Antología en vinilo

En la abigarrada oferta vinílica relacionada con The Beatles, éste es uno de esos lanzamientos que provoca múltiples ñatas contra el vidrio: sobre el fin de año llegaron a la Argentina los tres volúmenes de Anthology, la monumental recopilación que entre 1995 y 1996 sirvió para que el oyente se sintiera como una mosca en la pared, afortunado testigo del modo en que Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr le iban dando forma a esas canciones que se volvieron eternas. En tamaño vinilo, el trío de collages creados por Klaus Voorman para las portadas resulta aún más impactante, y es la adecuada invitación para un viaje sin desperdicio por la cocina Beatle. Desde la apertura con el rescate de un viejo demo de Lennon para “Free as a bird” y el primer registro de The Quarrymen (“That’ll be the day” e “In spite of all the danger”, de 1958) al apropiado cierre con “The End”, la serie Anthology es un delicioso recorrido por versiones en algún caso radicalmente diferentes a las que terminaron viendo la luz, un banquete Beatle que incluye bromas de estudio, pifies y perlas como la versión “solo cuerdas” de “Eleanor Rigby” que reconfirma cuánto aportó el productor George Martin a los talentos del cuarteto. Son tres vinilos por volumen, afortunadamente a un precio bastante razonable (alrededor de $1500) para la inflación galopante que aqueja al formato.

Juntos por un hospital

El rock argentino y las causas solidarias son viejos conocidos, con lo que 50 años, editado por Nacional Rock, viene a continuar una fértil línea. A beneficio de la Cooperadora del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez, el disco producido por Lito Vitale integra a músicos de diferentes palos entregados con gusto a versionar clásicos del rock local. Así, Hilda Lizarazu brilla con “Seguir viviendo sin tu amor”; Iván Noble asume “Pato trabaja en una carnicería”; Emme le pone groove propio a “Nuevos trapos”; “Porque hoy nací” junta en climática versión a Juanse, el Zorro Quintiero y Juanchi Baleiron (en batería), y Antonio Birabent y Gillespi hacen lo propio con “Spaghetti del rock” (curiosamente anotado como “Spaguetti”).