El Gobierno encara la cumbre del G-20, que comienza mañana en el predio de Costa Salguero, con el objetivo de máxima de que no explote ningún conflicto comercial ni diplomático ni haya problemas con el mega-operativo de seguridad. En la agenda propositiva, la Argentina tiene poco y nada que esperar, en la medida en que cualquier intervención sobre un tema picante corre el riesgo de pisar el palito y molestar a Donald Trump, Xi Jimping o al propio Fondo Monetario. El temario propuesto por Mauricio Macri consiste en “el futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo y un futuro alimentario sostenible”, tres ejes que el desborde inflacionario y el fuerte ajuste fiscal ponen en jaque en la economía doméstica. Los países del G-20 explican el 85 por ciento del PBI de la economía mundial.
“La guerra comercial entre EE.UU. y China le da marco general al actual encuentro. La Argentina, como presidente del G20, sólo atina a ser un espectador de tales discusiones. Vale mencionar que recientemente se llevó a cabo la cumbre de APEC (Foro de Cooperación Asia-Pacífico) que cerró sin acuerdo final justamente por la disputa entre estos dos gigantes. Por otro lado, en el orden regional la relación con Brasil parece no mostrar un devenir atractivo. Jair Bolsonaro, recientemente electo presidente, no vendrá a la cumbre y ha manifestado poco interés en la relación comercial con nuestro país”, consideró en un informe el Centro CEPA.
Cecilia Nahón explicó a este diario que “cuando se postuló a la presidencia del G-20 el Gobierno imaginaba un escenario que celebraría el comercio y la globalización y con Hillary Clinton en Buenos Aires. En cambio, el G-20 está fracturado, no hay consenso en comercio ni en el tema de cambio climático. Mauricio Macri también imaginaba una economía nacional con lluvia de inversiones y en cambio hay una profunda crisis económica. En consecuencia, el Gobierno se vio forzado a bajar sus expectativas radicalmente. Macri está en una posición muy restringida porque tiene que llevar adelante la coordinación cuando la economía argentina está en crisis y tiene muchísima dependencia de EE.UU., China y la UE”.
“Los grandes temas de este G-20 serán la cuestión comercial, la fractura en el consenso global respecto del cambio climático, la delicada situación geopolítica en Ucrania y la tensión con Arabia Saudita por el asesinato en Turquía del periodista Jamal Khashoggi. De manera que será un G-20 que en los hechos estará muy desconectado de los intereses de los argentinos e incluso de los latinoamericanos, ya que Brasil está con un presidente saliente y el evento coincide con el recambio presidencial de México. El Gobierno aspira a lograr apenas un control de daños”, agregó Nahón.
En tanto, Juan Manuel Padín, doctorando de la Universidad de Quilmes, advirtió que una fuente de recorte de la potencialidad argentina en el G-20 es “el quiebre en el impulso a la integración con Brasil como eje estructurador de la política exterior, al igual que con otros países emergentes para reformar la arquitectura financiera internacional, equilibrar el sistema de comercio o luchar contra las guaridas fiscales”.
El CEPA confeccionó un análisis de la relevancia económica de los países del G-20 para la Argentina. El año pasado, los países del G-20 explicaron el 52,3 por ciento de las exportaciones totales argentinas, una leve caída frente al 53,7 por ciento que representaban esas ventas en 2013. En tanto, las importaciones desde los países del G-20 supusieron el 76,6 por ciento del total de las compras externas argentinas, una suba frente al 74,4 por ciento de 2013. Es decir que el G-20 incrementó su importancia en términos de importaciones y redujo su peso en las exportaciones.
En diez meses de 2018 frente al mismo período de 2015, antes de la asunción de Macri, las importaciones desde la Unión Europea subieron un 14 por ciento; de China, un 7 por ciento y desde la India, un 28 por ciento. En cambio, bajaron en un 36 por ciento las compras desde Corea del Sur y un 12 por ciento desde Japón. En cuanto a las exportaciones, en el período enero-octubre de este año frente al mismo período de 2015 hubo una baja del 39 por ciento de las colocaciones a China, del 55 por ciento a Corea del Sur, del 19 por ciento a Japón y del 20 por ciento a la India. Las mermas en parte tienen relación al impacto negativo de la sequía que redujo fuertemente la cosecha sojera de este año. En cambio, las ventas hacia la Unión Europea mejoraron un 4 por ciento frente a 2015.