¿El G20 da miedo? Más miedo da el BARS, el histórico festival internacional de cine de género –fantástico, terror, bizarro y sus variedades– que comenzó ayer con una función privada de apertura que marca el regreso del legendario Robert Englund a la pantalla que asusta. Fue con Demonio de medianoche, de Travis Zariwny, y en formato de avant premiere. La programación para el público general, en tanto, comenzará hoy, aunque aquí sí el G20 metió la cola: la sede del Multiplex Lavalle (Lavalle 780) no proyectará films hasta el domingo 2. Sí habrá sangre en el Multiplex Belgrano (Vuelta de Obligado 2199), la otra de las sedes del festival que se extenderá hasta el 9 de diciembre. A modo de previa, en YouTube se pueden disfrutar los capítulos de BARS TV, suerte de documentales sobre el estado y producción del cine de terror en el país.
En esta edición destaca la nutrida cartelera de producciones latinoamericanas, las películas argentinas (con históricos del género como Pablo Parés o Daniel de la Vega, ambos estrenando cintas), la segunda apuesta del “Fin de semana sangriento”, un rescate de la televisión argentina de los 60 (nada menos que un capítulo perdido de Narciso Ibáñez Menta), el ciclo de films en 16 mm y el festival invitado, que este año es el Frightfest londinense. Una programación intensa, como para generar adrenalina.
Una de las cosas que explicita la programación de este año es el buen momento que atraviesa el cine de género del continente. Más allá de la extensa tradición brasileña en la materia (que este año encarnará Rodrigo Aragão con su A mata negra), habrá dos mexicanas, Vuelven (de Issa López) y El habitante (de Guillermo Amoedo); la ecuatoriana La dama tapada (Josué Miranda) y la venezolana El silbón: Orígenes (Gisberg Bermúdez Molero). Además, claro, de todas las nacionales, con Soy Tóxico (Pablo Parés) y Punto Muerto (Daniel de la Vega) a la cabeza, pero también una amplia selección independiente: Abrakadabra (Onetti bros.), Rebobinados, Shembo: el esclavo del mal (Roberto Valerstein), Star Wars: Goretech (Germán Magariños), Mónica en trance (Ernesto Aguilar) y El llanto de la ninfas (Eduardo Peduto y Pablo Marini).
“Todos los años nos sorprende la calidad de producciones latinoamericanas”, observa Pablo Sapere, programador histórico del Festival. Algunos, como Aragão, vienen trabajando hace años en el rubro y A mata negra es ya la tercera o cuarta que llega a la pantalla del BARS. Otros aparecen ahora, como Venezuela o Ecuador, enfocados en leyendas locales. “Es un fenómeno variable –analiza Sapere–, por ejemplo este año no tenemos películas peruanas, que tiene producciones muy exitosas, que llevan muchísimo público e incluso lideran las taquillas locales, pero que enfrentan el problema del cine latinoamericano de la desigualdad de las fronteras”. En este sentido, el género no cambia las realidades de las industrias: sigue siendo mucho más fácil acceder a producciones de los países dominantes que a obras vecinas. “Se estrena acá cine de Rusia, de Japón, ni hablar EEUU, pero el latinoamericano no está penetrando”, plantea. Encuentros como el BARS ayudan a romper ese aislamiento y generan lazos que, si no llegan a las proyecciones nacionales, sí pueden verse en festivales extranjeros.
“El habitante, que es mexicana, pasó por muchísimos festivales, y se está dando un fenómeno internacional en el que está interesando mucho el cine que se hace en el continente”, advierte Sapere. “Antes no pasaba mucho, pero si uno mira la programación de los festivales más importantes, como los de Canadá, Estados Unidos o Sitges, en Barcelona, encuentra películas programadas en todas las secciones”, cuenta. “Esto es porque hay un interés en conocer el tipo de cine que se hace aquí, por las temáticas que tocan”, considera. Año a año, explica, la producción da pequeños pasos adelante, logrando éxitos locales y una mayor producción. Además de México, Chile empieza a ser otro rincón latinoamericano donde se produce mucho cine de género. “Son fenómenos locales que aún no trascienden las fronteras, por eso el BARS sirve para enterarnos de lo que se va haciendo”, propone Sapere.
En cuanto al aporte argentino al fenómeno, Sapere distingue entre las películas de producción más independiente y las que consiguen el apoyo del INCAA. “Ambas siguen pujantes en contenidos y en el interés que despiertan”, asegura. “Paralelamente la producción independiente sigue muy pujante, tenemos cuatro o cinco películas nacionales independientes en la programación que demuestran que esa forma de producción sigue vigente”, observa. “Lo que me llega es que lo que tiene apoyo del INCAA se hace con mucha dificultad por cosas inexplicables como retrasos en la definición de los concursos o en la efectivización de los pagos, cosas que complican filmar”, cuenta. “Tenemos la capacidad y el talento. Necesitamos que la máquina no se pare”.