“Creo que Trump busca imponer reglas informales en la economía mundial a beneficio de los Estados Unidos. No le gustan los acuerdos porque finalmente son compromisos y prefiere manejarse a la antigua. Esto parece que fuera antiglobalización pero yo no creo que lo sea realmente. Lo que él quiere es por otra vía imponer sus reglas”, explica a PáginaI12 Alberto Arroyo Picard, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México e integrante de la Convergencia México Mejor sin TLC. A metros de la sede de la contracumbre de los pueblos, en el Congreso Nacional, el especialista ofrece algunos detalles del nuevo NAFTA entre Estados Unidos, Canadá y México, que los presidentes Trump, Justin Trudeau y Enrique Peña Nieto firmarán hoy a la mañana antes del inicio de la cumbre del G-20.

–A partir de la situación política en los Estados Unidos y en varios países europeos, especialistas empiezan a plantear la posibilidad de una marcha atrás en las condiciones de expansión que la globalización. ¿Cree que estas tensiones estarán más o menos solapadas en esta cumbre del G-20?

–Creo que en la agenda del G-20 puntualmente el tema comercial no se va a tratar porque la presencia de Donald Trump implica un riesgo. Van a tratar de sacar una declaración general, muy vaga, si es que la logran. En general, veo que la situación es complicada porque hay una crisis del modelo global. Bajo estas reglas es muy poca gente la que se favorece y la enorme mayoría se perjudica. Y los países empiezan a preocuparse por esto. Hay una pérdida prácticamente total de la capacidad de intervenir en la economía y de impulsar un proyecto como país y empieza a haber cada vez más oposición porque los efectos esperados han sido puro discurso, no ha habido realidad. Cada vez es más evidente que el capitalismo necesita regulación, que necesita a los Estados que intervengan y que regulen y equilibren intereses. Esto se ve en varios países centrales, aunque los que no quieren saber nada son las empresas globalizadas, esa es la tensión.

–¿Donald Trump representa esa oposición?

–El motor de la economía de los Estados Unidos es el mercado interno y eso implica poder de compra de los trabajadores. Pero resulta que el modelo vigente ha empobrecido a los estadounidenses. Trump tiene como tarea lograr fortalecer la economía nacional porque ningún imperio puede funcionar si no es con poder económico. Entonces hay un esfuerzo de reconstruir el poderío de la economía norteamericana para recuperar su poder, que hoy está más basado en su capacidad tecnológica y en la militar. En términos más generales, se podría decir que los Estados que tenían el papel de tratar de mantener el sistema actual, hoy tienen que enfrentar temas complejos a nivel interno, no sólo por la caída del mercado interno sino por la política, porque finalmente las elecciones son a nivel nacional y están perdiendo la legitimidad. Por otro lado, Trump es un autoritario insoportable, muchos lo llaman fascista, tal vez se podría discutir el término, pero que es un autoritario, no hay dudas. Creo que Trump busca imponer reglas informales en la economía mundial a beneficio de los Estados Unidos. No le gustan los acuerdos porque finalmente son compromisos y prefiere manejarse a la antigua. Esto parece que fuera antiglobalización pero yo no creo que lo sea realmente. Lo que él quiere es por otra vía imponer sus reglas.

–Pero las negociaciones por acuerdos siguen en pie.

–Porque el conjunto de la gran burguesía globalizada sí quiere reglas. Y quiere reglas porque quiere protegerse ante la eventualidad de gobiernos de izquierda, progresistas, que traten de privilegiar la economía nacional sobre las reglas internacionales. Quieren poder demandarte, llevarte al Ciadi, etc.

–Más allá de la obvia importancia para México, ¿qué piensa que implica a nivel regional y global el nuevo Nafta?

–Siempre dijimos que el Nafta era el modelo para la multitud de tratados que surgieron después. Pero en realidad poco a poco se fue viendo que era apenas el piso, porque todos los nuevos tratados han tenido peores cosas todavía. El nuevo Nafta no es mejor que el anterior sino que es peor. El Nafta fue el ejemplo para todos los tratados que se firmaron en los ´90 y creo que el nuevo acuerdo también tendrá una incidencia importante, sobre todo en temas a los que la opinión pública no suele prestar tanta atención como propiedad intelectual. Es que los acuerdos comerciales son muy poco de comercio. El nuevo Nafta tiene 30 capítulos y sólo 5 o 6 son estrictamente comerciales. El resto tiene que ver con un marco legal para la economía en su conjunto. En realidad los tratados consisten en un marco legal supranacional para limitar la capacidad de cada Estado de intervenir en la economía. Además, el comercio ya está muy desregulado en la Organización Mundial de Comercio (OMC), los aranceles ya son muy bajos, no hay mucho más para bajar. Pero no sucede lo mismo con los temas de inversiones y de propiedad intelectual.