La cumbre de líderes del G-20 comenzó ayer en medio de una creciente tensión entre Estados Unidos y China que pone en riesgo la firma de la declaración conjunta que hoy se seguirá negociando. Las guerra comercial entre ambas potencias es el principal foco de conflicto, pero también hay diferencias en torno a la cuestión ambiental, donde el presidente estadounidense Donald Trump, al negar los efectos del cambio climático, aparece distanciado de la gran mayoría de los integrantes de este foro que concentra el 85 por ciento del PBI mundial. “Es un riesgo real que no haya consenso”, aseguró a PáginaI12 el secretario de Política Económica, Miguel Braun (ver aparte). Si eso ocurre, sería la primera vez desde que se reactivó el G-20 en 2008 por la crisis internacional, que la cumbre termina sin una declaración en común.
Los presidentes se reunieron ayer en el centro de exposiciones de Costa Salguero para dar inicio formal a la cumbre en medio de un inédito operativo de seguridad con 22 mil efectivos que no solo blindaron toda la Costanera Norte sino también amplias zonas de Retiro, Recoleta, Puerto Madero y Palermo. A diferencia de otras cumbres del G-20, en esta ocasión ni siquiera la prensa acreditada podía llegar al lugar por sus propios medios. Solo se permitió el acceso a través de unos micros puestos por la organización en tres puntos de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde temprano quedó claro que la negociación entre las principales potencias seguía tan empantanada como en los últimos días. El canciller chino, Wang Yi y su par francés Jean-Yves Le Drian brindaron por la mañana una conferencia de prensa, junto al secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterrez, en la que anunciaron la firma de un documento para promover medidas concretas en la lucha contra el cambio climático. Sin siquiera nombrarlo, dejaron expuestas sus diferencias con Donald Trump, pero evitaron cualquier tipo de polémica al negarse a responder preguntas. El cambio climático es uno de los puntos que divide aguas porque Trump se niega a incluir referencias al tema en el documento final del G-20.
A las 14:45 estaba prevista otra conferencia de prensa a cargo Wang Xialong, director general del Departamento de Asuntos Económicos Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, pero en ese caso el evento directamente se suspendió. La pelea comercial entre China y Estados Unidos derivó hace algunos meses en una guerra de aranceles de consecuencias imprevisibles. La Organización Mundial del Comercio (OMC) informó la semana pasada que entre mayo y octubre se aprobaron nuevas barreras comerciales que afectaron a bienes por un valor de 481.000 millones de dólares, cifra que no tiene antecedente desde que la organización multilateral empezó a recopilar esos datos en 2012. La pelea también involucra a Europa, pues las principales potencias del Viejo Continente rechazan la ofensiva comercial estadounidense. Las diferencias son tan profundas que incluso está en discusión el futuro de la OMC.
En este campo minado, Argentina busca mostrarse como un anfitrión componedor. “La esencia del G-20 es promover el diálogo que respete las diferencias”, sostuvo el presidente Mauricio Macri al inaugurar la cumbre. El gobierno sabe que esta pelea entre potencias la mira desde la tribuna, pero al menos su deseo es que el conflicto no explote definitivamente justo en la cumbre que le tocó organizar. No le resulta fácil a Macri su papel de celestina. Hace lo posible para que en el documento no figure nada que irrite a Trump porque sabe que el presidente de Estados Unidos no tendrá problemas en patear la mesa, pero del otro lado no se quedan atrás. China y Francia están jugando fuerte para hacer valer sus posiciones. Por si fuera poco, Trump no le simplifica la tarea a Macri, pues ayer a la mañana, después de la bilateral que ambos mantuvieron, lo dejó mal parado al asegurar, a través de su vocera Sarah Huckabee Sanders, que en la reunión ambos mandatarios habían manifestado “su compromiso compartido de enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica depredadora china”. El canciller Jorge Faurie no sabía cómo hacer luego en el centro de prensa del G-20 para relativizar esas palabras sin tener que llegar a desmentir a Trump.
Las cumbres del G-20 se reducen a una foto de familia, la declaración final conjunta y una serie de encuentros bilaterales paralelos. Sin una de esas tres patas, el encuentro sería considerado un fracaso por los analistas. Por eso el gobierno de Macri quiere que pese a todo haya un comunicado final, aunque sea lo más lavado posible. Los antecedentes más recientes no son buenos. En la última cumbre del G7, realizada en junio en Canadá, hubo un comunicado conjunto, pero Trump lo dinamitó apenas abandonó el encuentro. “He ordenado a nuestros representantes no respaldar el comunicado”, tuiteó enojado con la posición “mansa y moderada” del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien ofició de anfitrión. En la reunión anual del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que se llevó adelante en Papúa Nueva Guinea hace quince días ni siquiera llego a haber un comunicado conjunto.