A horas de que empiece el G-20 el cuerpo médico porteño vive en medio de una preparación digna de la guerra. Frases como “código rojo”, “catástrofe” o “hipótesis de conflicto” forman parte de un bombardeo escrito y verbal que se intensifica a medida que falta menos tiempo para que Donald Trump llegue al país.
Los hospitales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son sitios organizados. Su burocracia tiene años de experiencia. Un recorrido de PáginaI12 con preguntas a profesionales del Fernández, del Pena, del Gutiérrez, del Argerich y del Piñeiro permitió saber que jamás en la historia un preparativo tuvo el tono bélico que impera en estos días.
El código rojo o alerta roja, el máximo previsto, rige también para el Gutiérrez, el Hospital de Niños, que debe dejar camas libres.
Están en alerta roja, precisamente, los hospitales Fernández, Argerich, Pirovano, Tornú, Santojanni, Quemados, Gutiérrez y Santa Lucía. Comenzó a las 8 del lunes 26.
Para el resto de los hospitales generales de agudos y especializados del sistema regirá el alerta amarilla, un nivel menor, “desde las cero horas del jueves 29/11/18 hasta las 0 horas del 2/12/18”. Esta segunda categoría podrá ser elevada en el rango de alerta “por orden de este ministerio de salud del GCABA, en caso de así requerirlo por la situación imperante”. Al operativo porteño se sumó también el hospital El Cruce-Néstor Kirchner, de Florencio Varela.
Las directivas surgen de un documento girado a las direcciones de todos los hospitales, rojos y amarillos, con el título de “Pautas de organización del sistema de salud para la reunión cumbre G-20”, al que tuvo acceso este diario.
Medidas
En los últimos días los hospitales de la zona roja deben cumplir con un puñado de medidas:
- “Suspender las cirugías programadas que requieran de post-operatorios en áreas críticas”.
- “Liberar camas de piso de UTI, UTIM y UCO” (es decir, entre otras cosas, camas de terapia intensiva) y “preparar y dejar camas disponibles en sala y en las áreas cerradas”.
- “Abrir habitaciones cerradas, que aumenten la disponibilidad de camas y disponer de áreas de expansión para la disposición de las mismas”.
- Derivar a sanatorios a pacientes que tengan cobertura de obra social o prepaga para dejar espacios libres.
- Los pacientes del PAMI solo podrán ser recibidos si hay riesgo de vida. Si no, serán derivados a hospitales sin código rojo o a sanatorios prestadores del PAMI.
- Salvo en casos de emergencia de vida, los pacientes que recojan las emergencias del SAME también serán derivados a otros centros.
- Las ambulancias no puede dejar ninguna camilla en las salas de guardia, “dado que las ambulancias deben tener operatividad inmediata”.
- Los jefes de guardia quedan articulados con el director, el subdirector y el jefe del departamento de urgencias.
- Tendrá que haber equipos reforzados, integrados por ayudante de guardia, enfermeros, cirujanos, traumatólogos y neurocirujanos.
Más allá de las fake news, sean del origen que sean, como un audio en tono coloquial de un supuesto médico que circuló en cadenas de WhatsApp, como suele pasar en estos casos las emergencias se montan sobre situaciones precarias.
Una médica que habló a condición de que no se conociera su identidad (“Me gusta mi trabajo y no quiero perderlo”, dijo) contó algunos detalles sobre la realidad de las guardias. “Los residentes, por ejemplo, tienen dedicación exclusiva”, dijo. “No pueden cobrar por trabajos que no les corresponden, como una guardia fuera de su protocolo establecido. Pero a veces pasaba que, por necesidades de un servicio o de una persona, un residente hacía una guardia semanal. No firmaban con la matrícula propia sino con la de otra persona. Algo totalmente irregular, que se usaba como un método para que las autoridades evitasen nombrar más profesionales. El sistema no se mejoró para cuando hace falta una mayor flexibilidad y a la vez se preserven los derechos laborales y los reglamentos. Y normalmente a veces ya cuesta mucho que las guardias estén completas. No se puede cubrir siquiera la dotación completa prevista. Operativamente, además, las guardias tienen un límite físico: cada guardia tiene su terapista, su anestesista... No puede haber seis o siete equipos de guardia en un mismo recinto. No pueden salir bien las cosas con una dotación exageradamente agrandada. Que me digan ahora, de golpe, cómo van a ordenar todo”.
Inminente
La primera comunicación de Roberto Auger, director de Hospitales del Ministerio de Salud de la CABA, es la que le puso el marco apocalíptico a las medidas y sembró la psicosis entre el personal médico y técnico.
Ordenaba suspender las licencias “por la presencia de una inminente hipótesis de conflicto durante la cumbre del G-20” desde el 29 de noviembre hasta el 1° de diciembre.
Tal como publicó PáginaI12 el domingo y corroboró otra vez para el curso de esta nota esa expresión jamás fue utilizada antes en la atención hospitalaria. Ni siquiera cuando los establecimientos porteños vivieron verdaderas emergencias como la tragedia de Cromañón en diciembre de 2004.
La expresión “hipótesis de conflicto” se utiliza en el vocabulario de defensa para señalar, justamente, los potenciales conflictos objetivos, más allá de la disposición del país a encararlos: si hay otra parte en juego, el control total de manera unilateral es imposible. En tiempos de las dictaduras Chile y Brasil eran hipótesis de conflicto para la Argentina. Un enfrentamiento en Malvinas o en la zona del Atlántico Sur fue y sigue siendo una hipótesis de conflicto que requiere preparación incluso si la Argentina se compromete, como lo hizo, a abstenerse de iniciativas militares como el desembarco del 2 de abril de 1982.
Ni en la documentación que reciben los hospitales y sus servicios de guardia o terapia intensiva ni en conversaciones entre autoridades de la CABA y de los hospitales queda registrada cuál es la hipótesis de conflicto concreta.
Médicas, médicos, enfermeros y enfermeras consultados dijeron partir de la base de que los presidentes del G-20 y sus ministros vienen con su propia dotación médica, equivalente en tecnología y autonomía a las dotaciones de seguridad.
“Nadie nos lo dijo pero es evidente por lo que uno sabe y lee de otras cumbres”, dijo un médico.
El jefe de Gabinete Marcos Peña dice que el G-20 será “la cumbre de presidentes más importante de la historia argentina”. En realidad ya hubo otra cumbre con la presencia de un presidente norteamericano y 35 colegas más, pero el Gobierno parece no computarla. Fue la cumbre de Mar del Plata en la que los países del Mercosur más Venezuela le pusieron bolilla negra a la formación un área de libre comercio de las Américas, que tendría como sigla ALCA. George Bush pasó por Mar del Plata y además de una derrota diplomática se llevó el paisaje de un país apacible. El estadio mundialista se llenó con Hugo Chávez de protagonista y en toda la ciudad balnearia no hubo más de tres o cuatro vidrieras rotas por un pequeño grupo que tiró piedras. Una situación sin duda más pacífica que la Tercera Cumbre de las Américas de Quebec, en 2001, cuando 15 mil manifestantes rompieron el cerco policial. Los más duros de los llamados “globalifóbicos” lograron derribar una barrera de cemento, alambres y vallas levantada por la policía. Muchos fueron arrestados. Y, por el viento, los gases lacrimógenos incluso llegaron al lugar donde estaban reunidos los 34 presidentes. Nada que no pueda suceder en Buenos Aires antes de una superfinal River-Boca de la Copa Libertadores, hipótesis de crisis públicamente subestimada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich cuando dijo que sería un hecho “bastante menor”.