Kubero Díaz, el Mono Cohen y Quique Gornatti tienen que aunar huellas de sus pasados para dar con el fin: recordar cómo fue el primer recital de La Cofradía de la Flor Solar. A Gornatti, la memoria le resulta complicada. “No lo recuerdo exactamente”, admite el histórico guitarrista ante Página/12. A tientas, apenas, le cae que pudo haber sido en uno de los primeros boliches bailables de La Plata, ciudad donde la comunidad se originó hacia fines de la década del sesenta. “Por entonces, esos eran los lugares disponibles para que las bandas locales tocaran en vivo, antes de que aparecieran las salas de teatro. Como fuera, lo que sí recuerdo es que todos vivimos ese primer show con gran ansiedad, y experimentamos que la relación músico-publico iba en aumento mientras la cosa avanzaba”, evoca Gornatti. Y hasta ahí llega. A Kubero le va un poco mejor. “La verdad es que después de medio siglo me vienen flashes muy claros y otros muy diluidos de ese momento”, asegura el entrerriano. 

Entre los flashes claros, le baja que el show empezó al atardecer. Que, a diferencia de lo que dice Gornatti, fue en la calle. Que había un palco grande. Que por ahí ya habían pasado Los Shakers. Y que en un momento se cortó la luz. “Se apagó todo y, justo cuando teníamos que subir a tocar, volvió. Recuerdo que en ese momento entró una mujer y me dijo ‘vos sos el responsable de que haya vuelto la luz, vos sos un médium’”, se ríe Kuberito. Y hasta ahí llega. Hay que ir entonces hasta la prodigiosa memoria de don Cohen (Rocambole, para los amigos) para tener la data precisa. La más verosímil, al menos. El primer recital de La Cofradía de la Flor Solar, según el artista, fue exactamente el 21 de septiembre de 1968, en el marco de un festival que había organizado una disquería. “Fue la primera vez que tocaron como banda cantando en castellano”, señala el dibujante. 

Kubero Díaz dice que el reencuentro “va a estar copado”.

Es necesario establecer la fecha porque el festival musical que se realizará hoy desde las 18 en el Club Ateneo Popular de La Plata (39, entre 115 y 116), tiene como fin, precisamente, festejar los cincuenta años del primer concierto de la agrupación bajo un título que lo dice todo: “50 Años Cofrádicos”. “No puedo decir qué va a suceder, solo sé que va a estar copado”, prevé Kubero, ya más a tono con la conciencia. El “cope”, por la parte que le toca al violero, estará dado por la presentación de Kube Díaz Trío que completan el histórico baterista Juan Rodríguez, y Daniel Saralegui en bajo, más su nieta Taisha en percusión. “También van a venir un par de hermanos casi cófrades como Edelmiro Molinari y Alejandro Medina… sé que por todo eso del G-20 va a estar complicado moverse, pero esperamos que sea una noche fantástica para recordar momentos tan mágicos de nuestras vidas, y para polarizar por la positiva una noche marcada por acontecimientos fuertes”, se explaya Kubero, que promete tocar uno de los temas emblemáticos de La Cofradía: “La Luciérnaga”. 

 Organizado por el Espacio de arte autogestionado “Dionisia”, el evento artístico-musical contará con las presencias del cófrade que persistió con la banda (el bajista Morci Requena), más Mariana Melero, el Jorge Senno Trío, El Soldado, Vagones y La Ira del Manso, entre otros. “Van a confluir dos generaciones que por supuesto están unidas por la música. Lo que nos diferencia, tal vez, es que hoy hay un exceso de ropaje, cuando en aquella época estábamos prácticamente desnudos de información”, compara Díaz. “Yo pienso que hay una energía que sobrevive”, se incorpora Cohen, responsable del arte gráfico de los  cuatro discos que publicó la banda en cinco décadas: el epónimo de 1971, más El café de los ciegos (1997); Cofrádika (1998) y Kundabuffer (2007). 

 Sigue el Mono: “La Cofradía aspiró a ser una sentencia sobre su época, una especie de semáforo que advertía sobre el próximo estadio de la dominación con las solas herramientas de la utopía y, en definitiva, creo sinceramente que la historia nos ha halagado con la razón, porque esos viejos postulados trasnochados están más vigentes que nunca. La verdad es que no podría decir si logramos unir el arte a la vida, pero en los que sobrevivimos se descubre una manera especial de vivirla y a ninguno le es ajeno el arte como experiencia vital... Hemos tratado en todo momento de que la sociedad no nos cambie a nosotros”, sostiene este gran protagonista, también, de la estética de Los Redondos.

 –¿Cómo le explicarían a un “millennial” qué fue La Cofradía? 

Mono Cohen: –Podemos suponer que toda esa movida intentó ser un aviso sobre la torsión extrema que sufrirían las medidas referenciales para el espíritu, en los albores del siglo XXI. En efecto, ya durante el verano del 67, la comunidad propuso unir la vida al arte y buscar la fórmula para cambiar el corazón del hombre y así poder cambiar al mundo. Y lo hizo expresando esta idea con canciones, y con toda clase de slogans imaginativos y estéticos.

Quique Gornatti: –Yo agregaría que en los tiempos de la Cofradía no había coca ni morfina. La cosa era muy distinta, además, sin televisión, sin teléfono, tablets y computadoras. Cuesta imaginar cómo transcurría hoy un día sin estos artilugios. En aquellos años tenías que descubrir y encontrar la forma de refugiarte e identificarte haciendo aquello que realmente te importaba, con verdadera pasión interior, y sin tantas contaminaciones publicitarias como las que te hacen perder tiempo hoy.

 La Cofradía surgió dos años después que Los Grillos, trío que habían formado Kubero, Manija Paz y Morci Requena en 1965 en Nogoyá (Entre Ríos), como una agrupación que traspasaba los límites de la música. La integraban hippies, artesanos, pintores, artistas y actores de toda laya, todos impregnados por el fantasma del flower power y la psicodelia que recorría buena parte de Occidente. “Qué mejor que unirte a los que pensaban igual que vos, y armar un grupo experimental y artístico creativo, independiente, autosustentable y autogestionable, donde poder resguardarse y concentrarse en aquellos tenebrosos momentos de inseguridad político social y gobiernos de dictadura militar”, pinta Gornatti, acerca de esa cofradía que compartía con Meneca Hiquis, Miguel Grinberg y Skay Beilinson, entre otros y otras. Aquella que dio su primer zarpazo musical a través del recordado simple “Sombra fugaz por la ciudad”/”La mufa”. “Por mi parte, sigo siendo el mismo, con la misma filosofía de vida, porque indudablemente creo que la mejor forma de vivir esta vida es bajo un entorno de paz, amor y libertad… y en armonía con todo los reinos naturales que existen. Supongo que hay que ir por acá, si lo que de verdad queremos es un cambio en nuestra evolución humana”, cierra Gornatti, volviendo entero y sin giros sobre sus pasos.