“Ahora, en conciertos, marchas y hasta en el preámbulo de la final suspendida de la Copa Libertadores, se escucha más bien otro eslogan: ‘Mauricio Macri, la puta que te parió’. O se lee con demasiada frecuencia su versión de redes sociales, #MMLPQTP”. No se publicó en PáginaI12, sino en el New York Times el martes pasado. El presidente quería aprovechar la realización del G20 para mostrar una Argentina apetecible y la ventana que abrió mostró el desastre. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, con su manía de decir lo opuesto a lo que sucede, afirmó que la realización del G20 era la culminación del proceso de integración de la Argentina al mundo. Entre un G20 que se anuncia más conflictivo que productivo y la catástrofe de la Copa Libertadores, la consecuencia es obvia: un país que es incapaz de contener la final de un partido de fútbol entre equipos locales no se presenta como el mejor para recibir las inversiones que desvelan a un gobierno que ha demolido su economía.
El francés Emmanuel Macron, con su país prendido fuego por las protestas populares, aconsejó a Macri que “ese es el camino, apoyamos sus reformas”. Antes de reunirse con Macri, Macron había anunciado que no se firmará el tratado de la Unión Europea con el Mercosur, una de las metas del mandatario argentino para esta reunión, durante la que esperaba, por lo menos, ablandar al francés. A Macron lo habían dejado de plantón cuando llegó. Lo saludó un técnico del aeropuerto y cuando se estaba retirando, llegó tarde la vicepresidenta Gabriela Michetti que farfulló en un inteligible franchuñol a la primera dama gala, de quien los franceses dicen que es la verdadera jefa en su país.
Era esperada la reunión de Donald Trump con el premier ruso Vladimir Putin, y la foto con Macri en el medio como campeón de la paz, pero el norteamericano la suspendió en pleno vuelo en respaldo de sus aliados ucranianos. Trump ha prometido 250 millones de dólares para intervenir en el área de la construcción en los proyectos PPP (Participación Público-Privada). En el entorno de Macri dicen que con el argumento de la corrupción local el presidente quiere desplazar a la “patria contratista” local y reemplazarla por constructoras de la potencia del Norte, como si estas no usaran los mismos y otros mecanismos de cartelización, chantaje y coimas.
Pero es un argumento falso porque las empresas de Macri están entre las más importantes de la patria contratista. Esas empresas están involucradas ahora en la escandalosa venta de las centrales termoeléctricas Brigadier López y Ensenada Barragán a precios sensiblemente inferiores a los que requirió su construcción. Los proyectos PPP, en los que el gobierno había depositado sus esperanzas para reactivar la economía, fracasaron por las altas tasas de interés y el riesgo país en ascenso. Aún así, la cifra prometida por Trump es mínima porque la obra que quieren encarar en ese tramo licitado está valuada en 800 millones de dólares.
Macri es el anfitrión de un G20 que representa a un mundo en crisis por las políticas neoliberales en las que él cree. Es parte de esa crisis o producto de ella y no es parte de la solución. No tiene nada que aportar ni qué decir, más que una sola palabra: “¡Socorro!” El artículo del New York Times muestra a un Macri desbordado por situaciones que se le escapan. Un personaje que no está a la altura de los problemas y los empeora. Y sobre todo describe a un gran mentiroso, nada peor para la imagen internacional de un presidente.
Nada le ha hecho más daño a su imagen internacional que un grupo de los barra de River que decidieron cascotear el ómnibus de Boca. Los piedrazos impactaron en todo el planeta hasta llegar al absurdo de que la final de la Copa Libertadores –el hecho futbolístico más importante de Latinoamérica– que en esta ocasión enfrenta a los dos equipos más populares de Argentina, tenga que realizarse en España, en el estadio del Real Madrid.
La crisis de la Libertadores podría quedar circunscripta a un tema deportivo, pero adquirió una dimensión política especial, incluso internacional, porque se produce en un terreno que usa el macrismo para meter la política por la ventana. Macri entró por esa vía y su principal operador judicial es Daniel Angelici, el actual presidente de Boca y por lo tanto uno de los principales protagonistas de este enredo. En estos días se conoció que en lo que va del año, los salarios perdieron el 17 por ciento frente a la inflación, pero el clásico fue más discutido que la crisis del salario.
Como los argentinos son todos directores técnicos, el tema ha sido discutido, analizado, discurseado, desmenuzado, repetido, revisado y vilipendiado y en todos los casos, más allá de las miles de explicaciones diferentes –todas muy ilustradas– hay coincidencia en la ineptitud del gobierno. Los futboleros de River y de Boca y de todos los demás equipos coinciden en que la situación fue un fracaso político y un fallo estrepitoso en la seguridad que les privó del espectáculo más esperado y deseado.
Toda la maquinaria de comunicación del macrismo no tiene antídoto contra esta explosión que carga la misma munición que usan ellos, pero multiplicada. Hay pasión, deseo, frustración, odios y amores, miedos y paranoia puestos en el juego. El arma se les dio vuelta por su propia incompetencia y no tuvieron forma de intervenir para revertir el efecto. Imposible culpar a la pesada herencia ni al populismo. La explosión interfirió todas las líneas del macrismo, al punto que perjudicó la intención de Daniel Angelici en disputar la interna de la UCR en la CABA.
Seguramente, la mayoría de los jefes de Estado que asisten a la reunión del G20, están más informados de lo que pasó en la Libertadores, que en los intersticios de la economía argentina. A muchos de ellos, Macri los ha saludado en términos futbolísticos, con alusiones que muchos de ellos no entendieron. Y terminaron por visualizar a un Macri que no será un gran estadista, pero sabe de fútbol, el terreno donde se acaba de mostrar tan incapaz.
La fallida recepción a Macron por parte de la vice Michetti fue sellada con el chiste de Macri al francés:”Muchas de las macanas que cometimos nosotros —le dijo con una sonrisa de picardía— las aprendimos allá, en la Sorbona, con algunos dirigentes que mandamos hace algunos años”. O con otro fallido en la recepción del chino Xi JinPing que fue confundido con su jefe de ceremonial. Con la presencia del canciller Jorge Faurie, la primera persona que bajó del avión fue recibida con banda y honores como si fuera el presidente, hasta que se dieron cuenta de que no todos los chinos son iguales.
El gobierno kirchnerista desarrolló una estrategia internacional que priorizaba la integración regional y desde allí hacia el resto del mundo con la idea de multilateralidad. Cuando el Grupo de los siete, integrado por las potencias principales, se amplió en el G20, la diplomacia kirchnerista lo aprobó como parte de esa vía hacia la multilateralidad.
Sin embargo, el macrismo visualiza la integración en el mundo como la capacidad de endeudarse con los grandes centros financieros, lo que no tenía ni quería el kirchnerismo. Una de sus principales consignas electorales fue la de integrar a la Argentina al mundo y exhibe esta reunión como la coronación de esa estrategia. Pero Macri esperaba que se diera en un contexto económico nacional e internacional menos desfavorable. En este escenario se ha convertido en un recurso desesperado para hacer remontar la economía y su imagen política que a dúo se van a pique.
En un plano más de coyuntura, el gobierno se regodeó con el tema de la seguridad desplegada para la reunión. Ya habían metido la pata cuando antes de los desmanes en Núñez que no supo prevenir, la ministra Patricia Bullrich afirmó: “Si vamos a tener un G20, cómo no vamos a poder con un Ríver-Boca”. Y el jueves mezcló amenazas como “no se va a tolerar ningún tipo de violencia” con el cierre de la causa por la muerte y desaparición de Santiago Maldonado. “Triunfó la verdad sobre el relato” se jactó en un mensaje por las redes.
En un extenso fallo, el juez Gustavo Lleral decidió el cierre de la causa y eximió de culpa al único gendarme enjuiciado. La familia Maldonado informó que al hablar con la madre de Santiago, el juez Lleral le confesó que “todo mi equipo de trabajo y yo estamos siendo apretados para que cierre la causa (...) por eso debo hacer esto”.
Mezclar en pleno G20 las amenazas contra las movilizaciones por un lado, y la jactancia por la decisión judicial en el caso de un crimen en un contexto de represión policial, por el otro, demostró que, al revés de su afirmación sobre el triunfo de “la verdad sobre el relato”, lo que quiso hacer para apuntalar su amenaza fue enfatizar el triunfo de la impunidad para estos casos.