan Ingaramo, lo que quieras.
Se están revisando un montón de prácticas que estaban súper cristalizadas en la música, a partir de todas las denuncias por abusos… ¿Qué reflexión te merece todo este momento?
--Es muy complejo el tema. No sé.
¿Creés que tu generación está empezando a cambiar eso?
--Creo que el respeto por el ser humano tiene que ser lo que rija todo el accionar de cualquiera, ¿viste? Tiene que ser así. En la cultura es crucial la transparencia y el hacer las cosas bien. Es espectacular que se haya llegado a eso.
* Louta presentará Enchastre el viernes 21/12 a las 21 en el Teatro Vorterix, Federico Lacroze 3455.