Mientras exista una juventud capaz de pensar que la patria es el otro, no estará perdida la batalla cultural. ¿Pero qué significa que la patria es el otro? El predicador invisible, primera novela de Mariano Abrevaya Dios, logra instalar la pregunta desde la experiencia de Dante, un joven treintañero, periodista y militante kirchnerista que se ha sumado a la “Columna k” para realizar trabajos de territorio en un conventillo del barrio de La Boca, lugar donde conoce a Graciela, una mujer oriunda de Montevideo que, en plena crisis de 2001, les ofrecía una copa de leche a los pibes del barrio. “Más de treinta pibes por día comían en el comedor del conventillo de paredes y techos de chapa en el que ahora estábamos sentados. La mayoría eran del barrio, pero también venían de más lejos. Otra cosa que empezó a hacer Graciela fue acompañar a los padres de los pibes del barrio que caían presos”. De pronto Dante parece comprender algo: hay que construir vínculos, el sentido del compañerismo y de algún modo ir detrás de la alegría frente a tantas postergaciones e injusticias. Entonces decide convertirse en el director técnico de un grupo de chicos del barrio conocidos como “Los pibes de la canchita” y los anota en la segunda edición del torneo “X la inclusión de los Pibes”. Fueron las organizaciones populares las que respondieron con el armado del torneo y luego de varias reuniones “se tiró una consigna, y a jugar.Alguien tenía una línea dentro de la Secretaría de Deportes y consiguió el auspicio y algunos recursos”.
A partir de este momento comienza una serie de capítulos que conforman lo más logrado de El predicador invisible; y no sólo por el nivel literario con que se aborda cada una de las escenas de los partidos sino también, y por sobre todo, porque es el fútbol el que termina convirtiéndose en reflejo, metáfora o simbolismo de algo mucho más complejo y de lo cual se sirve Abrevaya Dios para poder trabajar distintas perspectivas en la vida de los chicos. Con gran capacidad para construir tramas paralelas y diversos personajes alejados del arquetipo fácil, pero reconocibles y bien elaborados (un puntero, un aspirante a dirigente o simplemente una vecina del barrio), Mariano Abrevaya Dios genera el artificio de una crónica literaria que se nutre de momentos históricos muy concretos. A la par que se va sucediendo el torneo de fútbol, la vida privada de Dante y su manera de ver el mundo se va profundizando y surge a modo contraste la relación con sus padres, la década del noventa marcada por el consumo de drogas y su recuperación, la historia de compañeros de militancia y ciertas fracturas ideológicas que lo llevan a separarse de la agrupación “25 de mayo”. Tal vez sea necesario aclarar que El predicador invisible no es el relato heroico de un militante ni mucho menos la exaltación soberbia de una sola voluntad nacida para generar una carrera política a base de retórica y rosqueo. Dante es un joven como cualquier otro, o como cualquier otro joven que ha establecido mediante la militancia su lugar en la zona de la utopía. Al igual que cualquier persona honesta, está colmada de contradicciones y por eso se convierte en un personaje memorable, capaz de involucrase afectivamente con una chica sin reparar en las posibles consecuencias o realizar las críticas que sienta respaldada por sus convicciones.
Si algo hay que rescatar del personaje ideado por Mariano Abrevaya Dios es el planteo de una soledad existencial que lo atraviesa hasta el final de la novela. El periodista y militante que hay en Dante conforman una visión aguda de la realidad social que se vive ahí dentro, donde la pobreza y la violencia estructural ha dividido bandos, invirtiendo el valor de la vida en un bien de cambio a favor de una venganza o un ajuste de cuentas. Un pedido de su editor del diario La Rotativa y la llegada enigmática y oscura de un aparente policía de civil será el desencadenante de una historia que recién hacia el final cobrará toda su verdadera dimensión trágica. De la voluntad a la impotencia, pasando por la alegría y el miedo pero sin caer nunca en el desencanto pese a todo, “El predicador invisible es una novela que también podría ser pensada como una investigación etnográfica sobre las prácticas y las contradicciones que existen en la militancia barrial kirchnerista”, escribió Hernán Vanoli a modo de prólogo. Novela social, o radiografía existencial de un militante que en la hora más serena de la noche, como diría Rilke, se preguntó si debía dejar un testimonio de aquellos años donde, para muchos, el otro era uno mismo.