Hace un par de años, Marcelo Ezquiaga viajó a México para grabar un videoclip junto a Rubén Albarrán de Café Tacvba. Estaba en plena difusión de su disco Morocho (2016), un homenaje a Carlos Gardel en clave pop. Pero en pleno viaje perdió la billetera con mil dólares, todo el dinero que tenía encima. En ese momento se encontraba en una playa paradisiaca del Pacífico. Un pibe que alquilaba tablas de surf notó su angustia y, mirando hacia el océano, le dijo: “Marcelo, sé feliz”. “Pero no me lo dijo como una especie de mandato new age. Fue una forma de decirme que ese momento malo iba a pasar. Esa misma tarde desenfundé la guitarra en la estación de micros y compuse una canción que quedó casi intacta”, cuenta el pianista, cantante y compositor sobre “Sé feliz”, uno de los cortes de su octavo disco, Todo lo que nos une (2018), que presentará hoy a las 21 en La Confitería, Federico Lacroze 2963. El músico entrerriano Pol Nada abrirá la velada.

En este disco, el músico se distancia de su rol de pianista y focaliza en el concepto de cantautor. La guitarra y la voz son las protagonistas en estas ocho canciones que se caracterizan por ser directas, despojadas, luminosas y amigables. Cada canción parece un hit, y los estribillos son pegadizos y fáciles de recordar. “El tema de viajar con la guitarra en las giras hizo que compusiera las canciones más ahí que en el piano. También la guitarra es bastante amiga con respecto a lo que es acompañar la voz. Estoy en una etapa más de cantante. Entonces, la guitarra es bien compañera y me propone armonías simples, aunque atrás hay un entramado más elaborado”, explica Ezquiaga. “Y también tiene que ver con que ya recorrí un montón de tipo de sonoridades en los siete discos anteriores: partí de algo acústico, después con guitarras eléctricas; también hice discos en los que no usé guitarras y hubo solo teclados y pianos; y luego volví a una cosa más de sintes donde la guitarra volvió”, detalla este músico con larga data en la escena musical porteña.

“Siento que hay más oficio para hacer las canciones y también es el primer disco donde casi todas son canciones de amor o transitan todo el proceso de una relación de pareja, desde las dudas del comienzo hasta las del final”, dice sobre estos temas que versan sobre los encuentros y desencuentros en el amor, con una poética cotidiana y hogareña (“La vida es una sola”, “Un antes y un después”, “Linda” o “Dame una palabra”, por caso). Lo que no puede ni pretende evitar Ezquiaga es llevar su música hacia el terreno del pop. El pop, como lenguaje o textura, atraviesa toda su obra y es su sello de identidad. Pero, ¿qué encuentra este músico en el pop? ¿Por qué lo elige? “En el pop no encuentro nada y eso es lo que me gusta”, desafía. “Abro la caja del pop y está vacía. Y es perfecta así, porque te permite hacer lo que quieras. Y lo que hago siempre está ligado a la época. He hecho discos que estaban más cercanos al pop rock, otros a una canción más simple o una cosa más ochentosa. Pero este disco tiene una instrumentación justa. En el pop encuentro total libertad. No hay un sonido definido en mi obra, cada disco es distinto. No voy por el mismo lugar, no me embanderé en ningún estilo”.

Ezquiaga viene de embarcarse en un proyecto musical ambicioso y original en el que versionó clásicos de Carlos Gardel reconvertidos a través del lenguaje del pop y texturas electrónicas, ninguno en ritmo de tango. Un trabajo arriesgado y notable que, además, reunió a un destacado elenco de músicos y músicas: Julieta Venegas, Moreno Veloso, Kevin Johansen, Martín Buscaglia, Miss Bolivia, Leo García y Miranda!, entre otros. “Estuvo bueno porque trabajé con un montón de gente que admiraba. Todos tienen una identidad muy propia y fue muy interesante ver cómo trabajaban. Pasé a Gardel por mi lenguaje. Creo que era el primer cantautor pop de la Argentina, era muy vanguardista”, resalta Ezquiaga, y lo distingue de su presente musical más austero. “A diferencia de mi nuevo disco, Morocho fue un laburo más de estudio, de diseño de producción, tenía más que ver con los sintes, los samplers. Y Todo lo que nos une surgió en el mientras tanto, porque fueron canciones que aparecieron mientras grababa el disco sobre Gardel. No hay en sí una unión entre ambos. Los nuevos son temas donde lo que suena es lo que le queda bien a esa canción y tiene más que ver con una formación simple: batería, bajo, guitarras y unos pocos teclados. No hay pianos. El piano es un instrumento que me encanta, pero es bastante invasivo”.