“Mi papá filmó todo el tiempo. Cuando nací se compró la Panasonic y cuando murió en un accidente en enero de 1999 tenía la cámara en la mano”. Ese día Agustina Comedi, de 12 años, agarró la cámara por primera vez en su vida. 18 años después estrenó su ópera prima El silencio es un cuerpo que cae. Agustina se hizo cineasta el día de la muerte de su padre. “Cuando vos naciste una parte de Jaime murió para siempre”, le dijo a Agustina un amigo del padre, que se cruzó por la calle, tiempo después de su muerte. ¿Qué pasó? ¿Qué desapareció de su padre con su nacimiento? ¿Qué padre conoció? ¿Y cómo era el padre que no conoció? ¿Por qué no lo descubrió antes? ¿No se sabía? ¿Por qué no se supo? ¿Su familia nunca se lo contó? ¿Cuál es el secretito familiar? Hay un refrito en la imagen del padre. Mientras que la imagen del presente se detiene. Ese día, cuando Agustina vuelve de la calle, se mete en el placar de su padre, hurga los bolsillos de sus sacos. No hay nada, pero ya no se puede pensar en nada más. Ese silencio sobre su padre da qué pensar. Un comentario intempestivo en la calle le transforma la vida. La vida de Agustina ya no será la misma. Como Rodolfo Walsh cambia de vida. Una noche de verano asfixiante, un hombre en un bar le dice a Walsh: “Hay un fusilado que vive”. Así nace la investigación militante Operación Masacre, de Walsh. Así, también, nace la investigación activista El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina. Donde hay una afección nace una investigación, podría ser leyenda de una vanguardia popular.
LAS MANOS DE NÉSTOR
Investigar esa imagen en fundido negro de la vida del padre que desconoció en vida. La técnica es casi la misma de Walsh: conectar cosas inconexas e improbables; revisar archivos a la vista; hablar con mucha gente; preguntarse por sí mismx. Lo primero que le dicen los amigxs de su padre es que había sido homosexual y había estado en pareja durante 11 años con un hombre. Néstor, el padrino de Agustina. No sólo había sido el testigo de casamiento de sus padres, Néstor, ofició de partera, por deseo del padre de Agustina. “Las manos de Néstor fueron las primeras que me tocaron”, dice la voz en off de Agustina. Una voz desligada pero implicada en la historia familiar. Agustina, relata su documental en primera persona, pero los textos no son confesionales y son cortos. Funcionan como descubrimientos y anudamientos del sentido de la investigación. Cuenta lo que importa a la verdad sentida que se inventa enhebrando los agujeros de la memoria colectiva del movimiento sexo-disidente de 1970/1980 en Argentina. Cómo el miedo histórico a ser gay ha sido silenciado, por ejemplo. Una voz que asume la temporalidad sensible del silencio y sus resonancias, sus implosiones. Pienso en María Moreno entrevistadora, que asesoró a Agustina en el guión, cuando dice que “hace la muertita” frente al entrevistx para que suelte la lengua. Hay grandes silencios de la relatora, que aparecen y desaparecen entre las imágenes de video VHS. Hacen de pantalla sonora para contarnos a nosotrxs mismxs. Lxs entrevistadxs somos lxs espectadorxs, también.
¿A DÓNDE VAN LOS AMORES SILENCIADOS?
Más de 100 horas de grabación de la vida familiar dejó su padre. La vida heterosexual está filmada. La otra vida no. La vida del deseo homosexual de su padre habrá que filmarla. Sólo archivado el video de un show de transformismo de la compañía de maricas, Kalas, donde aparece Néstor. Y fotos de una fiesta donde se supo que Néstor tenía SIDA. A Jaime y Néstor habrá que re-imaginarlos. Reinventar la historia de los amores disidentes. Y Agustina ensueña dos wachos rancheando en la cañada; luego besándose en el baile; otra vez echados en una terraza tras la faena. “Los secretos y una generación que se reservó la entraña y, sin embargó, disfrutó más”, le dijo, a Agustina, una marica amiga del padre. Agustina, va creando los puentes entre la historia de su padre y las historias que hicieron las huellas por donde andamos hoy queriéndonos y organizándonos. Hay película porque hay conexiones sensibles de la historicidad como campo afectivo de relaciones múltiples.
En la década de 1970 la política ocupaba el espacio central de la vida cotidiana, pero ¿qué pasaba con los que hacían la política? Sus efectos, sus maneras de vivir. “Hacíamos las cosas para transformar el mundo pero no podíamos transformarnos a nosotrxs mismxs”, le dice a Agustina una compañera torta del padre que militaban juntxs en Vanguardia Comunista. En 1974, Jaime, organizaba en su casa reuniones de compañeros maricas y tortas que militaban en el Ejercito Revolucionario del Pueblo, Montoneros y su orga de pertenencia. En todas las orgas de izquierda había problemas con la homosexualidad. En el marxismo teleológico, fundado en la moral cristiana, las variaciones no entran. “Ser puto es una desviación burguesa: corrompe el espíritu revolucionario”, le dijo a Jaime un militante. Y a otra compañera amiga la enjuiciaron y la expulsaron por torta, como hacían con todxs las diferencias sexuales. Hasta una compañera embarazada fue purgada por soltera. Las categorías de las organizaciones de izquierda eran las mismas que las de la policía. Cuando Jaime, a los 16 años, entró al correccional para estudiar de policía lo expulsaron porque delataron que era puto. El encierro, en las casas, de lo afectivo y lo sexual, y de la reproducción y crianza de la fuerza productiva del Capitalismo no eran aún el modo de inteligibilidad de lo político. En Argentina fue el Frente de Liberación Homosexual, en alianza con grupos feministas de aquella década, que comprendieron primeros la inseparabilidad de la sexualidad y la revolución social. Y, también, León Rozitchner en “La izquierda sin sujeto”, pudo leer la época en esa clave transversal.
UNA COSA Y LA OTRA
La película de Agustina no sólo teje la trama afectiva de su núcleo familiar si no de una generación de jóvenes militanxts. ¿A dónde van los afectos que silenciamos? ¿Están en los tejidos de los cuerpos que nos gestaron y criaron? ¿Pasaron a nuestros cuerpos? ¿De qué manera componen y descomponen nuestras moléculas? ¿Dónde quedó adherida esa imagen del padre de Agustina llorando porque en la tele habían dicho que murió Freddy Mercury de SIDA, pero no decían que el día antes había muerto Néstor por lo mismo? ¿Y el desasosiego de la mamá de Agustina cuando se enteró por un llamado anónimo que su marido había tenido una historia de amor con Néstor? ¿Y los silencios avergonzados y culpabilizados que la familia de Agustina se tragó, a dónde van? ¿A dónde van los silencios de los hogares argentinos que implosionan en el macrismo? ¿Y los silencios de las organizaciones, de los grupos, de las parejas...? ¿Y los de las Kalas que ya no están? ¿Y el silencio de Agustina ante una psicoanalista que le dijo: “Bisexual, usted nunca será feliz. Vivirá dudando entre una cosa y la otra? ¿Y el silencio de Jaime cuando otra psicoanalista le dijo que lo heterosexual que tenía en sangre tenía que matar a lo puto? La doma social de nuestras vidas silenciadas se efectúa una y otra vez en las afecciones que padecemos y los afectos que hacen pasar. Desde los afectos o intensidades que atravesamos y re-closeteamos pensamos y producimos lo social. ¿Cómo nos hacemos otro cuerpo y experimentamos otra diferencia afectiva? Como la trava araña, amiga de Jaime, habrá que rehacer la historicidad social en tramas afectivas que nos están haciendo en cada ámbito y momento. Los silencios-afectos que pesan son la contraseña de esa red. Pero no para revivir el trauma como la “política de la ofensa” de los activismos sexo-disidentes, según la caracteriza el activista trans Jack Halberstam, en la que estamos inmersos, donde perdemos energía faccionándonos por rechazos a las moléculas que componen nuestra multiplicidad, mientras nos despotenciamos frente al hetero-winca-capitalista que sí elimina nuestra existencia variada. Sino, tejer una afectividad libre de conexiones y mezclas como imaginamos políticamente el derecho a infancias de n-posibilidades existenciales. La película de Agustina es una incitación a este ejercicio afectivo-político.
El silencio es un cuerpo se puede ver todos los días –con excepción del viernes 30 de noviembre y el sábado 1º de diciembre– a las 18 en el Cine Cosmos, Corrientes 2046.