Año tras año las partidas para Educación y Salud “van tendiendo a la baja” y esa tendencia se aceleró en los “dos últimos años de la dos gestiones” de Mauricio Macri en la ciudad y en la de Horacio Rodríguez Larreta, mientras que lo que se destina a Desarrollo Social “es el único ítem de los servicios sociales que sigue creciendo tendencialmente”.
Así se desprende de la investigación que realizó Julián González Durán en el marco de la Maestría en Políticas Sociales Urbanas de la Universidad de Tres de Febrero (Untref).
González Durán realizó un estudio sobre los presupuestos sancionados desde la autonomía de la Ciudad en 1997 hasta 2017. La investigación coordinada por Vilma Paura plantea el análisis de los presupuestos que la ciudad de Buenos Aires fue contemplando en torno a temas relacionados a la educación y la salud.
–¿Cómo fue la evolución del presupuesto en los servicios sociales?
–El presupuesto estatal de la Ciudad es el segundo más grande de Argentina después de la provincia de Buenos Aires, y es el Producto Bruto Geográfico per cápita más alto del país. La tendencia de los servicios sociales dentro de ese crecimiento exponencial del presupuesto, que va creciendo año a año, en general, es a la baja. Las partidas de educación y de salud no pegan saltos abruptos pero van tendiendo a la baja y se aceleran un poco en los últimos años de las dos gestiones de (Mauricio) Macri y la de (Horacio) Rodríguez Larreta. El presupuesto destinado al Ministerio de Desarrollo Social es el único ítem de los servicios sociales que sigue creciendo tendencialmente.
–¿Qué sucede con el apartado de vivienda en relación al déficit habitacional?
–En la gestión de Rodríguez Larreta, o la de fines del gobierno de Macri en Ciudad, el ímpetu por hacer políticas habitacionales o urbanización de villas y readecuación urbana aparece con gran fuerza. Se generaron un montón de unidades de gestión vinculadas a altos cargos jerárquicos, con dependencias de jefaturas de gabinete, que le da cierta importancia en la política pública. Pero lo ejecutado de ese presupuesto no es el 100 por ciento, como sucede en otras áreas, sino apenas el 60 por ciento.
–¿Cómo analiza la creación de los distintos organismos o secretarías?
–Hay un problema institucional en la multiplicación de organismos que se superponen. Varias secretarías o unidades institucionales encargadas del problema del hábitat que dan la noción de resolución que es fragmentaria. El Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), el Prosur Hábitat de Coorporación Buenos Aires o proyectos encargados de la cuenca Matanza Riachuelo como Acumar son algunos. Corre el riesgo de suceder con la salud y la educación lo mismo. Por suerte todavía tenemos muy institucionalizado que son derechos universales que el estado debe garantizar, pero la política de vivienda en sí pierde su eje de derecho hacia toda la sociedad.
–Un capítulo aparte son las transferencias de subsidios al sector privado.
–Las transferencias al sector privado de la educación son de un 20 por ciento continuo desde el 97 hasta el 2018 y probablemente hasta el 2019 donde se ve muy fuerte el poder de lobby que tiene ese sector. La partida presupuestaria de educación ha bajado considerablemente en los dos últimos años de Macri, y en los de Larreta también, pero se mantiene la transferencia al sector privado que es preocupante. Estamos teniendo una tendencia clara hacia donde queremos llevar la política educativa.
–¿Sucede lo mismo en educación y en salud en torno a la desinversión en infraestructura?
–La semejanza que tiene salud y educación es muy remarcable porque gran parte del presupuesto va para salarios y a recursos humanos. Bajar el presupuesto de salud y de educación no es fácil porque sería generar despidos, bajar salarios o condiciones laborales. Tanto los recursos humanos como la construcción educativa, o mantener las condiciones de la salud, va tendiendo siempre a la baja. Si no hay consenso, como veíamos en 2005, 2004 o 2006, que se consideraba en el ámbito parlamentario que generar escuelas y acondicionar los hospitales era un problema que había que solucionar, no se ejecutaba el 100 por ciento, sino un 70 o un 80 por ciento.